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Cómo la lluvia provoca inundaciones destructivas
Por Hannah Fuchs | DW Muchas personas en el sur de Alemania están sufriendo actualmente una catástrofe: ríos desbordados, represas colapsadas, sótanos inundados y sistemas de alcantarillado fuera de servicio. Cientos de personas ya han tenido que ser evacuadas, al menos cuatro personas murieron, entre ellas, un bombero. Otras están desaparecidas. La naturaleza y sus poderosos elementos nos demuestran una y otra vez quién lleva ventaja, y no es precisamente la gente. Pero ¿cómo puede el agua desarrollar tal poder? Esta es exactamente la pregunta a la que responde el Dr. Michael Dietze, de la Sección de Geomorfología del Centro Helmholtz de Potsdam, en el sitio web del Centro Alemán de Investigación en Geociencias GFZ. En primer lugar, es importante saber que un metro cúbico de agua pesa una tonelada. Así que "el agua puede generar una enorme presión cuando choca directamente contra un obstáculo. Cuando se pone en movimiento, genera enormes fuerzas que actúan sobre automóviles o contenedores y pueden simplemente empujarlos si no están bien anclados", explica Dietze. Las fuertes lluvias son uno de los peligros más subestimados, advierte el Servicio Meteorológico Alemán (DWD). Son difíciles de predecir y rara vez ocurren en un solo lugar. Aunque los meteorólogos pueden predecir la región en la que caerán las precipitaciones, no llegan a predecir exactamente cuándo o cuánto lloverá en un lugar en particular. Esto significa que pueden producirse daños graves en regiones donde inicialmente no se esperarían, incluso lejos de ríos más grandes o valles estrechos. "Las fuertes lluvias aportan cantidades tan grandes de agua al suelo -a menudo ya saturado por lluvias anteriores-, que ya no puede filtrarse", explica el geomorfólogo Dietze. Diferentes suelos absorben el agua de forma diferente En estos casos, no sólo importa la cantidad de agua, sino también su flujo en el suelo. Es decir, cuán bien puede el suelo absorber, almacenar o filtrar agua. Y eso depende de factores como el tamaño de los poros de las partículas del suelo. Los llamados coloides del suelo son partículas con un diámetro inferior a dos micrómetros (0,002 mm). Estas partículas son tan pequeñas que no pueden verse a simple vista, pero llegan a conformar grandes superficies a las que se unen las moléculas de agua. Los suelos limosos y arcillosos contienen muchos de estos coloides, en los que el agua queda retenida y no puede drenar. Estos suelos contienen pocos poros y, por lo tanto, una vez completamente empapados, pueden almacenar más agua que, por ejemplo, los suelos arenosos. La arena, por el contrario, tiene muchos poros grandes llenos de aire debido al gran tamaño de sus granos y contiene sólo unos pocos coloides. Por lo tanto, difícilmente puede retener el agua, y esta se drena rápidamente. Las condiciones del suelo antes de la lluvia importan Por otra parte, los suelos sanos y ricos en humus, es decir, los que no están sellados, ni endurecidos ni compactados, pueden absorber y almacenar más agua de lluvia, que luego está disponible para plantas y animales del suelo. El resto se filtra y contribuye a la formación de aguas subterráneas. Sin embargo, si de repente llueve mucho después de un largo período de sequía, los suelos no pueden absorber tanta agua a la vez. El resultado: el agua no se filtra, sino que sale a la superficie. El agua se abre camino y arrastra Una vez en la superficie, el agua no tiene más remedio que escurrirse, abriéndose paso hacia arroyos y ríos. "Una vez que llega a estos canales, puede alcanzar velocidades muy altas", afirma Dietze. El agua por sí misma no es suficiente para arrasar casas y calles. Pero junto al agua actúan las partículas que esta transporta, y que también impactan el suelo, las calles y las paredes de las casas, provocando una enorme erosión. "Esta interacción del material transportado, y el poder de simplemente arrastrar el material que queda expuesto, le da al agua que fluye rápidamente el poder de causar un daño enorme en un corto período de tiempo", explica el investigador del Centro Helmholtz de Potsdam. Este tipo de crecidas e inundaciones ocurren en cualquier lugar donde puedan producirse fuertes precipitaciones. Y estas son particularmente peligrosas en las altas montañas, donde el fallo repentino de las represas provoca el desbordamiento de lagos enteros o desprendimientos de tierra que derriten enormes cantidades de hielo, provocando inundaciones en los valles estrechos. Antes de que llegue el agua Hay formas de advertir sobre fenómenos meteorológicos extremos. "Por ejemplo, los pronósticos meteorológicos pueden incorporarse a modelos hidrológicos para hacer predicciones sobre la ocurrencia y probabilidad de inundaciones", afirma Dietze. Sin embargo, los procesos de erosión siguen siendo problemáticos. "Es difícil predecirlos, sobre todo porque estos eventos ocurren muy rápidamente y su intensidad es difícil de evaluar con precisión", advierte el geomorfólogo. Utilizando imágenes de satélite y, sobre todo, sismómetros, los investigadores intentan desde hace varios años monitorear las inundaciones casi en tiempo real y calcular su intensidad. aranza |
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