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Buscar a Dios, la única solución
Por | Heraldos del Evangelio Todo el mundo siente que una inmensa crisis amenaza a la sociedad con una ruina inevitable. Por lo general, los niños imaginan que el mundo se limita a su ciudad; luego comprenden que es algo más vasto, cuando adquiere las nociones de país, continente y globo. Posteriormente tendrá una idea de las galaxias y el universo sideral. En cada etapa de mayor conocimiento, tomará conciencia de que hay más campos por explorar, hasta un límite desconocido para él. Este fenómeno observado en la naturaleza material es un mero reflejo de algo mucho más amplio que existe en las esferas intelectual y espiritual. Un auténtico filósofo nunca creerá que lo sabe todo. Con cada problema resuelto, verá surgir docenas de otros, en una sucesión ilimitada. ¿Y qué decir entonces de los teólogos? Si los científicos son conscientes de conocer sólo una mínima parte del universo material, ¿qué puede afirmar el hombre sobre el conocimiento de Dios, el Ser eterno, infinito, omnipresente y omnipotente? Entonces sí, se da cuenta de que cuanto más descubre, más hay por descubrir. Los panoramas espirituales se vuelven cada vez más vastos, profundos y misteriosos. Comprende su contingencia y la imposibilidad de conocer a Dios completamente. Lo mismo puede decirse incluso de Nuestra Señora, Madre de Dios, pero criatura humana. Por tanto, limitada. Sus conocimientos sobre la Santísima Trinidad son incomparablemente superiores al de todos los ángeles y hombres juntos. Existe la noción de que existen universos divinos inexplorados, de los cuales no tenemos idea. Por un lado, pues, es Ella quien mejor conoce a Dios; y, por el otro, quién es más consciente de que Él es inabarcable. ¿No contienen estas verdades una lección para la humanidad de hoy? El hombre moderno puso todas sus esperanzas en la ciencia. Y, sin embargo, ha logrado avances asombrosos sin resolver los problemas fundamentales de la humanidad. Esto es comprensible, ya que el mundo científico sólo se encarga de explicar los fenómenos físicos y psicológicos, no de indicar el significado profundo de nuestra existencia. Las causas finales van más allá de su alcance y deben buscarse en la Religión. Y hubo un tiempo en el que, en su conjunto, los hombres buscaron a Dios, dando como resultado la Civilización Cristiana medieval que aún hoy nos causa admiración. En aquel tiempo, la filosofía del Evangelio gobernaba al pueblo; En una vida centrada en glorificar al Creador, todo tenía sentido: surgieron catedrales góticas, nacieron universidades, gremios comerciales e incluso la ciencia prosperó. Después del Renacimiento, el hombre se volvió cada vez más hacia sí mismo, primero olvidando y luego rechazando a Dios. Como resultado, tenemos la crítica situación espiritual actual. El progreso técnico nunca ha sido tan colosal y los problemas del alma nunca han sido tan profundos. Es costumbre en Nochevieja desear “Feliz Año Nuevo” a sus seres queridos. Un deseo que, en la mayoría de los casos, se restringe a la prosperidad material y la paz entre los hombres. Sólo… ¿Y paz con Dios? ¿Quién sabe si no sería mejor animar a todos a renovar la búsqueda de Dios en sus vidas? ¿No sería eso desearles la verdadera felicidad? aranza |
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