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La misión no es un manual para aplicar, sino la obra del Espíritu: Papa Francisco


2023-12-06

Antonella Palermo - Vatican News

En la audiencia general, Francisco saluda a los presentes en el Aula Pablo VI pero no lee la catequesis, reiterando que está "mucho mejor", pero que se cansa si habla "demasiado". La reflexión dedicada al cuarto pilar del celo apostólico, el Espíritu Santo, que inspira creatividad y sencillez en el anuncio del Evangelio

El Papa, como viene siendo habitual desde que fue afectado por la inflamación de sus pulmones, confía la lectura de la catequesis de la audiencia general en el Aula Pablo VI, la primera del tiempo de Adviento, a monseñor Filippo Ciampanelli, funcionario de la Secretaría de Estado, reiterando a los presentes: "Todavía me cuesta. Estoy mucho mejor, pero me fatigo si hablo demasiado".

En el texto, Francisco se detiene en el don del Espíritu Santo que debe animar todo celo apostólico. Completa así la serie de características del anuncio del Evangelio, que es alegre, universal y actual, pero, sobre todo, añade, debe realizarse en el Espíritu.

Sin el Espíritu todo celo es vano

Francisco despeja inmediatamente cualquier sombra de duda y cualquier tentación de egocentrismo: citando la Evangelii gaudium, subraya la primacía de Dios y del Espíritu en cualquier forma de evangelización. El hombre es sólo su colaborador. 

Sin el Espíritu Santo todo celo es vano y falsamente apostólico: sería sólo nuestro y no traería fruto. [...] El Espíritu es el protagonista, precede siempre a los misionarios y hace brotar los frutos. ¡Esta conciencia nos consuela mucho! Y nos ayuda a especificar otra, igualmente decisiva: es decir que en su celo apostólico la Iglesia no se anuncia a sí misma, sino una gracia, un don, y el Espíritu Santo es precisamente el Don de Dios, como dijo Jesús a la mujer samaritana (cfr Jn 4,10).

La primacía del Espíritu no debe llevar a la indolencia

Este reconocimiento, sin embargo, no puede conciliarse con una actitud de pereza e indolencia por parte del hombre, prosigue el Pontífice. Estamos llamados, de hecho, a cooperar de manera consciente, adulta, valiente, dinámica:

La confianza no justifica la retirada. La vitalidad de la semilla que crece por sí misma no autoriza a los campesinos al abandono del campo. [...] El Señor no nos ha dejado cuadernos de teología o un manual de pastoral para aplicar, sino al Espíritu Santo que suscita la misión. Y la audacia valiente que el Espíritu Santo infunde nos lleva a imitar el estilo, que siempre tiene dos características: la creatividad y la sencillez.

No ceder al refugio en la “zona de seguridad” de la costumbre

Muchas veces el Papa Francisco utiliza la palabra "creatividad". La considera un verdadero motor de la acción de Dios, a imitar por cada uno en su propia condición. Hoy recuerda su importancia precisamente para el anuncio del Evangelio. Admite que nuestra época "no ayuda a tener una visión religiosa de la vida" y que el anuncio se ha hecho en diversos lugares "más difícil, cansado, aparentemente infructífero". Vuelve a advertir sobre la tentación de “desistir del servicio pastoral”:

Quizá nos refugiamos en zonas de seguridad, como la repetición habitual de cosas que se hacen siempre, o en las tentadoras llamadas de una espiritualidad intimista, o incluso en un sentimiento mal comprendido de la centralidad de la liturgia. Son tentaciones que se disfrazan de fidelidad a la tradición, pero a menudo, más que respuestas al Espíritu, son reacciones a las insatisfacciones personales.

Creatividad y sencillez

La creatividad pastoral, en cambio, el "ser audaces en el Espíritu, ardientes en su fuego misionero, es prueba de fidelidad a Él", dice el Papa, que por eso exhorta a volver al estilo de aquel "primer anuncio", dejándose cautivar por el Espíritu. Recomienda invocarlo diariamente:

Él vivifica y rejuvenece la Iglesia: con Él no debemos temer, porque Él, que es la armonía, mantiene siempre creatividad y sencillez juntas, suscita la comunión y envía en misión, abre a la diversidad y reconduce a la unidad. Él es nuestra fuerza, el aliento de nuestro anuncio, la fuente del celo apostólico.



JMRS


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