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El hambre: un arma de guerra que amenaza la estabilidad global
MADRID, 19 Nov. (Por Manuel Sánchez-Montero, Director de incidencia de Acción contra el Hambre y co-director de la Revista 17) - El hambre se ha manifestado a lo largo de la historia en diversas formas y a través de múltiples caras. La idea más extendida que ha llegado hasta nuestros días es una visión que trata el hambre y a aquellos que la padecen como un problema a abordar desde una posición ética o bien de cooperación al desarrollo, pero siendo necesaria la posición ética y la cooperación al desarrollo, no es suficiente. El Instituto de Tecnología y Desarrollo (ITD) y Acción contra el Hambre acaban de presentar el noveno número de la Revista 17, que con el título 'Hambre cero y gobernanza global. Claves para un mundo sostenible' destaca la urgencia de abordar tanto los aspectos estructurales como humanitarios del hambre, y subraya la profunda conexión entre esta crisis alimentaria y la degradación del contrato social, la inseguridad y la falta de estabilidad a nivel global. El hambre es la evidencia más devastadora de las deficiencias en el funcionamiento de las instituciones públicas, un problema que afecta de manera directa a la estabilidad mundial. Pero ¿de qué manera hambre, conflicto y seguridad Mundial se interrelacionan? En contextos violentos (bélicos o no), el hambre aparece al destruirse medios de producción, alterar el acceso a estos y a los mercados, o bloquear ayuda humanitaria como modos de someter a la población, promover adhesión e incluso capturar recursos para el esfuerzo de guerra. Tácticas todas que no sólo infringen daño a las comunidades, sino que conducen a recrudecer y arraigar la violencia. En este contexto, el mundo está siendo testigo de un episodio alarmante en Gaza, donde la población sufre las consecuencias de una guerra en una zona urbana, una de las mayores densidades humanas del planeta. Diferentes tácticas como la limitación severa a la introducción de ayuda o la destrucción de infraestructuras esenciales como depuradoras de agua asfixian el acceso al agua potable, los alimentos y otros servicios vitales, haciendo que la población se enfrente a una exposición constante a la violencia, bien siendo utilizada como escudo humano o siendo víctima de un uso indiscriminado de la fuerza que afecta tanto a civiles como a equipos humanitarios. Incluso en tiempos de guerra existen principios y normas que han sido fundamentales para mitigar el sufrimiento humano y promover entornos más seguros y estables. De hecho, el derecho humanitario es el derecho de la guerra. Está pensado para estas situaciones que, por ser actuales, no son nuevas. Como es evidente en el caso de algunas regiones de Europa, estos principios han permitido a las naciones democráticas e industrializadas avanzar en áreas económicas y sociales de manera menos traumática. La comunidad internacional ha establecido marcos y herramientas para civilizar las guerras y minimizar su impacto mortal. Desde la creación y la adopción generalizada de los Convenios de Ginebra y Protocolos Adicionales en 1949 y 1977, hasta una serie de resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que han contado con el apoyo unánime de sus miembros, incluidos los miembros permanentes. Entre estas resoluciones, destaca la Resolución 1265, que prohíbe el castigo de la población civil por cualquier parte involucrada en un conflicto, incluido el uso de civiles como escudos humanos. Asimismo, la resolución 2417 (2018) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas supuso un avance histórico al reconocer el hambre como un factor impulsor del desplazamiento forzado y como un arma de guerra, considerando ilegal negar el acceso humanitario a la población civil que necesita ayuda. Las propuestas para acabar con el problema del hambre evidencian el carácter estratégico de este objetivo ya que supone proteger la seguridad alimentaria de la población civil por medio de un compromiso político decidido, coherente y persistente vigile el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario y prevenga el uso del hambre como un arma de guerra y restablezca el acceso a agua, alimentos y servicios básicos de forma digna y sostenida. Romper el ciclo entre el hambre y los conflictos es por tanto una prioridad urgente si queremos lograr la estabilidad mundial y acabar con el hambre. Y estamos en un momento crucial. Se estima que este año llegaremos a los 300 millones de personas con inseguridad alimentaria severa, casi el triple que en 2017 cuando el mundo se alarmó de este problema. El reto es impostergable. Ahora o nunca. aranza |
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