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Conflicto militar en Sudán
Jordi Bertran | Política Exterior En esta entrevista con el académico sudanés Abdelwahab El-Affendi, explica de primera mano cómo se vive el conflicto militar que desde abril enfrenta a dos generales en una lucha encarnizada por el poder, las causas, actores y perspectivas Entrevista a Abdelwahab El-Affendi por Jordi Bertran Desde el 15 de abril, Sudán vive un grave conflicto militar con epicentro en su capital, Jartum. Dos generales se disputan el poder sobre el país: Abdel Fattah Al-Burhan, al frente de las Fuerzas Armadas Sudanesas, y Muhammad Hamdan Dagalo, alias Hemedti, que comanda el poderoso grupo paramilitar de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés). A 7 de junio, el conflicto se había cobrado más de 1,800 muertes de civiles y había generado un millón y medio de desplazados internos, mientras 330,000 personas dejaban el país, según la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU. A una situación humanitaria desastrosa, con más de 24 millones de personas que requieren asistencia exterior, se añaden los temores a una profundización de la guerra civil y a una espiral regional de violencia. Especialmente desde que el ejército se retirara el 31 de mayo de la mesa de negociación patrocinada por Estados Unidos y Arabia Saudí de la que, hasta el momento, habían surgido dos frágiles altos el fuego. La paz no se espera para mañana. Más lejos quedan las esperanzas de consolidar la transición democrática que soñaban los sudaneses tras las protestas populares de 2018 contra el presidente Omar El Bashir, depuesto en 2019 por los mismos militares que ahora han decidido dejar de compartir el poder. «De un colapso político hemos pasado a un enfrentamiento militar. Culpo de ello también a la ONU y a la comunidad internacional, porque el último acuerdo que patrocinaron era insostenible» Hablamos con Abdelwahab ElAffendi, académico sudanés que tiene publicados estudios tanto sobre el islam político como sobre el devenir del mundo árabe y, en particular, de Sudán. Este antiguo diplomático, que ya en 1993 analizaba para la BBC en Londres cómo atajar la segunda guerra civil que azotaba el país, es hoy profesor de Ciencias Políticas y presidente del Doha Institute for Graduate Studies. Mide sus palabras y habla con un hilo de voz sobre unas perspectivas funestas a corto plazo, sobre una tradición cultural de civismo y hospitalidad en Sudán que deberían servir para reconciliar a los sudaneses, y sobre la esperanza de una mediación internacional que no cometa errores del pasado. Como sudanés, ¿Qué siente ante la situación actual en su país? Creo que nunca he estado más triste y desesperado porque es una catástrofe y nadie está a salvo. Nuestros familiares en Jartum tuvieron que abandonar sus hogares. No sé qué ha pasado con nuestra propia casa en la capital porque hay un caos por todas partes. Y la realidad también está marcada por la imposibilidad de poder ayudar a la población. ¿Cree que podemos hablar ahora mismo de una guerra civil? No, porque una guerra civil es entre partidos o formaciones políticas con sus propias agendas. Al conrario, aquí es una cuestión militar interna. Y estas cosas suelen acabar pronto cuando uno de ellos gana. Creo que las RSF planearon matar a Burhan, para eso era realmente el ataque del 15 de abril, y luego tomar el país, pero no lo consiguieron y ahora tenemos esta situación caótica. Lo peor es que hay una inseguridad total. Nadie está a salvo. No es posible hacer llegar ayuda humanitaria a Jartum desde el exterior. ¿Diría usted que el Estado se ha derrumbado? En este momento no hay Estado, no hay policía, no hay administración pública. Los bancos casi han colapsado, así que, si tienes efectivo en el banco, no puedes sacarlo. Y aunque tengas dinero, es muy problemático conseguir comida en Jartum. Es realmente una situación muy complicada. «El principal reto es que el ejército oficial se reafirme y gane el pulso. Si esto no ocurre y se derrumba, Sudán se abocará a un escenario parecido al de Sierra Leona» ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Lo resumiría así: tuvimos un colapso político que ha conducido a un enfrentamiento militar. Se suponía que el período de transición iniciado en 2019 nos llevaría sin problemas hacia la democracia y a las elecciones. Pero los civiles estaban en desacuerdo en todo, empezaron a fracturarse y esto confirmó a los responsables de las dos principales fuerzas militares que el control recaía en ellos. De ahí a querer ejercerlo en exclusiva hay un paso. O sea, que por el momento todo el proceso de transición se ha derrumbado. Y culpo de ello también a la ONU y a la comunidad internacional, porque el último acuerdo que patrocinó [que fijaba el orden de mando compartido entre el ejército y las RSF hasta la cesión del poder a un gobierno surgido de las urnas y un largo calendario para la inserción de las RSF en el ejército regular] era insostenible y muy problemático, y condujo a ese colapso político. Esta es una pelea entre dos generales, pero ¿representan algo más? Es una lucha entre dos instituciones: el ejército sudanés, despreciado por los civiles por la represión violenta de las protestas de 2018 y 2019, y las RSF que algunos partidos de la oposición civil que participaban en el gobierno de transición empoderaron para que actuaran como contrapeso del ejército. Fue así como las RSF empezaron a ocupar posiciones de poder en los cuarteles del ejército, en el palacio presidencial, en la televisión pública, y se convencieron de que podían optar a tener todo el control del país. Ahora, creo que el principal reto es que el ejército oficial se reafirme y gane el pulso. Si esto no ocurre y se derrumba, Sudán se abocará a un escenario parecido al de Sierra Leona [la guerra civil en ese país duró 11 años, entre 1991 y 2002, y causó más de 50,000 muertos en un país de ocho millones de habitantes; Sudán tiene más de 48 millones]. Pero volviendo a la pregunta, ¿cree que hay un componente de lucha entre Jartum y la periferia? Hemedti es originario de Darfur. Hemedti no representa a Darfur, no podría hacerlo. Fue el brazo militar del gobierno sudanés en Darfur, donde cometió atrocidades. Y debemos recordar que dirigía una milicia financiada por el gobierno de Al Bashir, y, por tanto, en realidad era parte del gobierno, y sus fuerzas de combate no tenían ni base en el sur del país. Desde la caída de Al Bashir, sus milicias seguían dependiendo financieramente del gobierno de transición y cuando se cerró el grifo de la financiación pública tras el estallido de la violencia el 15 de abril, se han quedado sin fondos. Por eso han estado saqueando negocios y robando bancos. Incluso oí recientemente en un vídeo en redes sociales que uno de sus efectivos militares se quejaba de no poderse comprar ni cigarrillos. Como señalan algunos expertos, ¿asistimos en Sudán a una lucha continua entre las élites sudanesas para robar al país? ¿Es un Estado cleptocrático? No estoy de acuerdo con eso porque también hay intereses políticos. Como he dicho, siempre ha habido una división y polarización entre los civiles. Por eso no hemos podido tener una transición exitosa. Para tenerla, deberíamos haber logrado un consenso civil sobre cuestiones como las elecciones, los objetivos, la Constitución… Esto no ha sucedido. En el acuerdo, que fue mediado por la ONU, se suponía que una coalición de formaciones civiles [la coalición de Fuerzas por la Libertad y el Cambio] compartiría el poder con el ejército, pero la coalición decidió que debía tener a las milicias de las RSF de su lado, para que fueran su brazo armado ante el vilipendiado ejército. Y eso fue en realidad lo que desencadenó la situación que tenemos ahora, porque el acuerdo abogaba por la cesión del poder del ejército a un gobierno civil, pero a las milicias de las RSF se les daba 10 años para integrarse en el ejército. Pero quizás el ejército no ayudó en nada a suavizar la transición. No, el ejército tampoco estaba por la labor porque en realidad tanto ellos como la milicia trabajaron por un mismo objetivo: atomizar y dividir las fuerzas civiles. A veces, la ONU y otros organismos tienen el fetichismo de creer que los civiles siempre van a actuar de forma correcta. Pero Sudán ha sido gobernado por militares desde la independencia y el resultado es bastante catastrófico. Bueno, yo tengo la teoría de que los militares nunca gobiernan, porque es un estamento muy jerárquico y no hay una especie de partido militar que gobierne. En el caso de Hemedti o Al Bashir son cleptócratas, es evidente. Para los gobiernos civiles el ejército es solo un estamento que escucha lo que se le dice que tiene que hacer. Creo que la mayoría de las dictaduras del mundo árabe son gobiernos de este estilo donde las estructuras del poder son las que gobiernan. En Sudán tenemos, también, el ejemplo de un general de mentalidad democrática en la figura de Abdel Rahman Swar al Dahab. Fue un militar que asumió el poder en 1985 y que presidió un corto período de transición hasta las elecciones que supervisó en 1986. Entregó el poder al partido que ganó y se fue. Pero, en cualquier caso, en Sudán hemos visto ahora que ante desacuerdos sobre los procedimientos para pautar la transición tanto militares como civiles han pretendido jugar con las reglas para asegurarse el poder. «Algunos países árabes y africanos son proclives a una victoria del ejército. Los egipcios y otros Estados han visto lo que sucedió en Libia y Yemen tras años de guerra. No quieren un Sudán así» ¿Cómo ve la evolución del país a corto plazo? Creo que habrá dos etapas. La primera estará centrada en la lucha entre los militares, que debería terminar muy pronto porque uno de los dos bandos va a ganar. No sabemos quién, pero uno de ellos se quedará sin municiones y el otro se quedará con el poder. Y luego la siguiente etapa será restaurar la unidad civil. Aunque eso va a resultar más complicado, hay apoyos externos que pueden ser útiles como, por ejemplo, un grupo africano dirigido por el ex presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, que ya trabajó para tratar de conciliar a los sudaneses hace una década en tanto que presidente del Grupo de Alto Nivel para la Implementación del Plan de la Unión Africana para el Sudán (AUHIP, por sus siglas en inglés). Pero ¿realmente ve al bando militar que gane con alicientes para compartir el poder con los civiles? Pese a las atrocidades que se están cometiendo, ambos bandos siguen tratando de movilizar a la población en su favor. La milicia está tratando de decir que lucha por la democracia y en contra del ejército mientras éste dice que su compromiso es defender el país y detener el caos. Y, en este momento, la mayoría de la población está del lado del ejército, por lo que existe la posibilidad de que asuma una cierta responsabilidad, se revista del perfil de héroe y decida apoyar la emergencia de un gobierno civil. Veremos hasta qué punto es autónomo, pero creo que solo por esa posibilidad ya merece la pena empezar a trabajar para tejer una coalición civil lo más amplia posible. En su libro When Peace Kills Politics, el investigador de Cambridge, Sharath Srinivasan, insiste en que los mediadores internacionales en Sudán se centran en hablar con militares y tecnócratas sin incluir en la mesa a líderes con apoyo civil real. ¿Qué opina sobre esto? ¿Hay figuras susceptibles de emerger como políticos con base real en la sociedad? Quizá los que había ya no están en el país o están escondidos. Bueno, no se esconden, pero siguen fracturados y fragmentados. Y en las redes sociales, los ves maldiciéndose unos a otros. Continúa la retórica según la cual unos creen que apoyar al ejército es una traición al país, mientras estos son acusados de apoyar a una milicia criminal que incorpora extranjeros, y aún hay otros contrarios al ejército que advierten del regreso de los islamistas… y así sucesivamente. Por ahora, por tanto, es difícil, pero espero que en algún momento empecemos a poner algo de sentido común. Tras tantos años de conflictos y guerras en Sudán y, por tanto, de hastío de la población, choca que no haya manera de evitar la recaída en la violencia. No me sorprende porque, desde 2019, he advertido muchas veces que podía suceder. Dije que nos dirigíamos a un escenario como el de Sierra Leona si no actuábamos juntos, si no llegábamos a consensos. Ya advertí que, si solamente una de las plataformas civiles tomaba el control y además con la ayuda de una facción militar, esto iba a suceder. ¿Hay temor a una espiral regional de violencia y a injerencias extranjeras? Espero que ninguno de los dos bandos militares tenga apoyo internacional para seguir luchando. Es una guerra costosa y para seguir luchando necesitarían cantidades ilimitadas de municiones. No creo que el apoyo externo vaya a suceder. Con suerte, solo por esta razón, el conflicto debería terminar rápidamente. ¿Los islamistas juegan un papel en el conflicto en curso? Los islamistas intentaron desempeñar un papel y ofrecieron efectivos militares al general Burhan, pero él no aceptó. Así que ahora lo atacan diciendo que no está haciendo lo suficiente. Entonces, considera que ambas partes, y especialmente las RSF, no tienen suficiente poder y recursos para continuar indefinidamente con la guerra. Como dije antes, las RSF fueron financiadas por el gobierno. Durante las conversaciones para un alto el fuego patrocinadas por saudíes y americanos en la ciudad costera de Yeda, las RSF pusieron como condición que el gobierno siguiera pagando sus salarios. Eso significa que están desesperados, ni siquiera tienen un salario, y eso los ha llevado a los saqueos. Pero también por todo esto no van a durar mucho y además se quedarán sin munición. ¿Cree que, con el conflicto aún en curso, existe la posibilidad de que se incorporen a la guerra actores beligerantes de líneas étnicas o tribales o tal vez líneas regionales? No, no veo que el conflicto pueda ir en esa dirección porque la milicia no tiene ni base tribal ni apoyo popular, pero el derrumbe del Estado sí tiene su dinámica. Ahora, por ejemplo, vemos cómo personas que no formaban parte de la milicia cuando comenzó el conflicto, empiezan a saquear tiendas y negocios al igual que los militares. Si esto se expande, el colapso del Estado podría hacer que el país sea ingobernable. Eso es peor que una guerra civil. Pero, por el momento, no vemos eso a gran escala. Tampoco hay señales que permitan afirmar que alguna tribu o etnia se sume a la lucha. Una vez visto cuál es el precio del caos, aprecian algo de estabilidad. ¿La mayoría de la gente está del lado de uno de los contendientes? Hay más víctimas de la milicia que del ejército. Se ven carteles en la ciudad pidiendo a la milicia que deje de saquear, violar y robar. Nadie está a favor de eso. Entonces, ¿cree que el ejército está en una posición ventajosa? Sí. Y además algunos países árabes y africanos también son proclives a una victoria del ejército. Los egipcios y otros Estados ven lo que sucedió en Libia cuando el ejército colapsó y también cuál es la situación en Yemen tras años de guerra. No quieren un Sudán así, quieren al menos un Estado unido. ¿Ayudarán pues al ejército? Creo que ya lo están haciendo./ aranza |
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