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Una semilla llena de enemigos


2023-07-25

Por: Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez

¡Lo importante es dar frutos!, frutos para que, viendo sus buenas obras den gloria al Padre

¿Un sembrador inexperto?

Dios nuestro Padre, en su misericordioso plan de salvación para todo el género humano se muestra siempre bueno, generoso, derrochador... ¡Él no escatima! Así lo indica Jesús en la parábola del sembrador. En la que este peculiar sembrador desconcierta a todo el que sepa un poco de agricultura. Pues sabido es que sembrar implica un protocolo especialísimo: atender a la estación del año, a la época de lluvia según la semilla, incluso las fases lunares. La tierra se prepara con mucho cuidado, se abona. En fin, todo un ritual bellísimo que habla de atención, esmero, delicadeza y amor. Puesto que cada semilla es potencialmente una planta, y ésta a su vez un fruto, por esa razón no se la desperdicia echándola en cualquier terreno.

La respuesta del hombre

El tema de fondo de esta bellísima parábola que Jesús mismo explica, es la respuesta del hombre al plan de salvación que Dios nos ofrece. En esta imagen, de la que se vale Jesús para explicar el proyecto del Padre: el plan de salvación trazado desde antiguo, es posible observar que Dios da sin medida, y siembra al voleo aún sin que el terreno esté a punto. Avienta su semilla a diestra y siniestra, sin importar el terreno. ¡Su parte ya está hecha! La salvación es un don que Dios nos da porque Él es bueno y nos quiere plenos. El asunto es la respuesta, en donde ya no entra Dios. La respuesta es responsabilidad de cada uno. como dijeran los antiguos: “lo que se recibe, se recibe de acuerdo a la capacidad del molde que recibe”.

Los terrenos imperfectos

Todos los cristianos estamos reflejados en alguno de estos sugerentes terrenos; nuestra respuesta a la oferta que Dios nos hace se parece a uno de los terrenos de los que habla Jesús. Cuando no entendemos la Palabra del Reino, porque no hemos querido entenderla, porque no nos hemos esforzado en comprenderla un poco, el enemigo, que se reviste de muchos rostros, arrebata lo que ha sido sembrado en la finca de nuestro corazón. Pasada esta etapa, viene una siguiente, caracterizada por la inconstancia, el terrible mal de no perseverar. Iniciar un camino lo hace cualquiera, pero muy pocos lo terminan. No perseverar cuando a causa de la palabra vienen las tribulaciones es otra respuesta inocente. Digamos que, ya superadas esas dos primeras etapas viene una con un toque de complejidad mayor. Es la que toca los apegos, y es que, las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, nos limitan en la auténtica respuesta al proyecto de Dios.

La tierra buena

Al Señor Jesús le gustaba mucho hablar de frutos, de respuesta, de evidencias claras y concretas. Así pues, un buen terreno se conoce por sus frutos. Sí nos cuesta comprender el plan de Dios y su Palabra. La perseverancia es un reto para todos. Nos seducen las riquezas, las preocupaciones nos distraen, ¡no somos los mejores!, pero estamos dando frutos. ¿Cuántos?, ¡eso no importa!, unos cien, otros setenta, unos más treinta. ¡Lo importante es dar frutos!, frutos para que, viendo sus buenas obras den gloria al Padre (cfr. Mt 5,16).
 



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