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Entre ecos y sombras: Irán en el laberinto de la guerra


2024-04-21

Luciano Zaccara | Política Exterior

La capacidad de Irán para consolidar su posición como actor clave tras el conflicto de Gaza determinará en gran medida la reconfiguración del equilibrio de poderes en Oriente Medio.

La guerra iniciada en Gaza tras los ataques de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023, ha marcado no solo un nuevo y trágico capítulo en el conflicto israelí-palestino, sino que también ha resaltado el papel significativo de Irán en este escenario particular y en la región en general. Desde el comienzo del conflicto, la atención mediática se ha centrado en Irán, sobre todo en lo que respecta a su apoyo a Hamás, tanto a nivel intelectual como material. Aunque Israel y Estados Unidos han evitado acusarlo directamente por la falta de evidencia concreta, ambos han insinuado que el ataque no podría haberse realizado sin el beneplácito de Teherán.

El apoyo de Irán a Hamás a través del “eje de la resistencia” ha demostrado ser uno de los pilares de la política regional iraní, que ha encontrado en la disuasión asimétrica y la batalla discursiva las principales herramientas para conseguir sus objetivos diplomáticos y estratégicos.

Irán e Israel: la dinámica de tensión y represalias

Aunque las acusaciones contra Irán surgieron inmediatamente tras el 7 de octubre –incluso medios israelíes como Haaretz aseveraron que había sido una revancha por el asesinato del general Qasem Soleimani en enero de 2020–, la falta de pruebas concretas ha dificultado vincular directamente a Teherán con las decisiones y acciones de Hamás. El Wall Street Journal informaba apenas un día después del ataque sobre reuniones en Beirut entre dirigentes de Hamás, Hezbolá y la Guardia Revolucionaria iraní, donde presuntamente se habría organizado el atentado. Pero Irán ha mantenido una postura cautelosa, evitando reconocer cualquier participación directa en los ataques contra Israel. Esta cautela también se ha extendido a los ataques lanzados desde territorio yemení por parte de la milicia hutí y los disparos de cohetes desde el sur de Líbano por Hezbolá. Irán es consciente de las represalias que podría enfrentar por reconocer un ataque directo, prefiriendo distanciarse de las decisiones operativas, las cuales, según Teherán, dependen exclusivamente de los mandos de los grupos aliados.

Sin embargo, esta precaución no ha evitado que Irán sea objetivo de ataques tanto en su propio territorio como contra sus intereses y personal militar en la región, algunos de los cuales han sido abiertamente atribuidos a Israel, tanto antes como después del 7 de octubre. Destacan dos en Damasco, un primero que provocó la muerte de cinco oficiales de alto rango de la brigada Al Qods de la Guardia Revolucionaria iraní el 24 de enero de 2024, y otro en instalaciones militares iraníes en las afueras de la capital siria cinco días después, que, sin embargo, no reportó víctimas iraníes.

Es importante recordar que estos hechos no son un fenómeno nuevo. Según el proyecto “The Iran Primer”, del United States Institute of Peace, se han registrado 24 atentados en territorio iraní atribuidos a Israel desde enero de 2010 hasta enero de 2023. Estos incluyen episodios de guerra cibernética, como el famoso virus Stuxnet que afectó instalaciones nucleares iraníes, ataques letales con drones contra científicos nucleares e instalaciones sensibles, y atentados contra personalidades específicas ejecutados por individuos en vehículos en la propia capital iraní. El último de estos, informado por el New York Times el 16 de febrero pero no confirmado oficialmente por Tel Aviv, fue la explosión simultánea en diversos tramos de dos gasoductos que suministran gas para consumo urbano, y una planta química cerca de Teherán.

También a partir de 2013, la Guardia Revolucionaria iraní sufrió una serie de ataques en territorio sirio, acumulando más de 100 incidentes desde entonces hasta 2018, según “The Iran Primer”. Estos eventos transformaron a Siria en un campo de batalla virtual para la guerra (no tan) fría entre Israel e Irán, elevando el riesgo de que el conflicto se expandiera a nivel regional. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha sido enfático en su rechazo a la presencia militar iraní cerca de los Altos del Golán desde que Teherán acudiera en auxilio de su aliado Bashar Al Assad, y anunció medidas decisivas al respecto, que hasta ahora ha cumplido. Entre los incidentes más significativos destacan el asesinato del brigadier general iraní Mohammad Ali Allah Dadi, el 18 de enero de 2015, en el lado sirio de los Altos del Golan; el bombardeo de la base militar de Al Kiswah, cerca de Damasco, el 3 de diciembre de 2017, que provocó la muerte de 12 soldados iraníes; y un intenso ataque el 9 de mayo de 2018 que, según el Washington Post, dejó un saldo de 18 militares iraníes fallecidos.

Además, el 3 de enero de este año, Irán sufrió un ataque el día del aniversario del asesinato del general Qasem Soleimani en la ciudad de Kerman, que provocó 103 fallecidos. Este atentado suicida, el más mortífero en décadas en Irán, fue reivindicado por Daesh, a pesar de las acusaciones de Irán hacia Israel y Estados Unidos. Según información publicada por Al Yazira el 24 de enero, las autoridades estadounidenses habrían incluso advertido a Teherán sobre la posibilidad de estos ataques. Como respuesta, Irán atacó objetivos supuestamente vinculados a Daesh en Siria e Irak, así como una supuesta base del Mossad israelí en Erbil, capital de la región autónoma del Kurdistán, aunque esta acción no fue confirmada por Tel Aviv.

Irán, la guerra de narrativas y la opinión pública árabe

La guerra en Gaza se desarrolla no solo en una batalla sobre el terreno, marcada por desigualdades militares y un muy alto coste en vidas palestinas, sino también en una disputa de narrativas por parte de los distintos actores involucrados. En este ámbito, Irán destaca nuevamente como uno de los protagonistas principales, logrando esta vez, al menos de momento, un éxito notable en la articulación de su discurso. Irán ha utilizado esta oportunidad para influir en la opinión pública y las relaciones diplomáticas de manera efectiva, como lo ha hecho en el pasado. Este enfoque había ya facilitado la normalización de relaciones con países clave como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos entre 2021 y 2023, además de abrir canales de diálogo con Egipto y Baréin. Este movimiento estratégico ha reforzado también la posición de Siria, principal aliado iraní en la región, al ser reincorporado a la Liga de Estados Árabes. Y ahora, con la guerra en Gaza, Irán vuelve a reafirmar su postura en contra de los acuerdos de paz con Israel, desde los de Camp David de 1979 hasta los de Abraham en 2020, que ha mantenido de manera constante desde la Revolución Islámica.

El discurso del “eje de la resistencia” promovido por Irán, y que cuenta con la participación de Siria, Hezbolá, Hamás, las milicias iraquíes y hutíes, ha resonado ampliamente entre la población árabe, que a menudo ve con mejores ojos la postura de Teherán sobre Palestina frente a la de sus propios gobiernos, limitados por compromisos anteriores con Israel. Esta percepción favorable ha beneficiado a Irán durante los meses de conflicto, a pesar de las restricciones y limitaciones impuestas tanto por parte de la comunidad internacional como por el contexto regional no siempre favorable a Teherán.

Así lo ha reflejado una encuesta publicada el 8 de febrero de este año por el Arab Center Washington DC. La encuesta se realizó dentro de los primeros tres meses de la guerra, entre el 12 de diciembre de 2023 y el 5 de enero de 2024, en 16 naciones árabes, y abarcaba a más de 8,000 encuestados, representando más del 95% de la población árabe. El aspecto más relevante de las conclusiones es, sin duda, que Irán ha emergido como el actor regional más influyente en su respuesta a la guerra de Israel en Gaza, con el 48% de los encuestados expresando apoyo a la postura de Teherán, por delante de otros actores regionales e internacionales como Turquía, China, Rusia, Alemania y Francia. La percepción relativamente positiva respecto a Irán también se da frente a la opinión negativa hacia las respuestas de los propios Estados árabes ante la guerra. Los resultados indican un cambio en la percepción, con Irán visto como una amenaza menor para la seguridad y estabilidad regional después del conflicto en Gaza en comparación con 2018. Mientras que el 7% de los árabes considera a Irán como la principal amenaza (frente al 13% en 2018), el 51% identifica las políticas de Estados Unidos como las más amenazantes, seguido por Israel con el 26%.

La capacidad de Irán para capitalizar a largo plazo el apoyo popular árabe hacia su postura en el conflicto de Gaza dependerá de cómo se desenvuelva la crisis en los próximos meses, y de su habilidad para mantener un discurso firme que, sin embargo, alinee coherentemente la narrativa con la acción. Las autoridades iraníes han repetido en numerosas ocasiones que se “reservan el derecho de responder” a los ataques sufridos cuando crean conveniente, además de emitir permanentes amenazas contra Israel por su accionar en Gaza, que hasta el momento no ha ejecutado al menos de forma directa. La opinión pública árabe y en general del Sur Global, más sensible a la causa palestina que la occidental, podría abandonar su apoyo a Irán precisamente por sus promesas incumplidas. A esto se le añade un elemento contrario, que es la percepción de la población iraní de una respuesta insuficiente por parte de su gobierno frente a ataques contra sus intereses y su territorio, así como un creciente descontento interno por la considerable inversión de recursos en el extranjero que Irán viene haciendo desde hace décadas en apoyo a causas regionales, pese a enfrentar desafíos económicos no resueltos en casa como resultado, en parte, de las sanciones internacionales.

Los límites de la disuasión asimétrica iraní

Consciente de sus limitaciones estratégicas frente al armamento convencional y la inviabilidad de un conflicto directo contra potencias como Estados Unidos e Israel, Irán ha perfeccionado a lo largo de las últimas décadas una estrategia de disuasión asimétrica altamente efectiva. Esta estrategia abarca el desarrollo y la implementación de capacidades no convencionales, incluyendo la guerra cibernética, el uso de drones militares de bajo coste, y una presencia activa en las aguas del golfo Pérsico mediante lanchas rápidas, áreas en las cuales Irán ha conseguido una ventaja comparativa respecto a sus vecinos y, en ciertos aspectos, incluso frente a potencias como Estados Unidos. Este enfoque se evidenció en varios incidentes entre 2019 y 2020, cuando Irán y Estados Unidos rozaron el umbral de un enfrentamiento directo. La disuasión asimétrica demostró ser efectiva para prevenir un ataque a gran escala contra Irán, aunque no logró evitar acciones significativas como el asesinato del general Soleimani en territorio iraquí por parte de Estados Unidos.

Irán ha desarrollado una estrategia de disuasión asimétrica efectiva, pero sin transformar el equilibrio de poder ni las estructuras políticas fundamentales de la región.

La estrategia de Irán ha desempeñado un papel crucial en la reanudación de las relaciones diplomáticas con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, superando las tensiones previas que datan de 2016. La firma de los acuerdos de Pekín en marzo de 2023 entre Irán y Arabia Saudí revitalizó los pactos de seguridad de 2001, centrados en asegurar que Irán no constituyera una amenaza militar para los Estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo, y viceversa. Esta aproximación, evidencia del pragmatismo iraní, buscó atenuar las tensiones en el golfo Pérsico, coincidiendo con la firma de los Acuerdos de Abraham por EAU y el anuncio del posible reconocimiento de Israel por parte de Mohamed bin Salmán, justo días antes del ataque de Hamás. A pesar de las críticas de Irán hacia la normalización con Israel, esto no impidió un acercamiento entre Tel Aviv y sus vecinos árabes, demostrando una capacidad de maniobra diplomática que prioriza la estabilización regional por encima de diferencias ideológicas y basándose en el éxito de su disuasión asimétrica.

No obstante, la estrategia de Irán, si bien ha cosechado éxitos, enfrenta desafíos y limitaciones significativas. Aunque la disuasión asimétrica y la influencia en la narrativa son herramientas poderosas, estas no pueden transformar radicalmente el equilibrio de poder ni las estructuras políticas fundamentales en Oriente Medio, tal como Teherán desearía. La actual guerra en Gaza ha evidenciado la intrincada geopolítica de la región, situando a Irán como un actor clave, aunque no el único, en un entorno altamente complejo y volátil.

El principal desafío para Irán radica en la posibilidad de un error de cálculo en este delicado juego de equilibrios, donde la interacción entre múltiples actores estatales y no estatales, cada uno con sus agendas y capacidades, podría desencadenar consecuencias imprevistas. Lo sucedido en 2020, con la muerte de Soleimani y el trágico error de la defensa aérea iraní al derribar un avión civil con 290 pasajeros iraníes a bordo sirven como ejemplo. Un paso en falso no solo pondría en riesgo los logros de Irán hasta el momento, sino que también podría exacerbarse por la prolongación del conflicto en Gaza, lo que pone a prueba la habilidad de Irán para sostener un enfrentamiento indirecto y de baja intensidad, evitando una confrontación directa con Israel y Estados Unidos.

Además, Irán debe asegurar la cohesión del “eje de la resistencia”, manteniendo a sus aliados motivados y unidos, a pesar de las presiones y desafíos que supone enfrentarse a Estados Unidos e Israel. Esto incluye evitar deserciones o críticas por la falta de acciones directas de Teherán, mientras que otros actores con menores recursos, como los hutíes en el mar Rojo, sufren en su propio territorio las consecuencias de enfrentarse directamente a Israel y a sus aliados occidentales. La gestión de estas complejidades es crucial para preservar la influencia y los avances estratégicos de Irán en la región.

Irán en una región en transformación

Tras el 7 de octubre, Oriente Medio enfrenta un punto de inflexión del cual aún es difícil prever todas sus consecuencias. La guerra en Gaza no solo ha evidenciado las profundas tensiones sin resolver entre Israel y Palestina, y que seguramente tampoco se verán resueltas al final de esta guerra, sino que ha servido como catalizador para remarcar la ascendente influencia de Irán en la geopolítica de la región. Este cambio se produce a expensas de la imagen y la legitimidad que Estados Unidos y la Unión Europea ostentaban anteriormente entre las sociedades de Oriente Medio, debido a su percibida inacción frente al sufrimiento de la población palestina durante ya cuatro meses de asedio y bombardeos constantes. También a expensas de los gobiernos árabes que han firmado acuerdos de paz con Israel y que, según sus propios ciudadanos, no están haciendo lo suficiente por la causa palestina.

A medida que el conflicto evoluciona, el debate sobre el papel de Irán y su estrategia de resistencia se intensifica, convirtiéndose en cruciales puntos de análisis y discusión dentro de la esfera internacional. Esto es esencial no solo para medir el éxito de Teherán al alcanzar sus metas declaradas, sino también para evaluar las implicaciones a largo plazo de su victoria tanto en el plano discursivo como estratégico. La capacidad de Irán para consolidar su posición tras el conflicto determinará en gran medida la reconfiguración del equilibrio de poderes en Oriente Medio.



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