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Los 5 minutos previos al colapso del puente Key
Nicholas Bogel-Burroughs, Annie Correal, Campbell Robertson, Michael Forsythe and Mike Baker / NYT BALTIMORE — “Detengan todo el tráfico en el puente Key”. La orden tajante de un oficial del ajetreado puerto comercial de Baltimore fue uno de los primeros avisos de una catástrofe que, según predicen ahora los expertos, transformará el transporte marítimo en la costa este y cambiará el funcionamiento de barcos y puentes en todo el mundo. Pero después de que el carguero Dalí se quedara sin electricidad a primera hora del martes, hubo muy pocos minutos para actuar. En esos minutos, mucha gente —empezando por la tripulación del buque, que envió una señal de socorro, hasta los agentes de policía de la autoridad de transporte, que detuvieron el tráfico que se dirigía al puente Francis Scott Key— hicieron lo que pudieron para evitar la catástrofe, con lo que es probable que hayan salvado muchas vidas. Sin embargo, sin importar sus actos, varios factores hicieron que la catástrofe fuera casi inevitable. Cuando un barco de este tamaño pierde potencia de motor, es muy poco lo que se puede hacer para corregir su rumbo, incluso echando el ancla. Y el puente Key era en particular vulnerable. Ya en 1980, los ingenieros habían advertido de que, debido a su diseño, el puente no sobreviviría al impacto directo de un portacontenedores. La colisión y posterior derrumbe del puente arrastró consigo a siete trabajadores de caminos y a un inspector que no pudieron ser alertados y sacados del puente a tiempo; dos fueron sacados vivos del agua, pero otros cuatro siguen desaparecidos y se les da por muertos. Según las autoridades, el miércoles se recuperaron dos cadáveres. Los 21 tripulantes del barco, todos ellos indios, que se habían preparado para un largo viaje a Sri Lanka en el Dalí, también se vieron atrapados en el desastre. Aunque ninguno de ellos resultó herido, permanecieron retenidos a bordo durante más de un día mientras el barco permanecía en el puerto, con las ruinas del puente enredadas a su alrededor, mientras las autoridades iniciaban su investigación El accidente, el derrumbe de puente más mortífero en Estados Unidos en más de una década, tendrá un impacto duradero en el puerto de Baltimore, donde trabajan 8000 personas, y en las industrias que dependen del puerto, que es el principal centro estadounidense de transporte de automóviles y otros equipos sobre ruedas, declaró el miércoles Pete Buttigieg, secretario de Transporte de Estados Unidos. “Es difícil sobredimensionar el impacto de esta colisión”, afirmó Buttigieg. Comparó el Dalí, que más o menos abarca una manzana, con el tamaño de un portaviones estadounidense. “Un impacto 100,000 toneladas contra este pilar”, dijo sobre el impacto en la estructura de soporte del puente. Funcionarios de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, que dirige la investigación del accidente, subieron a bordo del Dalí el martes por la noche para recabar documentación. Obtuvieron datos de la grabadora de datos de viaje, el equivalente a la caja negra de un avión, con la esperanza de que pudiera ayudar a los investigadores a determinar las causas del accidente. Buttigieg comentó que a cualquier parte privada que sea encontrada culpable del accidente “se le hará responsable”. Pasada media hora de la medianoche del martes, el Dalí, cargado de contenedores de carga, partió del muelle, guiado por dos remolcadores, como es habitual. A bordo iba un práctico del puerto local con más de 10 años de experiencia y profundo conocimiento del puerto de Baltimore, así como un aprendiz que realizaba sus prácticas. El cielo sobre el río Patapsco estaba despejado y tranquilo, iluminado por la luna llena. A la 1:25 de la madrugada, después de que los dos remolcadores se separaron y dieron media vuelta, el Dalí había acelerado hasta alcanzar unas 10 millas por hora al acercarse al puente Key. Entonces, por razones que aún se están investigando, el potente sistema de propulsión del barco se detuvo. Las luces destellaron y se apagaron. El barco sufrió un “apagón total”, según Clay Diamond, jefe de la Asociación de Prácticos de Estados Unidos, quien fue informado del relato del capitán del Dalí. El práctico del puerto se dio cuenta de que el barco empezaba a virar hacia la derecha, en dirección a uno de los pilares que sostenían el puente Key. Instó al capitán a que intentara volver a poner en marcha el motor y ordenó a la tripulación que diera un giro brusco a la izquierda. Como última medida, ordenó a la tripulación que echara el ancla de babor. La tripulación emitió una señal de socorro a la 1:27 a. m. Uno de los remolcadores, el Eric McAllister, dio la vuelta y se dirigió a toda prisa hacia el barco. Pero los fallos a bordo se sucedían en cascada. Cuando se encendió el generador de emergencia, una bocanada de humo espeso salió por la chimenea de escape del buque y restableció por un momento las luces, el radar y la dirección. Pero no sirvió de nada. Sin propulsión, el barco de 95,000 toneladas se había convertido en un objeto imparable, a la deriva hacia uno de los puentes más transitados de Baltimore. En tierra, los oficiales de la Autoridad de Transporte de Maryland entraron en acción de inmediato. “Necesito que uno de ustedes en el lado sur y uno de ustedes en el lado norte detengan todo el tráfico en el puente Key”, se oye decir a alguien en la grabación de audio del tráfico de radio de emergencia de esa noche. “Se acerca un barco que acaba de perder el timón. Así que hasta que lo tengan bajo control, tenemos que detener todo el tráfico”. Se detuvo la circulación vehicular a ambos lados del puente mientras el barco continuaba su inexorable deriva hacia el arco de 2,5 kilómetros de longitud. Un minuto después, los agentes se dieron cuenta de que sobre el puente había varios trabajadores, muchos de ellos inmigrantes de Guatemala, Honduras, El Salvador y México, que seguían trabajando en el puente en la gélida oscuridad, aprovechando el escaso tráfico nocturno para arreglar baches. “Hay personas trabajando en el puente”, se oye decir a un agente en la grabación de audio del intercambio por radio entre los agentes. “Quizá quieras avisar a quien sea el capataz, a ver si podemos sacarlos del puente temporalmente”. Pero el barco ya estaba golpeando el puente. Casi al mismo tiempo, el muelle se dobló y se derrumbó, retorciéndose sobre el barco, con sus contenedores de carga apilados en lo alto de la cubierta. Luego, el resto del puente se desplomó, rompiéndose en secciones mientras caía en picada y salpicaba las oscuras aguas del río. “El tamaño y el peso de estos buques hacen que sea muy difícil detenerlos, incluso con propulsión”, comentó Stash Pelkowski, profesor de la Universidad Estatal del Colegio Marítimo de Nueva York y contralmirante retirado de la Guardia Costera. Sin energía eléctrica, dijo, “había muy poco que el capitán o la tripulación del Dalí pudieran hacer”. El hundimiento se produjo en cuestión de segundos. Salvo los muñones de los pilares, el tramo central del puente se había hundido en el gélido río (donde los buzos pasarían todo el día buscando cuerpos entre el metal retorcido) a la 1:29 a. m. “¡Comisario, el puente en su totalidad se desplomó!”, gritó un agente. “Quien sea, todo el mundo, se acaba de caer el puente entero”. Minutos después de que el puente se vino abajo, los dos remolcadores que habían acompañado al Dalí llegaron al lugar, seguidos poco después de la Guardia Costera y las primeras unidades del Cuerpo de Bomberos de la Ciudad de Baltimore. Dos de los trabajadores que habían estado en el puente fueron rescatados del agua. Los demás no pudieron ser localizados. Jack Murphy, propietario de Brawner Builders, la empresa cuyos trabajadores habían estado en el puente, recibió una llamada telefónica sobre el derrumbe y condujo de inmediato a la zona, a unos 30 minutos. El barco de los guardacostas y los equipos de submarinismo ya estaban buscando en el agua a los desaparecidos. Pasó la noche junto al puente y empezó a llamar a las familias de los desaparecidos. La policía informó el miércoles de que se habían encontrado los cadáveres de dos trabajadores en una camioneta roja cerca de los escombros del puente. Fueron identificados como Alejandro Hernández Fuentes, inmigrante mexicano de 35 años, y Dorlián Ronial Castillo Cabrera, guatemalteco de 26 años.
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