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¿Está el fin del mundo cerca?


2024-01-23

Por | Néstor Mora Núñez

El Evangelio tiene un cierto sabor a final de los tiempos. Confieso  que cada vez escucho a más personas preocupadas con este tema, por lo que creo conveniente hablar de esto. Vivimos una época con signos que recuerdan a diversas profecías actuales y pasadas. Esto, queramos o no, genera intranquilidad y desesperación. Parece que ya no podemos hacer nada y que podemos prepararnos para el final. La estrategia del maligno es realmente buena. Desespera a los pocos que desean seguir siendo fieles y así produce más dolor entre nosotros.

Cristo nos ha indicado que el fin del mundo existirá, pero también nos ha dicho que nadie sabe cuándo será. ¿Por qué nos ha dejado sin una fecha concreta? Para que no pongamos la esperanza en las fechas o en los profetas. La Esperanza tiene que estar depositada en Él y en nada más. Él es el Alfa y el Omega, el principio y el fin. Orígenes de Alejandría nos dice:

Falaces son, pues, todos; quienes declaran que saben cuándo tendrá lugar el fin del mundo; quienes se glorían de saber el fin de su propia vida, el cual nadie puede conocer como no sea por las luces del Espíritu Santo. (Orígenes, tomado de la Catena Aurea)

Cuidado. Si no sabemos cuándo será, podríamos pensar en no preocuparnos y desentendernos de todo. Caeríamos en la falsa confianza que demostraron las Doncellas necias de la parábola. Aquellas que no tuvieron la previsión de traer aceite para sus lámparas. Cristo nos previene, hay que estar vigilantes y prevenidos siempre. Tenemos que estar preparados y bien preparados.

Por eso debe vigilar todo cristiano, para que no le encuentre desprevenido la venida del Señor. Y le hallará desprevenido ese día final si le encuentra desprevenido el último día de su vida. (San Agustín. Carta 190, 3)

El Señor nos quiso dejar un texto que nos llenara con consuelo y esperanza, mientras esperamos su segunda venida. Tenemos el Apocalipsis de San Juan como referente para saber qué sucederá y cómo sucederá. Pero, hay que saber que Apocalipsis no significa “final de los tiempos”, sino “revelación” ¿Qué nos revela entonces el Apocalipsis? ¿Qué dicen los símbolos que encontramos en este libro? Benedicto XVI nos habla de ello:

“¿Qué dicen estos símbolos? Nos recuerdan cuál es el camino para saber leer los hechos de la historia y de nuestra propia vida. Elevando la mirada al Cielo de Dios, en relación constante con Cristo, abriendo a Él nuestros corazones y nuestras mentes en la oración personal y comunitaria, aprendemos a ver las cosas de una manera nueva y a percibir su sentido más verdadero. La oración es como una ventana abierta que nos permite mantener nuestra mirada dirigida hacia Dios, no sólo para recordarnos la meta hacia la cual nos dirigimos, sino también para permitir que la voluntad de Dios ilumine nuestro camino terrenal y nos ayude a vivirlo con intensidad y el compromiso…

Ante estas realidades, muchas veces dramáticas, la comunidad eclesial está invitada a no perder nunca la esperanza, a creer firmemente que la aparente omnipotencia del Maligno se choca con la verdadera omnipotencia que es la de Dios.” (Benedicto XVI, Catequesis del 12-9-2012)

Deberíamos pensar en el Apocalipsis como en la revelación que Dios hace de cómo actúa el mal y que medios Él pone para detener el mal y conseguir que siempre triunfe el bien. El Apocalipsis es un maravilloso texto repleto de signos y símbolos litúrgicos que nos ayuda a vivir nuestra vida poniendo como culmen los sacramentos. Durante toda la historia de la humanidad se han vivido épocas llenas de presagios que hacían pensar en el final de los tiempos. Hoy tenemos delante de nosotros signos que algunos consideran determinantes, pero nunca sabremos con seguridad si se aproxima el final de los tiempos o vivimos el final de una época humana y eclesial. Dejemos que Dios sea quien decida el momento del final. Pongamos nuestra esperanza en Él.

Los tiempos duros llevan a la desesperanza. Una sociedad enferma genera individuos enfermos sin razón de vivir y por lo tanto esclavizados. Nuestra sociedad es cada vez más anticristiana y ya se están dando situaciones de persecución en todo el mundo. Desesperanza que se evidencia en la proliferación de segundos salvadores y de fanáticos que les siguen como si fueran la reencarnación de Cristo. La desesperanza puede inducirnos a buscar fechas en las que confiar. Yo he vivido ya muchos finales del mundo. Me acuerdo de 1984, 1991, 1997, 1999, 2000, 2001,… A Dios no le podemos poner fechas, porque el tiempo es su criatura. Las fechas no tienen sentido para la omnipotencia de Dios, ni podemos calcularlas en base a coincidencias y predicciones proféticas. A veces nos encantan los juegos numéricos que nos llevan a ninguna parte.

¿Qué hacer entonces? Dios nos ha confiado una misión importantísima para realizar: difundir la Buena Noticia hasta el último segundo. Nos ha llamado a ser luz, sal y esperanza para un mundo que no tiene sentido sin Él. ¿Cómo vamos a comunicar esperanza cuando tenemos el miedo metido hasta dentro del alma? Es evidente que la Iglesia está enferma de postmodernidad hasta el tuétano y que esto duele y nos hace sufrir. Es cierto que cada vez se desprecia con más fuerza a quienes nos atrevemos a recordar la totalidad de los Evangelios y la Tradición Apostólica. Esto indica que molestamos y está bien molestar por ser fieles al Señor. El testimonio que no se encuentra con oposición no es efectivo. Es cierto que vivimos una unidad aparente y que en el futuro pueden producirse situaciones de fuerte ruptura entre nosotros. Es cierto que la apostasía es cada vez más frecuente y el maligno se mueve con más facilidad que nunca entre nosotros. Todo esto es cierto, pero tenemos la promesa del Señor: La Iglesia prevalecerá y quienes consigan seguir siendo fieles tendrán el premio en el Cielo. ¿Podemos tener más y mejores motivos para la esperanza?



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