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Paz en las dificultades
Por | Llucià Pou Sabaté Estos últimos años hemos vivido en el mundo una crisis que ha sido catalogada como la más fuerte desde la Segunda Guerra Mundial . Muchos millones de personas han estado confinadas solas con el covid-19, con el consiguiente estrés e inquietud que repercutía en la salud. Eran meses, años, en los que se contaba por “olas” cómo se extendía la infección, y se dijo que la peor “ola” es la “de las cabezas”, porque afectaba a la psicología. Los aspectos emocionales se perjudicaban con el aislamiento forzoso, y se extendieron las formas de comunicación virtual: videoconferencias y redes sociales. Aunque muchas personas mayores, por la falta de familiaridad con esos medios de comunicación, se les hizo más duro el confinamiento. Los que han tenido accesibles esas formas de comunicación en general lo han llevado mejor. En primer lugar, dentro de sí, en la interioridad y trascendencia de poder acceder a Dios: el equilibrio llega cuando uno está a gusto, feliz, desarrollando el proyecto que uno se siente llamado a vivir. En relación con los demás, la paz se tiene cuando uno vive con amor sus relaciones, de modo donacional, es decir, de modo generoso, con transparencia, sincero, abierto y fecundo. Y vivimos en armonía con el universo cuando respetamos la creación, nos sentimos parte de ella, no como propietarios depredadores, sino como administradores, y disfrutamos la naturaleza como un regalo que hay que transmitir a generaciones futuras. Ante el ambiente que inficciona nuestra paz interior, no podemos estar en una campana de cristal donde nada de fuera nos perturbe, eso no existe. Cuando intentamos cerrarnos, lo de fuera acaba por contaminar siempre; y además hay otra cosa, y es que si nos esforzamos solamente con fuerza de voluntad en mantener la paz, sigue la crispación interior, no se resuelven así los conflictos: la disciplina sin interioridad es como un muelle que se contrae, y a la primera de cambio lo que estaba reprimido no puede aguantar más y salta. Lo mejor es cultivar la interioridad, vivir en libertad sin cohibir expresiones de carácter que luego se somatiza en estrés y angustias. Aumentar la presión interior, permite vivir en libertad las circunstancias de cada día. Dejar dentro algo no comprendido, como reprimido, es algo así como dejar el agua en una balsa encharcada, que se pudre e infecta todo. El que tiene paz, tiene agua limpia cuando ha llovido, pero está fluyendo en libertad, con el torrente de agua del río, del mar, nunca se estanca ni se llena de podredumbre y de bichos… queremos ser agua que corre, en libertad. Y para esto, se requiere profundizar en la paz interior en todos sus aspectos… aranza |
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