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Te amo Señor y lamento haberte ofendido
Por | Juan del Carmelo Hay veces que me pregunto . ¿Cómo he podido vivir al margen de tu amor, Señor? ¿Cómo era posible qué estando Tú, continuamente a mi lado, mis cortos ojos que tengo en mi cara, no te viesen? Claro que antes no sabía y ahora lo sé, que yo como San Agustín, te buscaba fuera de mí, quería verte con los ojos materiales de mi cuerpo y no sabía que hasta que no me entregase a tu amor, nunca estarías Tú en mi ser y que para verte, esto ahora para nosotros esto solo es posible, cuando utilizamos los ojos de nuestra alma. Cuando Tú quieres mostrarte y le das a estos ojos espirituales que todo tenemos la divina luz de tú Rostro, solo entonces es posible verte con más claridad, cuanto más fuerte sea el fulgor de tu luz divina, iluminando nuestros ojos, más bella y profunda será mi visión. Ahora sé Señor, que por tu divina humildad, has querido hermanarte con nosotros aceptando recubrir tu ser divino, con la carne material humana, que te dio en su ser, la más bella y pura de las humanas criaturas que han existido y que eternamente puedan existir. Fue Ella la que con su "Fiat", con su " hágase en mí según tu palabra". (Lc 1,38), la que inició nuestra Redención de las garras de satanás. Por nosotros aceptaste gozoso todos los sufrimientos de tu Pasión y muerte en la cruz. Siempre he considerado que de todos los sufrimientos que soportaste, el más intenso y duro, fue el primero de todos, el de la llamada "Oración de la agonía" en el huerto de Getsemaní. Tenemos cuerpo y alma y los tormentos y sufrimientos referidos al cuerpo son de orden material, pero los referidos al espíritu son del orden espiritual y al ser este un orden superior los goces y sufrimiento espirituales son superiores a lo que nos pueda producir nuestra carne material. Es por ello que en Getsemaní: "39 Salió y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos, y los discípulos le siguieron. 40 Llegado al lugar les dijo: Pedid que no caigáis en tentación. 41 Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba 42 diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. 43 Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. 44 Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra. 45 Levantándose de la oración, vino donde los discípulos y los encontró dormidos por la tristeza; 46 y les dijo: ¿Cómo es que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación". (Lc 22, 39-46). De los tres evangelios sinópticos, sinópticos es el evangelio de San Lucas el único que menciona la hematidrosis del Señor. Al fenómeno de sudar sangre se le denomina científicamente "Hematidrosis". Quizás sea porque San Lucas era médico. Científicamente no es un fenómeno corriente y son pocos los casos que se dan, generalmente en personas angustiadas por varias razones. Más que por los tremendos sufrimientos físicos que tendría que soportar, de los cuales el Señor ya tenía un previo conocimiento, más aún que por los sufrimientos síquicos, como fueron y son el abandono de los suyos, las burlas, el rechazo público), el alma del Señor, estaba afligida por el peso de los pecados de todos los hombres, de todos los tiempos. Se necesita estar muy entregado y enamorado del amor del Señor, para poderle dar la importancia que tiene la comisión de un solo pecado mortal. Vivimos alegremente con egoísmo sin pensar en el prójimo, satisfaciendo nuestros caprichos y pensando que si pecamos, siempre nos podemos confesar y evitar el infierno, si es que existe naturalmente, porque no son tos los que se titulan creyentes y practicantes, los que creen en su existencia y menos aún, los que tengan el santo temor de Dios. Hoy en día, no son muchas las personas que se tomen en serio la compunción de sus antiguos pecados es más si hiciéramos una encuesta un domingo a la salida de una iglesia, y preguntásemos que saben de lo que es la compunción, como siempre ocurre cuando hay ignorancia sobre algo, los prudentes si no lo saben se callarán y los imprudentes para no pasar por ignorantes darán contestaciones peregrinas, como muchas veces recopilan los profesores de sus alumnos. El Catecismo de la Iglesia católica nos dice en su parágrafo 1431, que: "La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (Cc. de Trento: DS 1676 - 1678; 1705; Catech. R. 2 5, 4).". "Todos sabemos que el estado de gracia en el alma humana, admite unas diferencias de nivel. Dicho de otra forma unos están más cerca de Dios que otros porque aman más. Pues bien, este estado de gracia también sabemos que puede desaparecer si matamos nuestra alma con la comisión de un pecado mortal. Y a partir de aquí, si tenemos contrición o arrepentimiento, previo a la confesión, en la aplicación de este sacramento, recuperaremos el estado de gracia anterior a la comisión del pecado que mató nuestra alma, pero siempre en el mismo nivel del que antes disponíamos. Gracias a la misericordia divina que Dios no la porque sí sino cuando exista un previa arrepentimiento del pecador se generar la misericordia divina, pero sin arrepentimiento y petición de perdón, no es posible obtener la misericordia de Dios. En otras palabras, por medio del acto de la contrición o arrepentimiento y la posterior confesión sacramental, recuperamos las gracias perdidas, pero no las aumentamos. El tema de la compunción, es distinto, diremos que esta es una predisposición que obtenemos para aumentar las gracias divinas, en razón del dolor que nos produce el remordimiento de nuestros pasados pecados. Es un estado del alma, que al sentir esta, remordimiento y dolor por las faltas o pecados ya perdonados, se acerca más al amor a Dios, y ello la predispone a poder adquirir nuevas gracias que aumenten su nivel de vida espiritual. La compunción es pues, la puerta que se nos abre, al derribar nuestras barreras interiores, para llegar con más amor al encuentro con el Señor. Y este es el "animi cruciatus" o "compuctio cordis" que se nos menciona en el anterior parágrafo 1431, del Catecismo de la Iglesia católica. Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), nos dice: "Una vez que Dios ha librado al alma de sus pecados y fealdades, "nunca más le da en cara con ellos ni por ello le deja de hacer más mercedes. Pero al alma no le conviene olvidar sus pecados primeros. De esta manera no se volverá presumida, tendrá siempre materia de agradecer y podrá confiar, más y más, para más recibir". El arzobispo Fulton Sheen escribe: "El remordimiento es el negativo de la presencia de Dios en el alma, así como la gracia es su presencia positiva. El remordimiento es algo incompleto porque es una insatisfacción propia, divorciada de Dios; más puede tornarse arrepentimiento y luego esperanza, en el momento en que el alma se vuelve hacia Dios y pide ayuda . Pero una vez que se entra en relación con Dios, la miseria del remordimiento se transforma en arrepentimiento del pecado". Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga. aranza |
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