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Todo es para bien
Llucià Pou Sabaté Es importante comprender que en la vida nada de lo que nos pasa es por error (lo que llamamos error es parte del aprendizaje), todo tiene al final su sitio, todo acabará bien: "No existen errores, ni coincidencias. Todos los acontecimientos son bendiciones que se nos dan para que podamos aprender" (Elisabeth Kübler-Ross). Todo es por tanto para bien, parte del aprendizaje que es la vida, parte de ese crecimiento interior. Si nos oponemos a este crecimiento, a esas lecciones, podemos sufrir más, y no aprovechar la lección, pues el divino escultor precisa que el bloque de mármol se deje hacer, que nos dejemos dar esos golpes, si queremos resistirnos él lo tiene más difícil, tardará más. En cambio, si observamos lo que nos pasa con perspectiva de maduración personal, sabremos ya intuir algo de su sentido. Algún beneficio ya lo notamos a veces: "Los árboles que crecen en lugares sombreados y libres de vientos, mientras que externamente se desarrollan con aspecto próspero se hacen blandos y fangosos; sin embargo, los árboles que viven en las cumbres, agitados por muchos vientos y constantemente expuestos a la intemperie, golpeados por fortísimas tempestades y cubiertos de frecuentes nieves, se hacen más robustos que el hierro" (San Juan Crisóstomo). Volviendo al ejemplo de la escultura, si está tallada en algo blando es poco resistente, en cambio si es de mármol ha sido más trabajoso el proceso, pero es mucho más perdurable. Es una imagen que refleja que las dificultades nos llegan para aprendizaje y crecimiento personal: aumentan nuestra resiliencia emocional y mental para lidiar con el estrés y ser capaces de enfrentar futuros desafíos, adquirimos nuevas habilidades de superación en los diversos ámbitos de nuestra vida (sea laboral, académico, personal…) aprendiendo de esa experiencia, nos capacidad de interioridad y autoconocimiento para descubrir mejor quiénes somos y lo que realmente tiene valor en la vida, nos da motivación para luchar mejor por nuestros objetivos, experimentamos un mayor crecimiento personal a través de la capacidad de adaptación y una mayor empatía hacia los demás, nos sentimos más capaces de encontrar soluciones creativas y efectivas, nos ayuda a descubrir mejor las relaciones con los demás y tener un sentido de comunidad… Esta consciencia de la realidad que no se ve, esa esencia de la vida que no ven los ojos sino el corazón, nos permite adelantar mucho en riqueza de espíritu, somos conscientes de ese plan divino: "En la infancia de la vida espiritual, cuando comenzamos a dejarnos guiar por la mano de Dios, se percibe con fuerza e intensidad la mano que dirige: se ve con claridad qué es lo que hay que hacer u omitir, pero esto no dura siempre. Quien pertenece a Cristo tiene que vivir toda la vida de Cristo. Tiene que alcanzar la madurez de Cristo y recorrer el camino de la Cruz, hasta Getsemaní y el Gólgota" (Edith Stein). Por eso, decía Juan María Bautista Vianney: "No hay que mirar de donde vienen las cruces. Siempre vienen de Dios. Ya sea un padre, una madre, un esposo, un hermano, el rector o el vicario, es Dios quien nos brinda el medio de probarle nuestro amor”. Aunque no entendamos, podemos sentir con el corazón que no estamos solos cuando pasamos por eso tan malo, pues de ahí Dios sacará algo bueno: aquello es un regalo divino. Así, ante cualquier dificultad, hay un proceso de interiorización, junto con la presencia de una mirada amorosa de lo alto y la ayuda de los demás nos puede llevar a un desarrollo personal, en un espacio espiritual de paz y felicidad. Todo es cuestión de encontrar esa comprensión, no sentirse esclavos de las circunstancias externas, sino tener esa libertad interior que es la que podemos ganar con un equilibrio, dirigiendo nuestros pensamientos de modo voluntario y sostenido, sabiendo que lo mejor siempre está por llegar. Además, sabemos que todo esto contribuye a tener la “energía vital” alta, buenas defensas que impiden la enfermedad que aparece cuando bajamos esas defensas. Así, las dificultades nos ayudan a crecer. “Lo que aceptas, te transforma; lo que niegas, te somete” (Carl Jung). JMRS |
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