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Crece la indignación por el desempleo en Sudáfrica, el mayor del mundo y una "bomba de tiempo"


2023-08-17

 

JOHANNESBURGO (AP) — Mientras Lebohang Mphuthi trabaja en medio del caos de niños bulliciosos durante un recreo en la escuela primaria Omar H.S. Ebrahim en Sudáfrica —los niños están empujándose y derramando alimentos por todas partes_, no puede evitar pensar lo lejos que esta actividad está del empleo con el que ella sueña.

Cuatro años después de graduarse con un título en química analítica, el único empleo que la mujer de 26 años ha encontrado es de asistente estudiantil en una escuela pública de Pretoria. Sus responsabilidades incluyen entregarles las comidas a los niños y contener la indisciplina lo mejor que pueda.

La historia de Mphuthi es similar a la de muchos egresados sudafricanos que están sentados en su casa sin un empleo o que intentan lograr que les alcance el dinero realizando trabajos de baja categoría en un país con una tasa oficial de desocupación del 33%. Es una cifra que contrasta fuertemente con el estatus de una nación que se supone encarnaría las aspiraciones de África y del mundo en desarrollo.

“Es desmotivante y frustrante”, dijo Mphuthi con respecto a su lucha para progresar. “Uno se pregunta: si nosotros que estudiamos pasamos apuros para encontrar empleos, ¿entonces qué hay de estos que aún están en la escuela?”

En un contexto sudafricano, Mphuthi podría ser considerada afortunada con los 215 dólares mensuales que gana.

Los analistas dicen que la cifra oficial de desempleados ni siquiera toma en cuenta los que se han dado por vencidos en la búsqueda de trabajo y desaparecieron del panorama, y creen que una evaluación más precisa sería que casi el 42% de la población sudafricana en edad de trabajar carece de empleo.

Sudáfrica tiene la tasa de desocupación más elevada del mundo, según el Banco Mundial, superando a Gaza y Cisjordania, Yibuti y Kosovo.

En lo que respecta al desempleo juvenil, la tasa es de 61% entre las personas de entre 15 y 24 años de edad, según estadísticas oficiales, y un impresionante 71% si se incluye en el conteo a los que ya se dieron por vencidos en su búsqueda.

Isobel Frye, directora ejecutiva de la Iniciativa de Políticas Sociales en Sudáfrica, que efectúa investigaciones sobre la pobreza y el desempleo, dijo que ello equivale a 24 millones de adultos que están desocupados o no involucrados en ninguna actividad económica y apenas sobreviven en una población total de 60 millones.

Un informe de las Naciones Unidas sobre el desempleo en Sudáfrica que fue entregado al vicepresidente Paul Mashatile el mes pasado describió la situación como una “bomba de tiempo”.

“Tenemos que preguntarnos por qué se permitió que ocurriera esto”, señaló Frye.

El producto interno bruto de Sudáfrica necesita crecer un 6% anual para empezar a crear empleos tan sólo para las 700,000 personas que ingresan a la fuerza laboral cada año, de acuerdo con Duma Gqubule, un analista financiero que ha asesorado al gobierno sudafricano.

El crecimiento de Sudáfrica no se ha acercado a esa cifra muy necesaria en más de una década. Se prevé que su economía —que creció 2% el año pasado— crezca menos de 1% este año y entre 1% y 2% durante los próximos cinco años.

Gqubule y Frye creen que hay políticas que ayudarían a disminuir el desempleo, pero han expresado su exasperación por el hecho de que el problema no es una de las principales prioridades para todo el mundo, desde el gobierno a las empresas privadas y cada sudafricano, dados los enormes problemas del país, incluida la pobreza, la inequidad y una epidemia de delitos violentos.

“La gente simplemente no quiere hablar acerca de esta crisis”, dijo Gqubule durante una presentación en televisión para reflexionar sobre el informe de la ONU.

Dicho informe no fue una sorpresa. El desempleo ya estaba elevado hace 30 años y ha estado incrementándose. La pandemia de COVID-19 dejó sin empleo a más de 2 millones de sudafricanos en un golpe devastador, según estadísticas gubernamentales. Sin embargo, ya había señales de advertencia desde mucho antes.

La pandemia no provocó los problemas de Themba Khumalo, de 46 años. En 2017 perdió su empleo como operador de maquinaria y ahora trata de mantener a su esposa y a sus dos hijos recolectando contenedores de metal y de plástico donde pueda hallarlos para venderlos a granel con el fin de que sean reciclados.

“Hay muchos señores sentados en casa sin trabajo”, dijo Khumalo mientras aplastaba algunas latas de metal con sus desgastadas botas de trabajo en el jardín trasero de su vivienda, en las afueras de Johanesburgo. Sacude la cabeza ante lo insuficientes que resultan los 18 dólares mensuales que recibe en apoyo gubernamental por desempleo. Algo que lo anima es que frecuentemente sus vecinos le dejan latas de alimentos vacías afuera de su casa para que él las recicle.

Una de las políticas del gobierno para combatir el desempleo es ayudar a los jóvenes emprendedores a iniciar negocios. Pearl Pillay del centro de investigación Youth Lab, que se enfoca en mejorar las oportunidades para los jóvenes, dijo que las nuevas empresas no están despegando.

“A pesar de ello, esa es como nuestra solución general a todo el desempleo”, señaló Pillay.

En Soweto, un área urbana al suroeste de Johanesburgo, el café internet de Mothibedi Mohoje casi siempre tiene clientes, ya que principalmente proporciona servicio a personas que necesitan computadoras para poder solicitar empleos. Thato Sengoatsi, un hombre desocupado de 25 años, pasa mucho tiempo allí.

Sengoatsi y la asistente escolar Mphuthi están entre la generación de “Nacidos Libres” de Sudáfrica, los que nacieron después de que el sistema de segregación racial del apartheid llegó a su fin en 1994 y que sólo han conocido una Sudáfrica libre. Sus vidas comenzaron en el amanecer de la democracia, cuando Nelson Mandela era presidente y el ambiente estaba cargado de esperanza.

Pero el desempleo ha arrojado su sombra sobre el futuro de millones de negros en Sudáfrica en 2023, que forman la mayoría de la población. Sengoatsi no vivió el apartheid, pero sabe que el hecho de que haya sido derogado prometía algo.

“La generación que vino antes de nosotros protestó... de forma que nosotros pudiésemos tener una vida mejor. Pero no estamos obteniendo esa vida, y no podemos ocultar ese hecho”, manifestó.

Hay desesperación evidente. Cuando el primer ministro de la pujante provincia de Gauteng anunció el mes pasado que estaba ofreciendo puestos de trabajo para 6,000 jóvenes desempleados, más de 40,000 hicieron fila bajo el frío invernal con el fin de presentar su solicitud. Más de 30,000 ya iban con la idea de que serían rechazados.

Y hay enojo.

Al advertir de cómo el desempleo amenaza la estabilidad del país, la ONU se refirió específicamente a una semana de 2021 en la que los disturbios y saqueos dejaron más de 350 personas muertas en Sudáfrica, la peor violencia desde los últimos días del apartheid.

Pero fue una versión extrema de las protestas enraizadas en la pobreza y el desempleo que el país africano experimenta casi cada semana, y en las que muchas personas de raza negra de los “Nacidos Libres” rasgan el tejido de una sociedad posapartheid que tampoco les está dando una oportunidad.

Es un “polvorín”, dijo Frye sobre Sudáfrica, a la espera de una chispa para estallar. Al igual que el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma, el punto de partida de los disturbios de 2021. O una huelga de choferes de minibuses este mes en Ciudad del Cabo que derivó en una semana de violencia letal, en la que muchos de los alborotadores laboran en áreas distintas. En el centro de esos estallidos de violencia, y en la mayor parte de los otros, se encuentran jóvenes sudafricanos desempleados.

El hecho de que la primera generación de Nacidos Libres de Sudáfrica —ahora de poco más de 20 años o cercanos a los 30— están viviendo en el país con la peor tasa de desempleo del mundo es “la traición más desgarradora a las promesas y sueños de nuestra liberación”, escribió Gqubule.

Y hay preocupación por el futuro de las generaciones jóvenes.

Mphuthi, que aún es joven, se preocupa por lo que les espera a los niños que atiende en la escuela primaria.

“En este momento tenemos un problema”, señaló Frye, “pero en cinco, 10, 15 años tendremos un problema masivo, en el que es simplemente impensable lo que eso significa para la estructura de la sociedad”.



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