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El dilema de Ebrard: romper con López Obrador o negociar la paz
David Marcial Pérez | El País Desde que comenzó la carrera interna en Morena, ningún otro candidato ha apurado tanto como Marcelo Ebrard. Consciente de que partía en segundo lugar, apostó por acelerar el paso y agitar el tablero con pequeños pulsos al partido durante estos meses. El excanciller revolucionó su imagen de hombre templado abriendo incluso la posibilidad de abandonar Morena si le hacían “alguna canallada”. Una vez derrotado por Claudia Sheinbaum, ha decidido redoblar la apuesta, denunciando irregularidades en el proceso y cargando contra la cúpula de la formación, a la que acusa prácticamente de empujarle fuera del partido. Unas declaraciones intempestivas que lo colocan en una delicada encrucijada: romper con Andrés Manuel López Obrador tras más de 20 años o negociar la paz con la nueva heredera del presidente de cara a las elecciones del año que viene. La posición de Ebrard es difícil porque a estas alturas del partido, casi todas las cartas están ya echadas. Dos bloques muy definidos y el verso suelto de Movimiento Ciudadano cada vez más debilitado por divisiones internas que presionan para sumarse al bloque de la oposición. Muchos se preguntan en México por qué si Ebrard quería a toda costa aparecer en la boleta de 2024 ha esperado hasta un punto que parece de no retorno. Para el analista y profesor de Ciencias Políticas en la UNAM, Khemvirg Puente, “él creía genuinamente que podía remontar la diferencia. Es un hombre de mucha experiencia política y ha vivido mucho procesos en los que no ha salido ganador. Pero ahora se encuentra un momento complicado en el que tiene que tomar partido”. Durante la jornada decisiva de este miércoles, el excanciller elevó el tono como nunca. Antes incluso de conocerse los resultados definitivos de las encuestas que daban a Sheinbaum como ganadora lanzó en una reunión con su equipo un nuevo ultimátum: “No me voy a someter a esa señora”. Poco antes había llamado “cobarde” al presidente de su partido, Mario Delgado. Pasado el día clave, las aguas seguían revueltas este jueves y volvió a la carga: “Lo que nos queda claro es que en Morena no tenemos espacio después de lo de ayer”. Durante la mañana, se barajó incluso un final rápido para el dilema. El tiempo apremiaba porque terminaba el plazo para inscribirse en el órgano electoral como candidato independiente, una de la derivadas en el aire. Finalmente, su equipo anunció que toda decisión queda aplazada hasta el lunes. Brazos abiertos desde Morena Pese a estos dos días de furia, en los discursos de su entorno también ha habido lugar para los matices y la contemporización. Su equipo envió el mismo miércoles señales contrarias a una ruptura. Y el propio Ebrard ha apelado a analizar las cosas con un “poquito más de sangre fría” durante los próximos días, además de insistir en su sintonía personal con López Obrador, al que continuamente lo considera “un amigo”. Una ambigüedad que puede interpretarse como una estrategia de negociación con Morena para sacar el mayor rédito posible pese a la derrota. De hecho, la postura estos días dentro del partido es de brazos abiertos hacía el improbable díscolo. Desde el presidente a la propia Sheinbaum, los mensajes públicos han tenido un único horizonte: “Unidad”. También desde la oposición se han escuchado cantos de sirena. La candidata del frente opositor, Xóchitl Gálvez, le abrió la puerta de su proyecto. Ebrard se ha apresurado a rechazar tajantemente esta posibilidad: “Sería negar toda mi historia política y mis convicciones políticas”. Además de su larga carrera junto a López Obrador, el excanciller ha sido uno de los hombres fuertes del gobierno, en muchas ocasiones una suerte de vicepresidente de facto, ampliando su área de influencia más allá de las relaciones exteriores. En un clima político tan polarizado, resultaría desde luego complicado encajar que Ebrard defendiera la bandera del antiobradorismo. Cerrada la ventana de la candidatura independiente, cuyo plazo venció este jueves, la única bala posible, en caso de ruptura, parece la de subirse al barco de Movimiento Ciudadano. Su presidente, el veterano Dante Delgado, ha mostrado en varias ocasiones su simpatía por el excanciller, al que conoce bien desde los tiempos remotos en que ambos militaban en el PRI. Los rumores de un acercamiento entre ambos se han disparado estos días, en los que el partido naranja atraviesa una severa crisis precisamente por la decisión de su dirigencia de seguir por libre. La propia candidata de la oposición ha salido al paso anticipando una posible estrategia de control de daños. Los analistas ya hacen cábalas y prevén que una candidatura de Ebrard robaría más votos a la oposición que a Morena. “El presidente lo que más quisiera es que Marcelo se fuera por otro partido para quitarnos votos al Frente, pero creo que ya es tarde. Quizá si hubiera participado en la interna del Frente su participación hubiera sido interesante, porque sí era un hombre que tenía las simpatías de cierto sector”. De momento, todo está en el aire. Ebrard ha rechazado también lo que ha llamado “premios de consolación” de Morena. El plan diseñado para curar las heridas tras la contienda interna pasa por conceder puestos según los resultados. Al segundo le tocaría la coordinación de la bancada de senado. Por ahora, lejos de la intención del excanciller. “Ebrard está llevando al límite su posición negociadora”, añade el politólogo de la UNAM. “Pero no descarto que finalmente consiga un buen acuerdo con posiciones para su gente en el Congreso y en puestos estatales y municipales. Tampoco me parece descabellado que, si no es él, su mano derecha Malú Micher sea la coordinadora en el Senado”. Para el analista del Colmex, Jose Antonio Crespo, la jugada puede dirigirse en dirección contraria. “El enfrentamiento con Sheinbaum ha sido demasiado fuerte. Además, acumulan una historia larga de desencuentros. Ebrard seguro que ha leído a Maquiavelo y sabe que después de tensar tanto la cuerda, si vuelve será castigado”. aranza |
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