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Papa Francisco va a Mongolia para atender a sus pocos católicos, la primera visita de un pontífice al país
CIUDAD DEL VATICANO (AP) — Cuando el papa Francisco viaje a Mongolia esta semana, en cierta forma estará completando una misión iniciada en el siglo XIII por el papa Inocente IV, que envió emisarios a oriente con cartas para averiguar las intenciones del Imperio Mongol en rápida expansión y suplicarle a sus gobernantes que detuvieran el derramamiento de sangre y se convirtieran. Esos intercambios medievales entre el papa en Roma y el kan mongol estaban llenos de exigencias belicosas de sumisión y conversión, en los que ambas partes alegaban actuar en nombre de Dios, según los textos de las misivas que han sobrevivido hasta la actualidad. Pero en el diálogo también se percibe respeto mutuo, en una época en que la Iglesia católica estaba librando las Cruzadas y el Imperio Mongol conquistaba tierras ubicadas tan al oeste como Hungría, a la larga convirtiéndose en el mayor imperio terrestre contiguo en la historia del mundo. Unos 800 años después, Francisco no tanteará nuevas aguas diplomáticas ni buscará hacer proselitismo entre el pueblo de Mongolia, budista en su mayoría, cuando arribe el viernes a la capital Ulán Bator para una visita de cuatro días. De todas formas, su viaje es un encuentro histórico entre Oriente y Occidente, la primera visita en la historia de un pontífice romano a Mongolia para atender una de las comunidades católicas más nuevas y pequeñas del planeta. “De cierta forma, lo que ha ocurrido es que ambas partes han seguido adelante”, dijo Christopher Atwood, profesor de frontera mongola y china e historia étnica en la Universidad de Pensilvania. “Hubo un tiempo en el que había dos opciones: o el mundo era gobernado por el papa, o el mundo era gobernado por el Imperio Mongol. Y ahora creo que ambas partes son mucho más tolerantes”. Oficialmente sólo hay 1.450 católicos en Mongolia, y la Iglesia católica sólo ha tenido presencia autorizada allí desde 1992, después de que el país se deshizo de su gobierno comunista aliado con la Unión Soviética y consagró la libertad religiosa en su Constitución. El año pasado, Francisco le dio mayor relevancia a la Iglesia de Mongolia al convertir en cardenal a su líder, el misionero italiano Giorgio Marengo. “Es sorprendente (que el papa) venga a un país que no es conocido en el mundo por su catolicismo”, dijo Uugantsetseg Tungalag, un católico que trabaja con las Misioneras de la Caridad —la orden fundada por la madre Teresa para atender a los pobres— en un asilo de ancianos en la capital. “Cuando el papa nos visite, otros países se enterarán de que han pasado 30 años desde que el catolicismo llegó a Mongolia”. Bajo el liderazgo de su afamado fundador Gengis Kan, el Imperio Mongol era conocido por tolerar que las personas conservaran distintas religiones entre los pueblos que conquistaba, y Francisco probablemente hará énfasis en esa tradición de coexistencia religiosa cuando presida una reunión ecuménica el domingo. Después de todo, fue uno de los descendientes de Gengis Kan, Kublai Kan, quien recibió a Marco Polo a su corte en la China gobernada por los mongoles, proporcionándole al mercader veneciano las experiencias que le darían a Europa uno de los mejores testimonios escritos sobre Asia, su cultura, geografía y habitantes. Al evento ecuménico de Francisco están invitados representantes de mongoles budistas, judíos, musulmanes y sintoístas, al igual que miembros de iglesias cristianas que han establecido una presencia en Mongolia en los últimos 30 años, incluida la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, que oficialmente dice tener más de 12,500 miembros en el país asiático, en 22 congregaciones. En un mensaje a los mongoles antes de su visita, el pontífice hizo énfasis en sus tradiciones ecuménicas y dijo que viaja al “corazón de Asia” como hermano de todos. “Es una visita muy deseada, que será una oportunidad de abrazar a una Iglesia que es pequeña en número, pero vibrante en la fe y grande en la caridad; y también para conocer de cerca a un pueblo noble y sabio, con una fuerte tradición religiosa al que tendré el honor de conocer, especialmente en el contexto de un evento ecuménico”, declaró Francisco el domingo. Además del hecho histórico de que es la primera visita de un papa al país, el viaje de Francisco tiene gran importancia geopolítica: al estar Mongolia ubicada entre Rusia y China, el pontífice acudirá a una región que desde hace tiempo ha sido una de las más espinosas para la Santa Sede en lo que respecta a entablar negociaciones. Francisco volará a través del espacio aéreo chino en ambas direcciones, lo cual le da una inusual oportunidad de enviar un telegrama oficial de saludos al presidente Xi Jinping en una época en que las relaciones entre China y el Vaticano se encuentran bajo tensión de nuevo, esta vez por el nombramiento de obispos por parte de Beijing. A medida que la guerra en Ucrania y las medidas represivas de China contra las minorías religiosas continúan, el pontífice visitará a un actor relativamente neutral, pero que está esforzándose en hacer ver su importancia regional a la sombra de sus dos poderosos vecinos, dijo Manduhai Buyandelger, profesora de antropología en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y experta en Mongolia. “Creo que Mongolia es un escenario muy seguro para que el papa aterrice con el fin de demostrar su acercamiento, al igual que para mostrar que Mongolia está en pie de igualdad con el resto del mundo”, declaró desde Ulán Bator. Es probable que el papa se refiera a la precariedad ambiental de Mongolia, a los agudos fenómenos climáticos que enfrenta y a la creciente desertificación de su tierra, dado que él ha hecho del combate al cambio climático y del abordar su impacto sobre las personas vulnerables una prioridad de su pontificado de 10 años. Mongolia, un país vasto sin acceso al mar que históricamente se ha visto afligido por fenómenos climáticos extremos, es considerado uno de los más afectados por el calentamiento global. La nación ya ha experimentado un incremento de 2,1 grados Celsius (3,8 grados Fahrenheit) en las temperaturas promedio durante los últimos 70 años, y aproximadamente el 77% de sus tierras está degradado debido a pastoreo excesivo y al cambio climático, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Los ciclos de veranos secos y cálidos seguidos por duros inviernos con nieve son especialmente devastadores para los pastores nómadas de Mongolia, ya que su ganado es menos capaz de engordar a base de pastos en el verano antes de que arriben los fríos inviernos, dijo Nicola Di Cosmo, historiador sobre Mongolia y profesor de Estudios del Oriente Asiático en el Instituto de Estudios Avanzados en Princeton, Nueva Jersey. “Si estos eventos se vuelven más y más comunes y más frecuentes... este cambio interfiere con esta economía pastoral muy delicada, que es un delicado equilibrio entre los recursos de los pastizales y los animales que usan esos recursos”, señaló Di Cosmo. Muchos de los pastores de Mongolia, que comprendían aproximadamente una tercera parte de los 3,3 millones de habitantes del país, ya han abandonado su medio de subsistencia tradicional para asentarse en los alrededores de la capital mongola, generando tensión en los servicios sociales de una nación en la que casi 1 de cada 3 personas viven en la pobreza. Más recientemente, Mongolia ha recurrido a las industrias de la extracción, en especial del cobre, carbón y oro, para impulsar su economía, que recibe más del 90% de sus ingresos por exportaciones a partir de minerales. El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, dijo que Francisco probablemente se referirá a esta tendencia en sus declaraciones. Frecuentemente el pontífice ha hablado sobre los daños causados por la industria de la extracción, en especial sobre el medio ambiente y las poblaciones locales. Munkh-Erdene Lkhamsuren, profesor de antropología en la Universidad Nacional de Mongolia, se dijo esperanzado de que el papa se pronuncie contra las “depredadoras” compañías mineras occidentales que, señaló, le están robando al país su riqueza natural con la complicidad de funcionarios mongoles. En diciembre, cientos de personas desafiaron temperaturas heladas en la capital para protestar contra la corrupción en el comercio de Mongolia con China, luego del presunto robo de 385,000 toneladas de carbón. El gobierno ha declarado que 2023 será un “año anticorrupción”, y dice que está implementando un plan de cinco partes fundamentado en Transparencia Internacional, el organismo global anticorrupción, que clasificó a Mongolia en 116º sitio en su índice de percepción de corrupción. “Es un hecho bien sabido que la mayoría de los mongoles comúnes ven ahora a su país como una víctima de un neocolonialismo”, señaló Lkhamsuren. aranza |
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