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Donald Trump parece preocupado por las multitudes que atrae Kamala Harris
Por Shawn McCreesh | NYT Los números lo son todo para el expresidente. El primer gran mitin de la virtual candidata demócrata parece haberlo inquietado. Cuando el expresidente Donald Trump subió al escenario en su mitin en Atlanta el sábado, máquinas de humo dispararon columnas blancas en el aire para anunciar su llegada. Si te fijabas bien, casi podías imaginarte que el vapor salía de sus orejas. Durante toda la semana, algo lo había incomodado. “La loca de Kamala”, dijo al minuto de empezar su discurso. “Estuvo aquí hace una semana —muchos asientos vacíos—, pero la multitud que logró fue porque tenía animadores”. Cuatro días antes, la vicepresidenta Kamala Harris había reunido a casi el mismo número de personas (10,000) en ese lugar, el Georgia State University Convocation Center. Era el primer gran mitin de su recién nacida campaña, y contó con la participación de dos raperos (Quavo y Megan Thee Stallion) para animar a su público. Trump, quien ha sido rechazado por gran parte de la industria del entretenimiento, interpretó esto como una especie de trampa en la importante competición por el tamaño de las multitudes. “No necesito artistas”, dijo el sábado. “Lleno el estadio porque estoy logrando que América vuelva a ser grande”. Durante mucho tiempo, el juego de los números ha sido de suma importancia para Trump. Como estrella de la telerrealidad, estaba obsesionado con los índices de audiencia (“¿Qué hay en mí que hace que Larry King tenga sus mayores índices de audiencia?”, escribió en uno de sus libros). Esto solo se intensificó cuando entró en la política. Pasó su primer día como presidente tratando de convencer a los medios de comunicación de que el público de su toma de posesión era mayor que el de la Marcha de las Mujeres.(No fue así). Las multitudes que ha atraído a sus mítines durante esta temporada de campaña han sido tan numerosas como siempre. Tanto si hace un calor intenso como si hace un frío glacial, sus seguidores hacen fila durante horas para verlo. Los dos rivales anteriores de Trump, Hillary Clinton y Joe Biden, nunca pudieron competir con él en este aspecto. ¿Qué significará si su nueva contrincante puede hacerlo? Es probable que el mitin de Harris en Filadelfia el martes, cuando se espera que anuncie a su compañero de fórmula, sea todo un éxito. Después saldrá de gira por Wisconsin occidental, Detroit; Raleigh, Carolina del Norte; Savannah, Georgia; Phoenix y Las Vegas. Todo eso está empezando a afectar la psique de Trump. En Atlanta, sus aliados le aseguraron a todo el mundo que él seguía siendo el candidato más atractivo de la ciudad. “Puedo sentir la energía”, dijo el representante Mike Collins, republicano por Georgia. “Las filas son más largas esta vez. Las multitudes son más grandes esta vez”. “Todavía hay gente llegando”, dijo Burt Jones, vicegobernador de Georgia. “Es increíble”. Sin embargo, Trump no pudo evitar prestar atención a las personas que no estaban en el evento. Afirmó que los funcionarios de la Universidad Estatal de Georgia a cargo del coliseo impidieron que entrara más gente. “Tenemos hermosas cámaras preparadas para las multitudes que se desbordan”, dijo. Una enorme pantalla mostraba un video en directo de sus partidarios con gorras rojas agolpándose en el exterior bajo un calor de 32 grados Celsius. Según Trump, la medida no se trataba de un protocolo de seguridad, sino de una conspiración para humillarlo, perpetrada por la universidad y otras fuerzas malignas. En su opinión, todo está relacionado con el mayor juego de números que ha perdido. “Si van a impedir que la gente participe en nuestro mitin, imagínense lo que van a hacer el día de las elecciones”, dijo. Esto va al núcleo de la fijación del Trump por el tamaño de la multitud. Parece creer que un estadio lleno es un indicador de su victoria final, como si los votantes de ese estadio fueran representativos del país en general. En su primera campaña presidencial, los multitudinarios mítines de Trump eran la prueba de un apoyo que la clase política no entendía. “Miren el amor y la adulación, esto es como una encuesta”, dijo en un momento revelador en Atlanta. “Tenemos miles de personas. Eso es mejor que salir a pagar medio millón de dólares para que algún encuestador salga a sondear a 212 personas”. A los 30 minutos de su discurso, volvió a distraerse con las butacas: “Hay algunos asientos ahí arriba; podrían dejarlos entrar”. Se quejó del lugar del evento con la representante Marjorie Taylor-Greene, republicana por Georgia, quien estaba sentada en primera fila: “Marjorie, obviamente esta es una universidad muy liberal, supongo, ¿no? No estoy contento con la universidad”. Y afirmó que “no quieren mostrar que tenemos éxito”. Y luego volvió a hablar de Harris y el tamaño de su público. “Ella tiene que conseguirse animadores”, repitió. “Empiezan a irse en cuanto abre la boca”. Eso parecía pura proyección. Si Trump hubiera levantado la vista de su teleprompter en algún momento de la segunda mitad de su discurso de 90 minutos, habría visto a sus propios seguidores levantándose de los asientos azules brillantes y dirigiéndose a las salidas. Sin prisa pero sin pausa, salieron de todas las tribunas y secciones. En el escenario de la izquierda, un hombre con un sombrero de cowboy con estrellas se alejó de su fila en el clímax del discurso. Dos hombres con carteles con la foto de Trump se acercaron de puntillas a su pasillo un minuto después. Una joven se llevó a su familia justo cuando Trump empezó a decirles la falsedad de que “Kamala Harris dejó entrar al monstruo salvaje que asesinó a Laken Riley”. Esto ocurre en todos los mítines, hasta cierto punto. Y es más un factor de compromiso de tiempo requerido que cualquier tipo de descontento con su mensaje. Los simpatizantes acuden, hacen fotos donde aparece él en el escenario para Facebook y, en algún momento de su discurso, deciden que ya han oído suficiente y que es hora de ir a comer. Incluso así, a una hora de iniciado su discurso, el público de Atlanta se había vaciado más de lo habitual. (Al igual que Madonna, a menudo hace esperar al público una hora o más después de la hora prevista, lo que no ayuda a mejorar la situación). Grandes manchas azules habían surgido en las gradas superiores, y la gente en la cancha también había empezado a escabullirse. Los seguidores más fieles de Trump también se sentían a la defensiva por el duelo de discursos del mitin del sábado. “Creo que a ella se le dio un poco de bombo cuando salió por primera vez, pero creo que eso va a desaparecer”, dijo Mark Adent, de 57 años, vicepresidente ejecutivo de una empresa de impresión en Atlanta. Pero había algo en la actuación estelar de Harris en el mismo escenario que había inquietado a Trump. Parecía añorar los días de gloria de su primera campaña, cuando sus animados mítines no eran sino el presagio de una asombrosa victoria. Dijo que ver a dos raperos actuando como teloneros de Harris le recordaba cómo Clinton utilizaba a los músicos para convocar a las multitudes que él dominaba con facilidad. “Ella tomó la idea de Hillary”, dijo a sus seguidores. “Hillary trajo a Bruce Springsteen, nunca lo olvidaré, y el local estaba bastante lleno”. “No tan lleno como se llenan nuestros locales”, añadió rápidamente. “Yo no tengo guitarra. Pero nuestros locales son más grandes, tenemos más gente que nadie. No me importa cuántas guitarras tengan”. aranza |
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