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Todo lo que se puede conocer de Dios lo tienen ante sus ojos
Fuente: Fraternidad Católica "Desde el cielo nos amenaza la indignación de Dios por todas las maldades e injusticias "Las cartas de San Pablo" Desde un principio las Iglesias se preocuparon por conservar las cartas que recibían de los apóstoles, pues veían en ellas los testimonios auténticos de la fe. Por la misma razón adoptaron rápidamente la costumbre de intercambiar las cartas que recibían. Al transmitirlas a las demás Iglesias no vacilaron en insertar en tal o cual carta de Pablo textos que habían recibido en otras oportunidades; tales mensajes podían referirse a problemas más personales que no interesarían, pero entre ellos había párrafos precisos que habría sido una pena perderlos. Pablo se consideraba como "el Apóstol de las naciones", viendo que esa era su vocación personal al lado de Pedro, a quien Dios había dado el encargo de evangelizar al mundo judío, no sólo en Palestina sino en todo el imperio romano, allí donde estuvieran establecidos. Pablo había recibido esa misión del mismo Jesús con ocasión de su conversión, y era tan fundamental en el proyecto divino de la misión y extensión de la Iglesia, que no terminó con su muerte. El espíritu de Pablo, una de las grandes manifestaciones del espíritu de Jesús, está siempre actuando en todos los tiempos a través de sus cartas. Pablo envió esta carta el año 57 ó 58, probablemente desde Corinto. Hasta entonces se había dirigido a comunidades que conocía y cuyas dificultades no ignoraba. Esta vez no; al final de su exposición hablará de manera muy general de la vida cristiana, y sobre todo de cómo aceptarse mutuamente entre personas de orígenes muy diversos. Porque en Roma, como en cualquier otra parte, no fue tan sencillo reunir en una misma comunidad a judíos y paganos convertidos. Pablo les recomienda lo que ni siquiera nosotros logramos practicar hoy: que acepten sus diferencias. Esta carta se basa en la experiencia de Pablo como judío y como fariseo, y después como apóstol llamado directamente por Cristo. Cuando se ha meditado mucho tiempo a Pablo, y sobre todo la carta a los Romanos, se aprecia que para él el Padre de Jesús es realmente padre, y que es amado apasionadamente. Se descubren mil detalles que revelan su experiencia de la comunión continua y de la vida "en" el Dios Trino, una experiencia muy semejante a la de san Juan. Pablo nos deja en sus cartas un mensaje de salvación para la posteridad, texto que no pierde actualidad y ha permanecido vigente ininterrumpidamente desde hace dos mil años. ¿Cuántos no? de seres como nosotros que han transcurrido en este tiempo desde entonces y que ya no están, hubieran deseado saber de esta advertencia que nos legó el apóstol San Pablo y haber salvado su vida. Algunos, casi todos, pensaron que no iban a morir o que su muerte estaba muy lejos, que Dios no existía, y finalmente comprobaron que si existe y que si murieron; se dieron cuenta que la vida era muy corta e insignificante en la dimensión de la eternidad. Que lastima no haber hecho caso, seguramente que fue su exclamación al enfrentarse al juicio de Dios. Por eso, después de esta introducción y de la reflexión, te invitamos a que pongas atención en los fragmentos siguientes del capítulo 2 y 3 de la "Carta a los Romanos", que son solamente unos cuantos, para evitarte que por ahora leas toda la Biblia y que este mensaje tan corto sea de suficiente provecho para que lo graves en tu memoria y lo tengas presente; es un mensaje de salvación, no para ahora, sino para después, contiene lo que Dios reprueba. Son razonamientos que se fundan en la palabra de Jesucristo, y las conductas reprobables que condena son precisamente las mismas que prevalecen actualmente y que no han cambiado. La historia se sigue repitiendo. La amenaza del juicio de Dios "El que tenga oídos para oír, que oiga" Dice San Pablo a los Romanos: Desde el cielo nos amenaza la indignación de Dios por todas las maldades e injusticias de aquellos que sofocan la verdad con el mal. Todo lo que se puede conocer de Dios lo tienen ante sus ojos, pues Dios se lo manifestó. Lo que Él es y que no podemos ver ha pasado a ser visible gracias a la creación del universo, y por sus obras captamos algo de su eternidad, de su poder y de su divinidad. De modo que no tienen disculpa. A pesar de que conocían a Dios, no le rindieron honores ni le dieron gracias como corresponde. Al contrario, se perdieron en sus razonamientos y su conciencia cegada se convirtió en tinieblas. Creyéndose sabios, se volvieron necios. Incluso reemplazaron al Dios de la Gloria, al Dios incorruptible, con imágenes de todo lo pasajero: imágenes de hombres, de aves, de animales y reptiles. Por eso Dios los abandonó a sus pasiones secretas, se entregaron a la impureza y deshonraron sus propios cuerpos. Cambiaron la verdad de Dios por la mentira. Adoraron y sirvieron a seres creados en lugar del Creador, que es bendecido por todos los siglos. ¡Amén! Por esto Dios dejó que fueran presa de pasiones vergonzosas: ahora sus mujeres cambian las relaciones sexuales normales por relaciones contra la naturaleza. Los hombres, asimismo, dejan la relación natural con la mujer y se apasionan los unos por los otros; practican torpezas varones con varones, y así reciben en su propia persona el castigo merecido por su aberración. Ya que juzgaron inútil conocer a Dios, Dios a su vez los abandonó a los errores de su propio juicio, de tal modo que hacen absolutamente todo lo que es malo. En ellos no se ve más que injusticia, perversidad, codicia y maldad. Rebosan de envidia, crímenes, peleas, engaños, mala fe, chismes y calumnias. Desafían a Dios, son altaneros, orgullosos, farsantes, hábiles para lo malo y no obedecen a sus padres. Son insensatos, desleales, sin amor, despiadados. Conocen las sentencias de Dios y saben que son dignos de muerte quienes obran de esa forma. Pero no solamente lo hacen, sino que aprueban a los que actúan de igual modo. Los judíos también deben temer el juicio de Dios Por lo tanto, amigo mío, si eres capaz de juzgar, ya no tienes disculpa. Te condenas a ti mismo cuando juzgas a los demás, pues tú haces lo que estás condenando. Nos parece bien que Dios condene a los que hacen tales cosas, pero tú, que haces lo mismo, ¿piensas que escaparás del juicio de Dios porque tanto tú como él condenan a los demás? Esto sería aprovecharte de Dios y de su inmensa bondad, paciencia y comprensión, y no ver que esa bondad te quiere llevar a la conversión. Si tu corazón se endurece y te niegas a cambiar, te estás preparando para ti mismo un gran castigo para el día del juicio, cuando Dios se presente como justo Juez. El pagará a cada uno de acuerdo con sus obras. Dará vida eterna a quien haya seguido el camino de la gloria, del honor y la inmortalidad, siendo constante en hacer el bien; y en cambio habrá sentencia de reprobación para quienes no han seguido la verdad, sino más bien la injusticia. Habrá sufrimientos y angustias para todos los seres humanos que hayan hecho el mal, en primer lugar para el judío, y también para el griego La gloria, en cambio, el honor y la paz serán para todos los que han hecho el bien, en primer lugar para el judío, y también para el griego, porque Dios no hace distinción de personas. Reflexiones ¡No le hagas caso a los impíos! Ellos tienen su razón para no creer: son convencionalistas ¡La razón no se discute y solo discuten los que no tienen razón! aranza |
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