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Alemania no puede satisfacer las expectativas de todos
Kristi Raik y Martin Quencez | Política Exterior En su adaptación a la nueva era para convertirse en un actor de seguridad creíble y capaz, Berlín chocará con sus aliados, lo que permitirá, a la larga, un diálogo estratégico más transparente. El Zeitenwende o cambio de era se está produciendo a nuestro alrededor, a medida que China y Rusia desafían el orden internacional posterior a la guerra fría liderado por Estados Unidos y emerge una nueva forma de competencia entre grandes potencias. Para Alemania, un Zeitenwende en política exterior y de seguridad requerirá cambios profundos que van más allá del aumento del presupuesto de defensa y la modernización de la Bundeswehr. El reto, tanto para los líderes políticos como para el público en general, consistirá en pasar de enfoques reactivos a enfoques proactivos y estratégicos ante las crisis y los cambios geopolíticos que hoy remodelan el orden europeo y mundial. Esto supone riesgos políticos reales para cualquier gobierno alemán. Las transformaciones estratégicas, culturales e institucionales conllevan costosos sacrificios en términos de gasto público y capital político para aprobar reformas difíciles. Los líderes políticos estarán tentados de adoptar cambios políticos mínimos y volver a los principios más cómodos de la era de Angela Merkel, marcada por el mantenimiento del statu quo. Esto puede resultar aún más difícil en el contexto de una coalición frágil, ya que los desacuerdos internos e intereses electorales divergentes obstaculizan una agenda ambiciosa. Sin embargo, el momento actual supone también una oportunidad para reducir la insostenible tensión entre las “fuentes de prosperidad y las “fuentes de seguridad” de Alemania. Encontrar una nueva coherencia entre el modelo económico e industrial del país y sus intereses geopolíticos acabará haciendo a Alemania más fuerte, tanto en Europa como en el mundo. En este proceso, Berlín también tendrá dificultades para gestionar las expectativas. Los socios y vecinos de Alemania tienden a esperar que el Zeitenwende haga que la política exterior y de defensa alemana se alinee con la suya. Convencidos de que su visión de la seguridad europea es la correcta, París, Varsovia y otros pueden caer en la tentación de considerar que un fracaso por parte de Berlín a la hora de aceptar sus argumentos significará el fracaso del Zeitenwende. En realidad, no es probable que Alemania se vuelva más francesa o más polaca, sino que adopte un liderazgo más “alemán” y más firme. Los intereses de Berlín pueden chocar con los de sus vecinos. Pero esto, a su vez, permitirá un diálogo estratégico más transparente con Washington, París y Varsovia, entre otros. ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia ha puesto de manifiesto que el orden europeo posterior a la guerra fría se ha roto sin remedio, mientras un nuevo orden emerge, aún sin definir. Este cambio de época ha empujado a Alemania a emprender su propio Zeitenwende y a revisar a fondo su política exterior y de seguridad, incluidos sus supuestos sobre la seguridad europea y las relaciones con las grandes potencias. Más que ningún otro país europeo, Alemania se equivocó en su política hacia Rusia, ya que se aferró a la idea de una interdependencia económica positiva, mientras descuidaba sus capacidades de defensa incluso después de la anexión de Crimea y el comienzo de la guerra en Ucrania en 2014. Estos errores tuvieron consecuencias fatales para Ucrania e importantes ramificaciones para Europa en su conjunto. De ahí que Alemania tenga una responsabilidad especial a la hora de corregir el rumbo, algo que empezó a hacer en febrero de 2022. Sin embargo, la hora de la verdad va más allá de la política rusa. Alemania tiene que responder por años de frustraciones tanto estadounidenses como europeas con su política de defensa y, en general, con su falta de liderazgo en materia de seguridad continental. Las lecciones aprendidas de la invasión rusa de Ucrania también exigen cuestionar la noción de interdependencia económica positiva con China y reducir las dependencias críticas de Alemania. Los acontecimientos geopolíticos ponen en tela de juicio el sistema basado en las exportaciones sobre el que Alemania ha cimentado su éxito económico. Además, la creciente competencia multipolar socava la pretensión y, más importante, la capacidad de Alemania de defender los valores democráticos y un orden multilateral basado en normas. Para defender todo ello, en Europa y fuera de ella, Alemania necesita convertirse en un actor de seguridad creíble y capaz. El Zeitenwende ha comenzado, pero queda mucho camino por recorrer. Establecer las ambiciones La definición de Zeitenwende ha sido muy debatida desde el discurso original de Olaf Scholz del 27 de febrero de 2022. Tres días después del inicio de la invasión rusa de Ucrania, Scholz pretendió expresar la gravedad con la que el gobierno alemán evaluaba la situación. En un ensayo para Foreign Affairs publicado diez meses después, el canciller alemán tradujo la idea en “un cambio tectónico de época”, hablando de la necesidad de adoptar una nueva mentalidad y nuevas herramientas. Lo que está en juego no es solo el papel de Alemania en la seguridad europea en el contexto de la guerra en Ucrania, sino sobre todo su adaptación a un mundo definido tanto por un profundo nivel de interconexión como por una mayor competencia entre potencias. A nivel mundial, también puede considerarse que la invasión rusa acelera las tendencias existentes de desintegración del orden posterior a la guerra fría. La guerra ha reforzado la aparición de bloques geopolíticos liderados por Estados Unidos y China, respectivamente, mientras algunos actores regionales intentan cubrirse las espaldas, mitigando riesgos. La declaración conjunta ruso-china del 4 de febrero de 2022 y la profundización de la cooperación política, energética y militar entre Moscú y Pekín son características del surgimiento de esta ruptura. Mientras Scholz advertía contra la división del mundo en bloques, la posición de Alemania como potencia económica mundial se ve cada vez más presionada, viéndose obligada a reevaluar sus conexiones comerciales y de inversión con China y a replantearse sus cadenas de suministro en todo el mundo. La guerra en Ucrania también marca el final de la era Merkel. El modelo económico basado en la energía barata importada de Rusia, el comercio con China, la estabilidad política en Europa, la infrainversión pública crónica y la seguridad delegada en EU reforzaron la posición de Alemania como corazón industrial de Europa. Aunque estos principios eran anteriores a la época de Merkel, su política europea y exterior estuvieron destinadas a mantener el statu quo en los dos ámbitos, pues servía mejor a los intereses alemanes. En 2022, sin embargo, ya no podía negarse que el modelo político y económico que había servido bien a Alemania en las décadas de 2000 y 2010 no podía mantenerse. Aunque la Estrategia de Seguridad Nacional alemana de 2023 pretende desarrollar un enfoque de seguridad integrado que incluya cuestiones económicas y sociales, se ve limitada por los arraigados principios sobre cuestiones fiscales y de gasto público. El nivel de ambición del Zeitenwende es, pues, tanto europeo como global, y el imperativo de un replanteamiento estratégico no se limita a un cambio en la política de defensa como respuesta a la invasión rusa de Ucrania. En otras palabras, la adaptación de Alemania a este cambio de época no solo debería incluir un profundo cambio de sus ambiciones militares y sus relaciones con Rusia, sino también un mayor esfuerzo por reducir las dependencias tanto de China como de EU, asumir una mayor responsabilidad en el reparto de la carga transatlántica y el liderazgo europeo, y replantearse las implicaciones de la competencia multipolar mundial en materia de comercio, energía y tecnología. Las tres dimensiones del ‘Zeitenwende’ Estratégica. El cambiante entorno geopolítico impone al menos dos profundos cambios en el pensamiento estratégico de Alemania. Ambos procesos de replanteamiento ya se han puesto en marcha, como indica la nueva Estrategia de Seguridad Nacional. Y ambos tienen importantes implicaciones para la relación de Alemania y Europa con las grandes potencias, tanto con sus aliados como con sus rivales. En primer lugar, Alemania debe replantearse la relación entre seguridad e intereses económicos. Durante décadas, la política exterior alemana ha estado impulsada con fuerza por estos últimos. Esto ha servido al crecimiento económico del país, siempre que el entorno geopolítico siguiera siendo favorable y no hubiera grandes desafíos al orden internacional liderado por EU. En las décadas de 1990 y 2000, la idea de la interdependencia liberal, plenamente asumida por Alemania, solía ser compartida por EU y otros países occidentales. Entonces se esperaba que la integración de países como China y Rusia en la economía mundial, entre otras cosas acogiéndolos como miembros de la Organización Mundial del Comercio (en 2001 y 2012, respectivamente), tuviera un impacto positivo no solo en su desarrollo económico, sino también en la seguridad internacional. Las expectativas positivas, sin embargo, no se materializaron. En la década de 2010, EU adoptó gradualmente una visión más crítica sobre los riesgos de la dependencia económica de sus rivales autoritarios. Esto creó desacuerdos entre Washington y Berlín. Los ejemplos más destacados fueron el gasoducto Nord Stream 2, que iba a aumentar aún más la dependencia alemana del gas ruso, y la presencia de la compañía china Huawei en las redes 5G de Alemania (y de otros países europeos), que EU consideró un riesgo para la seguridad nacional. Alemania congeló el proyecto Nord Stream 2 justo antes de la invasión rusa de Ucrania (más tarde, las explosiones en los dos gasoductos Nord Stream, ejecutadas por saboteadores hasta ahora no identificados, inutilizaron ambos). Sin embargo, la cuestión de la dependencia europea de los equipos 5G chinos –a la que se suman otras dependencias económicas y tecnológicas de China– siguen generando polémicas. Al igual que el resto de la Unión Europea, Alemania no tiene una respuesta fácil a la pregunta de cómo evaluar y gestionar los riesgos para la seguridad causados por las dependencias económicas. La dependencia de los combustibles fósiles rusos se ha reducido de manera drástica y satisfactoria, pero los vínculos económicos con China siguen siendo amplios, más complejos de lo que nunca fueron las conexiones con Rusia. Reducir las dependencias de China conlleva costes económicos, mientras que no reducir las dependencias en sectores estratégicamente sensibles dejaría a Europa vulnerable a la influencia china y socavaría las relaciones con EU. Alemania aún tiene que ofrecer respuestas claras a estos retos. Un alto grado de ambición a la hora de abordar esta cuestión exige que Alemania deje de dar prioridad a los intereses económicos del país sobre las preocupaciones de seguridad en sentido amplio, emprendiendo un esfuerzo sistemático y a largo plazo en el marco de la UE para reducir la dependencia de China en sectores estratégicos. Entre ellos figuran las infraestructuras y tecnologías críticas, los productos de doble uso y materias primas como las tierras raras. Con ello se avanzaría en dos grandes objetivos estratégicos: mantener unas relaciones transatlánticas sólidas y aumentar el grado de autonomía estratégica de Europa. En segundo lugar, Alemania tiene que convertirse en un actor europeo creíble y líder en el ámbito de la defensa. Esto requiere un cambio tanto a nivel de pensamiento estratégico como de capacidad militar. La reticencia de Alemania a utilizar la fuerza militar –o incluso a hablar de ella– tiene profundas raíces históricas que no deben olvidarse. Pero no debe permitirse que estas bloqueen su capacidad para hacer frente a los retos y amenazas a la seguridad europea. Es urgente reforzar la contribución de Alemania a la defensa europea frente a la amenaza rusa. El nuevo enfoque estratégico debe basarse en una evaluación realista de las relaciones entre Occidente y Rusia en un futuro previsible: la era de la cooperación y la interdependencia positiva ha terminado, y Moscú desea rehacer de manera violenta la arquitectura de seguridad europea, como expresó en los dos documentos que presentó en diciembre de 2021 y como demuestra en los campos de batalla de Ucrania cada día. En las últimas décadas, Alemania adoptó un enfoque cauteloso y más bien reacio al refuerzo de la presencia de la OTAN en Europa Central y Oriental, incluida la ampliación de la Alianza en 2004 y la introducción de una mayor presencia avanzada en 2016. Parecía como si Berlín no considerara que una defensa y disuasión creíbles frente a Rusia fueran un factor estabilizador de la seguridad europea. En febrero de 2022, se hizo evidente que era necesario seguir reforzando la postura defensiva de la OTAN para evitar nuevas agresiones rusas. Además, como señal de un importante cambio histórico, Alemania reconoció la necesidad de prestar ayuda militar a Ucrania para que la utilizase contra Rusia. En la Cumbre de Madrid de julio de 2022, la OTAN adoptó medidas para pasar de una “presencia avanzada reforzada” a una “defensa avanzada” –con nuevos compromisos por parte de los aliados– y para estar preparados para rechazar un posible ataque de Rusia en el flanco oriental. Sin embargo, la aplicación de estas decisiones, incluido el compromiso de una brigada alemana para la defensa de Lituania, ha sido controvertida. La debilidad de la Bundeswehr y el bajo nivel de gasto alemán en defensa han supuesto problemas a largo plazo, no solo para la OTAN, sino también para la capacidad general de Alemania de afrontar los retos de la seguridad internacional y contribuir a las operaciones en zonas de conflicto, ya sea en Afganistán, Irak, Malí o cualquier otro lugar. El aumento de la contribución militar de Alemania ha sido penosamente lento en lo que respecta a la adquisición real de nuevas capacidades, así como a la prestación de ayuda militar a Ucrania. El fondo especial de defensa de 100,000 millones de euros anunciado en febrero de 2022 permite a Alemania alcanzar el objetivo de gasto en defensa de la OTAN del 2% del PIB, pero solo durante un par de años. No existe un compromiso a más largo plazo. La ayuda militar de Alemania a Ucrania durante el primer año de la guerra a gran escala ha sido sustancial, pero las decisiones a menudo tardaron en llegar. El episodio de los tanques Leopard, en particular, empañó la imagen del país y generó frustración entre los aliados. Un planteamiento nuevo y ambicioso requiere, primero, un amplio reconocimiento de la necesidad de una mayor contribución militar alemana a la seguridad europea e internacional y, en segundo lugar, un esfuerzo a largo plazo para reforzar la Bundeswehr. La nueva Estrategia de Seguridad incluye el compromiso de “destinar el 2% de nuestro PIB de media a lo largo de un periodo plurianual a alcanzar los objetivos de capacidad de la OTAN”, pero siguen existiendo dudas sobre el ritmo de su implementación. Una vez más, el cambio resulta necesario tanto para mantener unas sólidas relaciones transatlánticas como para avanzar gradualmente hacia una mayor autonomía estratégica europea. Los dos cambios estratégicos señalados son muy urgentes, sobre todo si tenemos en cuenta los tiempos posiblemente más difíciles que se avecinan en la relación transatlántica, una vez celebradas las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024. Cultural. Estos necesarios cambios estratégicos no pueden tener lugar sin un apoyo fuerte y sostenido de la población alemana. En el plano cultural, el éxito del Zeitenwende requerirá una evolución más profunda de la forma en que los electores alemanes conciben el papel de Alemania en Europa y en el mundo, al tiempo que se aborda la cuestión de su actuación militar. Por tanto, será primordial un compromiso sostenido con la población, ya que los cambios estratégicos van a suponer, a corto plazo, costes políticos y económicos para el país. La evolución del debate público sobre la guerra en Ucrania, tanto en los medios de comunicación como a través de iniciativas políticas, marcará el margen de maniobra de los responsables políticos en las decisiones sobre política de defensa. La invasión rusa de Ucrania ha sacudido los supuestos tradicionales sobre el pacifismo alemán y el uso de la fuerza. De hecho, aunque algunos observadores y aliados han criticado el ritmo y el alcance de la ayuda militar alemana a Ucrania, la entrega de carros de combate, munición, vehículos de combate de infantería, lanzacohetes y el sistema de defensa antiaérea Patriot, entre otros, supone una contribución directa al esfuerzo bélico que debe subrayarse. Según los sondeos, el grado de apoyo a los suministros militares a Ucrania superaba con amplitud el 50% en 2022, pero las últimas encuestas tienden a mostrar cierto cansancio entre la población alemana. Por tanto, no está claro si la experiencia específica de la guerra refleja un cambio más profundo en la población con respecto al uso de la fuerza militar. La aplicación sostenida de la Estrategia de Seguridad Nacional, y en particular su compromiso de aumentar la presencia militar permanente alemana en territorio aliado, también será una prueba importante a medio plazo. Del mismo modo, la subordinación de los intereses económicos a los intereses de seguridad nacional es un proceso lento y gradual. Y anterior a la invasión rusa, como ilustran las controversias en torno al Nord Stream 2 y a la publicación del documento sobre la posición estratégica de la Asociación Federal de la Industria Alemana sobre China en 2019. La cuestión ganó tracción en el debate alemán durante la crisis provocada por la pandemia y ahora está en el centro de la discusión sobre el fortalecimiento de las cadenas de suministro europeas y la diversificación de los proveedores de energía. Un indicador de esta evolución hacia un enfoque más cauteloso del libre comercio y de los principios del libre mercado es la postura de los liberales (FDP), miembros de la actual coalición de gobierno, que también incluye a los socialdemócratas de Scholz y a los Verdes, más beligerantes. A través del ministro de Finanzas, Christian Lindner, el partido liberal admitió que el modelo empresarial alemán tiene que cambiar, y que “China no es solo un lugar donde hacer negocios, sino también un rival sistémico”. Estos cambios culturales, sin embargo, pueden tardar demasiado en traducirse en políticas reales. En un futuro próximo, los elevados costes de la energía, la excesiva dependencia del mercado chino y el atractivo de la nueva legislación industrial estadounidense pueden llevar a las empresas a optar por invertir fuera de Alemania en lugar de aplicar reformas difíciles. Mientras que la cultura estratégica tarda una generación en evolucionar, Berlín, sencillamente, no puede permitirse esperar tanto. Institucional. En el plano institucional, Alemania necesita ante todo una reforma para poder llevar a cabo el aumento del gasto en defensa prometido en el discurso del 27 de febrero de 2022 sobre el Zeitenwende. El fondo extraordinario de 100,000 millones de euros constituye una prueba en dos sentidos. En primer lugar, el proceso de adquisición no está adaptado para gastar esa cantidad de dinero en el plazo establecido de cinco años. Existe el riesgo de que los arsenales no se recarguen eficazmente o de que no se sienten las bases para la mejora a largo plazo de las fuerzas militares alemanas. En segundo lugar, esta repentina e importante inversión es una oportunidad única para incluir a los aliados europeos y transatlánticos. Es necesario encontrar el equilibrio entre la compra de material “listo para usarse” y la financiación de proyectos conjuntos a largo plazo, teniendo en cuenta la seguridad europea en su conjunto. Las limitaciones políticas y la posibilidad de que el presupuesto alemán de defensa disminuya al cabo de cinco años han reducido hasta ahora la transparencia y la coordinación. Otras dos iniciativas ilustran las dificultades institucionales de cualquier reforma ambiciosa en el ámbito de la defensa y la política exterior. La publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional, que se espera sirva de guía para el Zeitenwende, se ha pospuesto varias veces debido a profundos desacuerdos entre los distintos ministerios y partidos de la coalición. Cada ronda del proceso de redacción ha rebajado la ambición del documento, a medida que se eliminaban elementos polémicos. La burocracia de la política exterior encargada de trabajar en este documento no tiene la culpa. Más bien, la situación política específica y la estructura de liderazgo poco clara dentro del gobierno para este tipo de iniciativas no permiten que el proceso tenga éxito. Más allá de este documento concreto, todo esfuerzo por desarrollar un nuevo tipo de pensamiento estratégico se ve dificultado por el estado actual de la política alemana. En este contexto, resurgió la idea de crear un Consejo de Seguridad Nacional alemán, basado en el NSC de EU. Este viejo proyecto, promovido durante casi 20 años por líderes políticos de distintos partidos, así como por influyentes pensadores estratégicos, podría haber sido la encarnación de un verdadero cambio institucional en la elaboración de la política exterior alemana, pero su puesta en marcha fracasó. En la práctica, también fue víctima de la política partidista y de las tensiones entre una cancillería dirigida por el SPD y un ministerio de Asuntos Exteriores dirigido por los Verdes. Una vez más, la tarea se vio dificultada por la premura de tiempo y las limitaciones del sistema de coalición.Asociaciones, componente clave del nuevo tiempo La retórica de la política exterior alemana ha destacado mucho la necesidad de actuar en cooperación con los socios y de forjar un consenso europeo y transatlántico. Sin embargo, los socios de Alemania han tenido a menudo la impresión de que esta ha sido la táctica de Berlín para evitar formular de manera explícita su interés nacional, ocultando objetivos egoístas al hablar del interés común europeo, por ejemplo, en el contexto de la resolución de la crisis financiera a principios de la década de 2010 o impulsando la construcción del Nord Stream 2 después de 2014. De hecho, Berlín tiene experiencia en generar frustración entre aliados y socios, un historial que ha continuado a pesar del lanzamiento del Zeitenwende. En primer lugar, EU lleva décadas esperando a que Alemania asuma una mayor responsabilidad en la defensa europea. Mientras tanto, Alemania ha disfrutado de las garantías de seguridad estadounidenses y ha buscado el liderazgo de EU en esta materia, al mismo tiempo que alimentaba sentimientos antiamericanos entre su élite política y su opinión pública. Por poner un ejemplo reciente, el deseo de Alemania de esconderse tras EU en la cuestión del suministro de carros de combate Leopard a Ucrania –que Berlín decidió hacer a finales de enero, tras meses de presión por parte de los aliados y solo después de que EU anunciara el envío de sus carros Abrams– puso de manifiesto la continua dependencia europea de EU, incluso para los países más acérrimamente transatlánticos. A pesar de las afirmaciones de la cancillería, el episodio no contribuyó a reforzar el compromiso de EU con el futuro de Ucrania, sino que dio nuevos argumentos a quienes, al otro lado del Atlántico, se sienten cada vez más frustrados por la falta de liderazgo europeo en la seguridad del continente, con el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, señalando cómo EU envió los Abrams en aras de la unidad de la Alianza, espoleando a Alemania a actuar. La relación de Alemania con EU corre el riesgo de sufrir fuertes tensiones, ya que Berlín se opone a la aparición de un bloque liderado por Washington frente a otro liderado por Pekín. Scholz apoyó su argumento contra la división del mundo en bloques aludiendo a la experiencia negativa de la guerra fría. Sin embargo, la aparición de bloques durante la guerra fría formaba parte del esfuerzo occidental por prevalecer en la rivalidad geopolítica e ideológica de la época. En el contexto actual de competición estratégica entre sistemas democráticos y autoritarios, que implica una competición no solo de intereses, sino también de valores, la alternativa alemana sigue sin estar clara. Si Alemania desea mantener la noción de interdependencia económica positiva en las relaciones con China es una cuestión abierta en este momento. Tal vez la oposición de Alemania al sistema de bloques se refiera al rechazo de la idea de desvincularse de China, pero es que ningún país occidental, incluido EU, considera que una desvinculación total sea una alternativa realista o deseable, por lo que las líneas divisorias entre los bloques del siglo XXI serán diferentes de las del siglo XX. El actual debate europeo sobre la “desvinculación” (decoupling) trata de aportar un matiz específicamente centrado en la reducción de las dependencias críticas de China (derisking), al tiempo que se mantiene el compromiso con Pekín. La resistencia de Alemania a la lógica de bloques parece implicar no solo la reticencia a unirse a un bloque liderado por EU frente a China, sino también el rechazo a la idea de que Europa pueda considerarse un bloque propio (emergente). La guerra en Ucrania ha hecho que Alemania sea aún más consciente de la dependencia de la seguridad europea de EU, lo que socava la noción de Europa como entidad autónoma o, posiblemente, como bloque. Esto, a su vez, supone una diferencia significativa con respecto a la postura francesa y una decepción para sus aspiraciones de una autonomía estratégica europea. Al mismo tiempo, sin embargo, el deseo de Alemania de mantener un enfoque europeo diferenciado respecto a China se aproxima bastante a la opinión francesa. Cómo combinar la alianza con EU y la dependencia en materia de seguridad de dicho país, por un lado, con un enfoque europeo hacia China que no se alinee con la política estadounidense, por otro, es un rompecabezas para Europa. Sobre todo, para una Alemania que depende más de EU y de China que muchos otros países europeos. Francia y los países de Europa Central y Oriental han expresado críticas similares con respecto al bajo rendimiento de Alemania en materia de defensa, pero sus expectativas son diferentes. Francia ha confiado en colaborar con Alemania para reforzar la UE como actor geopolítico y militar. Los dirigentes franceses llevan mucho tiempo pidiendo a Berlín que gaste más en defensa y asuma una mayor parte de la carga de la seguridad tanto en Europa como en su vecindad. El espíritu del discurso del Zeitenwende es, por tanto, una evolución positiva. Sin embargo, las decisiones tomadas desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania están marcadas por un fuerte sentimiento de unilateralismo alemán, que París considera perjudicial para Europa. El uso del fondo de 100,000 millones de euros para defensa anunciado por Scholz ha sido criticado, ya que no apoya proyectos industriales a largo plazo, sino que se centra en compras “listas para usarse”. La iniciativa de defensa aérea Sky Shield, que incluye a más de 15 países europeos, también es un asunto de tensión con París debido a su falta de coordinación a nivel franco-alemán y a sus posibles implicaciones para la disuasión europea. Polonia y los países bálticos esperan que Alemania desarrolle una fuerte contribución a largo plazo, en el marco de la OTAN, para defender el flanco oriental de la Alianza. Esto se percibe no solo como algo que interesa a los países del flanco oriental, sino también como algo necesario para garantizar la estabilidad en Europa, lo que sin duda interesa a Alemania. A nivel de pensamiento estratégico, esperan que Alemania rechace los restos de una actitud imperialista hacia los países “intermedios” objeto, durante siglos, de guerras y tratos germano-rusos. Su importante papel en la definición de la respuesta occidental a la guerra en Ucrania ha elevado su perfil como sujetos, en lugar de objetos, en los debates europeos sobre seguridad. El fortalecimiento de la capacidad de actuar de Europa Central y Oriental es aún más notable en el caso de Ucrania. El país se ha transformado de lo que muchos consideraban un Estado postsoviético poco conocido a una nación valiente que defiende la seguridad y los valores europeos frente a la brutal agresión rusa. Desde febrero de 2022, el debate alemán y occidental se ha centrado, con razón, en la prestación de ayuda militar a Ucrania. Sin embargo, el reto a más largo plazo para Alemania, como país europeo líder, es integrar a Ucrania en las estructuras europeas y occidentales, a fin de garantizar una paz sostenible después de la guerra. El necesario equilibrio de poder en Europa Aunque las expectativas de los socios de Alemania son altas –y variadas–, Berlín está obligado a satisfacerlas de forma lenta, selectiva y, a menudo, de manera reactiva en lugar de proactiva. La futura dinámica en los campos de batalla de Ucrania y en el fracturado mapa político de Europa, en la política interna estadounidense y en la rivalidad estratégica entre EU y China afectarán a la velocidad y la forma del cambio en la política exterior y de seguridad alemana. En este contexto, Alemania tiene una responsabilidad especial a la hora de reforzar la defensa europea frente a Rusia, reducir las vulnerabilidades de Europa frente a China, mantener una alianza transatlántica fuerte al tiempo que prepara a Europa para un posible menor compromiso de EU en el futuro, y garantizar una UE coherente y una economía europea competitiva. Esta labor exigirá a los líderes alemanes costosas concesiones políticas y cierta suerte para librarse de nuevas crisis, ya que Berlín tendrá que poner más de su parte en el juego de la seguridad europea e internacional y tomar decisiones difíciles sobre su papel en la competencia mundial. Si Alemania aborda con éxito estos retos, sus acciones desencadenarán a su vez reacciones por parte de sus socios europeos. El fortalecimiento de las capacidades militares alemanas, unido a un enfoque más estratégico de la defensa de los intereses económicos alemanes, dará a Berlín más influencia en los debates intraeuropeos. Por tanto, las consecuencias de la Zeitenwende podrían afectar al equilibrio de poder dentro de Europa, y no deberían considerarse una carga en exclusiva alemana. El efecto dominó del actual debate en Alemania podría obligar a París, Varsovia, Roma y todas las demás capitales europeas a someterse a su propio replanteamiento estratégico, sin espacio para la complacencia.
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