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La prisa de López obrador por reformar al Poder Judicial, justo antes de que se le terminé el verdadero poder
Por | Enrique Pérez Quintana Cuando renunció Arturo Zaldívar Lelo de Larrea a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, (SCJN) el 7 de noviembre de 2023, empezó la campaña de Andrés Manuel López Obrador, titular del Poder Ejecutivo Federal, en contra del Poder Judicial Federal. Al frente de la SCJN, como presidenta, fue electa la ministra Norma Piña. La nueva presidenta no fue bien vista por López Obrador. En aquel momento comentó que era contraria a la 4T y en diferentes ocasiones había votado en contra de los asuntos de interés para la Presidencia de la República. Algunas descortesías del presidente empezaron a crear distancia institucional entre ambos poderes. En el discurso de la mañanera López Obrador incluyó, con frecuencia creciente, ataques en contra de la SCJN, algunos ministros y agregó al Consejo de la Judicatura Federal, también presidido por la ministra Norma Piña. Los ha acusado de ser corruptos, estar al servicio de las élites de poder y ser sus protectores. Se pronunció en contra de los jueces que otorgaron amparos que frenaron las obras emblemáticas de su gobierno, como el Tren Maya. Desde la mañanera López Obrador empezó a sembrar la idea sobre la necesidad de llevar a cabo una profunda reforma en el Poder Judicial que incluya la elección por voto popular de magistrados y jueces, para que los tres poderes federales, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, sean electos por los ciudadanos. El pasado 5 de febrero, en la ceremonia del Día de la Constitución, Andrés Manuel López Obrador anunció que enviaría al Congreso de la Unión 20 iniciativas de ley, algunas de ellas reformas constitucionales en materia indígena, salarial, educación, salud, electoral y al Poder Judicial, entre otras. En aquel momento reconoció que no pasarían el trámite en el Poder Legislativo porque no tenía Morena y aliados la mayoría para llevar a cabo las reformas constitucionales. Hoy esa circunstancia cambió, los resultados electorales de 2 de junio en los que su candidata Claudia Sheinbaum y su partido Morena ganaron mayoritariamente las elecciones, es decir el control del Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo. El triunfo le vino “como anillo al dedo” a López Obrador que de inmediato manifestó su deseo de llevar a cabo la reforma del Poder Judicial. El efecto del control de Morena del Poder Legislativo y su disposición para procesar la reforma al Poder Judicial, provocó el deslizamiento negativo del peso frente al dólar y retrocesos en la Bolsa Mexicana de Valores. La virtual presidenta, Claudia Sheinbaum, intervino, ofreció consultas y discusión sobre el tema. La aparente discrepancia entre el presidente López Obrador y Claudia Sheinbaum quedó superado ayer durante la reunión que sostuvieron en Palacio Nacional. Acordaron priorizar, al inicio de la próxima legislatura, cinco reformas, entre ellas la del Poder Judicial. En los próximos días se llevará a cabo un parlamento abierto, se consultará a profesionistas, escuelas de derecho y trabajadores del Poder Judicial. Ambos obtuvieron lo que querían. Uno el compromiso de instrumentar la reforma, otra, tiempo para negociarla. La reforma va, pero preguntando a los que saben. La experiencia en este sexenio es que las consultas aportan muchas ideas, pero no logran quitarle ni una coma a los textos de López Obrador. La reunión de ayer entre el presidente que se va y la presidenta que tendremos sirvió para demostrar que López Obrador sí tiene quien lo escuche. Hoy dio la impresión, en la mañanera, de que el presidente tiene prisa. Pidió al Congreso organizar foros de manera inmediata para iniciar la discusión de su reforma constitucional el Poder Judicial. “Ya desde ahora empiecen a organizar foros. Ojalá y lo pueda hacer el Congreso, que se escuche a todos, a los de arriba y a todos los ciudadanos”. Los tiempos políticos de López Obrador se están comprimiendo. Aunque tiene todos los hilos del poder en sus manos, la mayoría de los que tendrían que aprobar su reforma constitucional, presidenta “electa”, gobernadores, senadores, diputados y legislaturas estatales, le deben su posición a él. La prisa de López Obrador al final de su sexenio, su actitud, es similar a la que tuvo cuando llegó al poder y canceló el Nuevo Aeropuerto Internacional de México, aquello fue interpretado como una demostración de quien tenía el poder. Hoy hacer que se apruebe la reforma, que dejara sin trabajo a los ministros en funciones y transformará al Poder Judicial. Parece responder al mismo impulso de demostrar quién tiene el poder hasta el último momento. Y tiene razón. Lo tendrá hasta el 30 de septiembre, después ya no será de él. Para el futuro, es previsible que, acostumbrado a que su pecho no es bodega, y sabiendo que muchos “todo se lo deben a él”, haga una que otra expresión en el ejercicio de su “derecho a disentir”. Así lo hicieron otros y les pidieron cerrar la boca. Aquí o en el extranjero. Hace mucho que entró en desuso aquella frase creada en el Maximato, hace un siglo, “Aquí vive el presidente, el que manda vive enfrente”.
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