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La promesa del Espíritu Santo


2024-05-19

Por Gabriel Jaime Pérez, SJ 

"Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor"

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor, que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, lo conocen porque vive en ustedes y está con ustedes. No los dejaré huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero ustedes me verán y vivirán, porque yo sigo viviendo. Entonces sabrán que yo estoy con mi Padre, y ustedes conmigo y yo con ustedes. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él». (Juan 14, 15-21)

Las lecturas bíblicas de hoy (Hechos de los Apóstoles 8, 5-8.14-17; 1 Pedro 3, 15-18 y Juan 14, 15-21) nos preparan para las próximas fiestas de la Ascensión y de Pentecostés. Meditemos sobre lo que en estas lecturas nos dice la Palabra de Dios, aplicándola a nuestra vida.

1.  “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos”

Cuando Jesús dice “mis mandamientos”, habla siendo el mismo Dios que les había dado a los israelitas el decálogo, pero llevándolo ahora a su plenitud, en el sentido no sólo de evitar hacer el mal (“no matarás”, etc.), sino además de procurar el bien de todos amando incluso a los enemigos. Esta exhortación forma parte de su testamento en aquella cena pascual en la que nos dejó su “mandamiento nuevo” de amarnos unos a otros como Él mismo nos ha amado (Juan 13, 34; 15,12.17): con un amor misericordioso llevado hasta el extremo (Juan 13,1), hasta las últimas consecuencias.

No amemos con meras palabras o de labios para afuera, sino de verdad y con hechos. Esto que dice la 1ª Carta de Juan (3, 18) corresponde a lo que en el Evangelio de hoy nos dice Jesús: Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos. San Ignacio de Loyola (1491-1556) escribiría en sus Ejercicios Espirituales: el amor se debe poner más en las obras que en las palabras [EE 230], lo cual equivale a su vez al conocido refrán que dice: obras son amores, no buenas razones.

2.  “Yo le pediré al Padre que les dé otro defensor, el Espíritu de la verdad”

Otras traducciones emplean en lugar de “defensor” la palabra paráclito, proveniente de para-cletos, que es literalmente la de texto griego y en latín se traduce como ad-vocatus: abogado. Y cuando Jesús habla de “otro” defensor, implícitamente está diciendo que será alguien que vendrá a acompañar a sus discípulos después de Él haber partido a la eternidad. Jesús mismo en su vida terrena había sido su protector, y ahora les está anunciando que vendrá “otro”, y agrega que ese “otro defensor” (o “consolador”, como lo llaman otras versiones) será el Espíritu Santo, al que llama luego “Espíritu de la verdad”, es decir, el que nos hace posible reconocer desde la fe lo que es en verdad Jesús y dar un testimonio veraz y creíble de su resurrección con nuestras palabras y nuestras obras.

La primera lectura (Hechos de los Apóstoles 8, 5-8.14-17) nos muestra a los apóstoles Pedro y Juan orando por los creyentes en Jesucristo resucitado que habían sido bautizados en su nombre, pero todavía “no habían recibido el Espíritu Santo”, e imponiéndoles luego las manos para que lo recibieran. Esto parece querer decir que habían recibido el sacramento del Bautismo, pero les faltaba el de la Confirmación, que para cada cristiano o creyente en Cristo equivale a la actualización del acontecimiento de Pentecostés en su propia vida.

Teniendo esto en cuenta, preparémonos interiormente para celebrar dentro de dos semanas la gran fiesta de Pentecostés, en la que se actualiza para nosotros el acontecimiento de la venida del Espíritu Santo, el mismo que les hizo posible a los primeros discípulos de Jesús, y nos hace también posible a nosotros si lo dejamos actuar en nuestra vida, el cumplimiento cabal del compromiso que significa creer en Él y proclamar su resurrección dando testimonio de esta fe con nuestras obras.

3.  “Estén siempre prontos para dar razón de su esperanza”

Esta exhortación de la segunda lectura (1 Pedro 3, 15-18) constituye una invitación a dar testimonio de nuestra fe mediante la coherencia entre lo que afirmamos que creemos y lo que hacemos, es decir, con la honestidad y la rectitud de nuestro comportamiento. El apóstol agrega: “pórtense de tal modo que tengan tranquila su conciencia, para que los que hablan mal de su buena conducta como creyentes en Cristo, se avergüencen de sus propias palabras”.

Una de las formas de dar razón de nuestra esperanza es asumir con paciencia las dificultades que nos pueden sobrevenir, como los primeros cristianos que sufrieron la persecución. Ellos padecieron la incomprensión siguiendo el ejemplo de Jesús. Ahora bien, pensemos cuánto sufren a la larga quienes se pasan la vida engañando, envidiando, haciendo daño, alimentando odios, desarrollando rencores, maquinando venganzas. Por eso, dice Pedro: “Es mejor sufrir por hacer el bien, si tal es la voluntad de Dios, que por hacer el mal…” (1ª Pe 3, 17).

Pidámosle pues a Jesús resucitado que nos alcance de Dios Padre y nos dé Él mismo la fuerza del Espíritu Santo, para demostrar con nuestras obras la fe que proclamamos, y así dar razón de nuestra esperanza como la dieron a partir de Pentecostés, luego de estar en oración con María santísima, los primeros discípulos y discípulas de Jesús. E invocando la intercesión de la gloriosa Madre de Dios y Madre nuestra, oremos con esta hermosa plegaria de la liturgia de la Iglesia, aplicándola muy especialmente, en esta fecha en la que se celebra en Colombia el Día de las Madres, a todas las mujeres que tienen el don y la misión de la maternidad: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Así sea.

Preguntas para la reflexión

¿Qué sentimientos internos o mociones suscita en mí la frase de Jesús: “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos”?

¿Cómo he experimentado la presencia del Espíritu Santo en la historia de mi vida y en mi vida diaria, y cómo siento que necesito su acompañamiento?
    
¿Cómo siento que debo “dar razón de mi esperanza” con respecto a la realidad de mi familia, de mi trabajo, de la ciudad y del país en que vivo?



JMRS


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