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Ser sabios según Dios está por encima de todo bien
Por Padre José Medina Hay varios textos en la Sagrada Escritura que giran en torno al valor de la sabiduría en oposición a la riqueza y como inmensamente preferible a ella, algunos de ellos los encontramos en este 28º Domingo durante el año. El libro de la Sabiduría, capítulo 7, versículos del 7 al 11, reproduce el elogio de la sabiduría dicho por Salomón, que la pide a Dios por encima de todo bien: "Supliqué y se me concedió un espíritu de sabiduría. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve en nada a la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena". La riqueza es un valor puramente terrenal y, por tanto, caduco; la sabiduría, en cambio, posee un "resplandor que no tiene ocaso", que permanece eternamente. Es claro que no se trata de la sabiduría humana, sino de la que procede de Dios, irradiación de su sabiduría infinita. El Evangelio de San Marcos, capítulo 10, versículos 17 al 31, da un paso adelante y presenta la encarnación de la sabiduría, primero en Jesús, Sabiduría del Padre, y luego en sus enseñanzas. El relato evangélico nos presenta a un joven que asegura haber guardado los mandamientos y haber vivido sabiamente según la Palabra de Dios "desde pequeño". Este joven se presenta a Cristo deseoso de hacer aún más y "Jesús poniendo en él los ojos, le amó y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego, sígueme". Jesús le propone la sabiduría suprema: renunciar a todos los bienes terrenos para seguirle a él, sabiduría infinita. No lo obliga, sino que lo invita a estimar en nada la riqueza en comparación con los bienes eternos y con el seguimiento a su persona. La palabra del Señor penetra en el corazón del joven, pero por desgracia responde negativamente "y se marchó triste, porque tenía muchas riquezas". También se entristece Jesús y comenta: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se quedan extrañados, la frase del Maestro parece exagerada, pero Jesús no se retracta y procura infundirles confianza: "lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios". Él no niega su gracia a quien la pide con humildad y recurre al auxilio divino para vencer los obstáculos que se le atraviesan. Dichosos los apóstoles que lo dejaron todo: casa, redes, tierras, padre, madre, hermanos y hermanas, por Cristo y por el Evangelio. Y nosotros... ¿Qué hacemos?
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