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Claudia Sheinbaum es la primera persona judía en llegar a la presidencia en México
Simon Romero y Natalie Kitroeff / NYT La virtual presidenta es hija de padres judíos, pero en campaña no destacó su herencia. México eligió el fin de semana a su primera presidenta judía, un hecho relevante en un país con una de las poblaciones católicas más numerosas del mundo. Pero si este es un parteaguas para México, también ha pasado a segundo plano porque la virtual ganadora, Claudia Sheinbaum, también se dispone a ser la primera mujer que lidera el país en su historia. Hay otro motivo por el cual su judaísmo se ha discutido relativamente poco. Sheinbaum, de 61 años, raras veces discute su herencia. Cuando lo hace, suele expresar una relación más distante con el judaísmo que muchos otros en la comunidad judía mexicana, presente desde los orígenes mismos del país y que hoy asciende a alrededor de 59,000 personas en un país de 130 millones de habitantes. Anuncios de campaña del partido de Sheinbaum en Ciudad de México el sábado (Cesar Rodriguez/The New York Times) “Claro que conozco de dónde vengo, pero mis padres siempre fueron ateos”, le dijo Sheinbaum a The New York Times en una entrevista de 2020. “Nunca pertenecí a la comunidad judía, y crecimos pues como alejados un poco de eso”. Los padres de Sheinbaum eran de izquierda y estaban involucrados en la comunidad científica, y a ella la criaron en un hogar laico de Ciudad de México en las décadas de 1960 y 1970, una época de considerable agitación política en México. “El modo en el que abrazó su propia identidad mexicana, desde muy chica, tiene su origen en la ciencia, el socialismo y el activismo político”, dijo Tessy Schlosser, historiadora y directora del Centro de Documentación e Investigación Judío de México. Además, la historia migratoria de Sheinbaum, como descendiente de judíos que emigraron a México en el siglo XX, “no le da ningún capital político” en un entorno político en el que los candidatos a menudo aluden a sus raíces mestizas o indígenas, dijo Schlosser. El padre de Sheinbaum, Carlos Sheinbaum Yoselevitz, empresario e ingeniero químico, era hijo de judíos asquenazí que huyeron de Lituania a principios del siglo XX. Su madre, Annie Pardo Cemo, bióloga y profesora emérita en la Universidad Nacional Autónoma de México, es hija de judíos sefardíes que salieron de Bulgaria antes del Holocausto. Pero si bien Sheinbaum ha minimizado sus vínculos al judaísmo, sus orígenes no han pasado del todo desapercibidos, revelando resabios de xenofobia y antisemitismo bajo la superficie de la política mexicana. Luego de surgir como contendiente presidencial el año pasado, Sheinbaum enfrentó ataques que cuestionaban si había nacido en México o si era siquiera mexicana. Entre quienes encabezaron los ataques estaba Vicente Fox, un expresidente conservador que llamó “judía búlgara” a Sheinbaum. Ella respondió difundiendo una copia de su acta de nacimiento, en donde se consignaba su lugar de nacimiento como Ciudad de México. “Soy 100% mexicana, orgullosamente hija de padres mexicanos”, escribió. Aun así, la candidatura de Sheinbaum ha llamado la atención hacia la comunidad judía de México y la variedad de reacciones de algunos judíos mexicanos a su ascenso político. Si bien personas judías llegaron por primera vez a México en 1519, durante la Conquista española, y siguieron llegando la época colonial para escapar la persecución en Europa, fue en el siglo XX que la población aumentó considerablemente. Una gran cantidad de judíos en México tiene orígenes en Siria, mientras que otros llegaron de otros lugares del Imperio otomano o de Europa. Con casi 100 millones de católicos y 14 millones de protestantes, México sigue siendo primordialmente un país cristiano, según las cifras de un censo de 2020. Pero los mexicanos judíos hace mucho tiempo que participan en la vida pública de forma destacada, como los periodistas de la televisión Jacobo Zabludovsky y Leo Zuckermann; escritores como Margo Glantz y Enrique Krauze; y políticos como Salomón Chertorivski, un candidato progresista que este año intentó, infructuosamente, de llegar a la jefatura de gobierno de Ciudad de México. Sabina Berman, escritora y periodista judía, figura entre los judíos mexicanos destacados que se han puesto del lado de Sheinbaum, describiéndola como “disciplinada” y “gran candidata” Pero dichos respaldos están lejos de ser unánimes, lo que refleja el escepticismo entre algunos en la comunidad judía mexicana sobre las inclinaciones izquierdistas de Sheinbaum, protegida del actual y combativo presidente, Andrés Manuel López Obrador. En una instancia, Carlos Alazraki, un destacado ejecutivo de la publicidad, dijo que Sheinbaum era “absolutamente resentida” hacia las personas con recursos económicos debido a que la habían criado padres que calificó de “comunistas”. “La envidia que le tiene a la clase media hacia arriba es impresionante”, dijo. “Es vengativa”. De manera más amplia, Sheinbaum también enfrentó críticas durante la campaña, cuando se le acusó de aprovecharse de figuras religiosas para llegar a los votantes católicos. Luego de reunirse con el papa Francisco, sus oponentes cuestionaron sus creencias y se valieron de imágenes anteriores en las que vistió una falda con la Virgen de Guadalupe, una figura de enorme importancia para el catolicismo mexicano. “Las dos tuvimos un encuentro con el papa”, dijo Xóchitl Gálvez, su principal rival en la contienda, en un debate reciente. “¿Le contaste a Su Santidad cómo usaste la Virgen de Guadalupe en una falda a pesar de que no crees en ella ni en Dios?”. Después de esos ataques, cuando se le insistió para que respondiera si creía en Dios, Sheinbaum dijo: “Soy una mujer de fe y soy una mujer de ciencia”, y acusó a Gálvez de faltar el respeto al Estado laico, un pilar central del sistema político mexicano. Las propias declaraciones de Sheinbaum en el pasado ofrecen una imagen más matizada de la identidad de Sheinbaum. “Yo crecí en realidad sin religión, así me educaron mis padres”, dijo Sheinbaum en un evento organizado por una organización judía en Ciudad de México en 2018. “Pero evidentemente la cultura se trae en la sangre”. A Arturo Cano, autor de su biografía, le dijo que celebraba Yom Kipur y otras festividades judías con sus abuelos, pero que era “más cultural que religioso”. Como otros judíos laicos en México, Sheinbaum también ha dicho que no la obligaron a casarse en la fe; sus dos matrimonios han sido con no judíos. “Nunca fue así de ‘te casas con un judío’, cosa que le pasó a mi mamá”, le dijo Sheinbaum al Times. En un texto para un diario mexicano, Sheinbaum dijo que su abuelo paterno se fue de Europa porque era “judío y comunista” y que sus abuelos habían escapado de “la persecución Nazi”. “Muchos de mis familiares de esa generación fueron exterminados en los campos de concentración”, expresó en una carta a La Jornada de 2009, en la que también condenaba lo que describió como “asesinato de civiles palestinos” durante una campaña de bombardeo israelí a la Franja de Gaza. Desde que la guerra estalló el año pasado, Sheinbaum ha condenado los ataques a civiles, llamado a un cese al fuego y declarado que apoya una solución de dos Estados. Está por verse de qué modo, como presidenta, gestionará la postura de México en la guerra, un asunto cada vez más contencioso en el país. Apenas la semana pasada, manifestantes propalestinos chocaron con la policía afuera de la embajada de Israel en Ciudad de México y el gobierno de México se alineó a fin de apoyar el caso de Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia que acusa a Israel de genocidio. aranza |
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