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Cómo Trump ha utilizado los debates para menospreciar a las mujeres
Por Jess Bidgood / NYT Parece un extraño giro de la historia estadounidense que el único hombre que se ha presentado contra dos candidatas en dos elecciones presidenciales sea uno con un historial largo y explícito de denigrar a las mujeres. Desde los primeros días de su candidatura presidencial en 2015 hasta la conferencia de prensa de la Torre Trump el viernes, Donald Trump ha intentado atacar, humillar y amenazar una y otra vez a las mujeres que se interponen en su camino… en especial durante los debates. Claro está que Trump ha tratado a los hombres con intensa belicosidad, como cuando no paró de interrumpir al presidente Joe Biden durante su primer debate en 2020 y lanzó insultos personales a hombres como los senadores Marco Rubio y Ted Cruz durante las elecciones primarias de 2016. Pero un repaso a sus enfrentamientos con mujeres en el escenario muestra cómo, a lo largo de nueve años en la política, ha perfeccionado un libro de estrategias de ataques explícitamente sexistas tanto contra candidatas como contra periodistas que es probable que utilice este martes cuando debata con la vicepresidenta Kamala Harris. Trump ha utilizado su presencia física y su lenguaje corporal para intimidar a las mujeres, ha proferido amenazas veladas, se ha quejado de que eran particularmente malvadas y ha menospreciado sus calificaciones de un modo que muchas mujeres consideran abiertamente sexista. De hecho, la primera vez que habló de una candidata presidencial en el escenario de un debate, fue para jactarse del control que tenía sobre ella. “Dije: ‘Ve a mi boda’ y ella fue a mi boda. ¿Saben por qué?”, dijo Trump, para luego responder una pregunta sobre sus donaciones anteriores a Hillary Clinton en el primer debate de las elecciones primarias republicanas en 2015. “No le quedó de otra, porque yo doné”. La campaña de Trump justificó su trato hacia las mujeres y las periodistas durante los debates. “Cualquiera que contienda a la presidencia de Estados Unidos debe tener los estándares más altos posibles, independientemente de su género”, afirmó Karoline Leavitt, secretaria nacional de prensa de la campaña de Trump. “El presidente Trump ha sido un debatiente feroz contra todos los contrincantes a los que se ha enfrentado, hombres y mujeres, desde 2016”, agregó. Su historial de hostilidad física y retórica hacia las mujeres en estos momentos públicos lo expone al riesgo político y aumenta las apuestas del debate en un momento en que su apoyo entre el electorado femenino en las encuestas nacionales es débil. Las quejas Los enfrentamientos directos de Trump en el marco de los debates con mujeres comenzaron en ese mismo debate de 2015, cuando la moderadora Megyn Kelly, la única mujer en el escenario, sacó a relucir cómo Trump había llamado a las mujeres que no le gustan “cerdas gordas, perros, animales detestables y repugnantes”. Trump respondió con una broma: “Solo Rosie O’Donnell” y Kelly continuó. Trump respondió con una amenaza velada. “He sido muy amable contigo”, dijo, “aunque tal vez podría no serlo, basándome en la forma en que me has tratado, pero no lo haría”. El conflicto continuó al día siguiente cuando Trump sugirió en una entrevista en CNN que a Kelly “le salía sangre por donde quiera” en aquel tiempo. Y reveló una táctica que Trump usaría en varias ocasiones para enfrentarse a las mujeres en los debates: quejarse de recibir un trato injusto. No solo lanzó esa lastimera queja directamente contra Clinton, sino también en contra de otras periodistas que lo han cuestionado. Durante su segundo debate contra Clinton, en octubre de 2016, se quejó en varias ocasiones de que Martha Raddatz de ABC News, la única mujer que moderó uno de esos tres debates, lo trataba de manera injusta. “¿Por qué no la interrumpes a ella?”, espetó. “Me interrumpes todo el tiempo”. Los insultos La propensión de Trump a insultar a las mujeres surgió con la primera candidata presidencial a la que se enfrentó en un debate: Carly Fiorina, quien fue directora ejecutiva de Hewlett-Packard. Una semana antes del debate previo a las elecciones primarias de septiembre de 2015 en el que ambos compartieron el escenario por primera vez, la revista Rolling Stone publicó un artículo en el que Trump arremetía con fuerza contra el aspecto de Fiorina. “Mira esa cara”, había dicho Trump, según el artículo. “¿Alguien votaría por eso?”. Según Sarah Isgur, asesora de la campaña de Fiorina, la candidata se alegró en ese momento, porque pensaba que eso pondría de relieve su candidatura, aunque con un problema. “Lo que Trump hizo la impulsó”, afirmó Isgur, “pero eso hizo más probable que ella fuera vista como la mujer que se postuló” y que se le encasillara como eso. Uno de los moderadores, Jake Tapper, le preguntó a Fiorina sobre los comentarios antes de la primera pausa comercial y ella respondió con una réplica que Isgur dijo que nunca habían ensayado. “Creo que todas las mujeres en este país oyeron muy claramente lo que dijo el señor Trump”, dijo Fiorina, mientras Trump parecía encogerse de hombros y sumir todo el rostro entre ellos. Acto seguido, Trump la interrumpió para decir que, de hecho, pensaba que Fiorina era “una mujer hermosa”. El menosprecio Los debates entre Trump y Clinton del 2016 mostraron lo mucho que la candidata podía alterarlo. Hizo muecas e interrumpió durante gran parte de sus enfrentamientos y, en ocasiones, perdió la compostura. Pero, a pesar de sus dificultades, su primer debate también fue un estudio de la forma en que recurrió a suposiciones de género en un intento de hacer que Clinton, entonces la favorita de la campaña, pareciera menos presidencial, recurriendo al tipo de comportamiento que muchas mujeres reconocen como sexista. Cuando Clinton provocó a Trump llamándolo Donald, él respondió con lo que parecía una burla al título formal de la ex secretaria de Estado. “Para ser justos con... ¿la secretaria Clinton? Sí, ¿está bien?”, preguntó, mientras ella asentía. “Bien. Quiero que seas muy feliz. Es muy importante para mí”. Después lanzó un aluvión de interrupciones cuando ella planteó su experiencia como senadora y como secretaria de Estado, y él, en cambio, sacó a colación a su marido, el expresidente Bill Clinton. Es una táctica que ahora refleja la forma en que Trump a veces pasa de atacar a Harris a atacar a Biden, como si fuera el hombre el que merece más su atención, incluso si, de hecho, no se está postulando contra el otro hombre para presidente. En otro momento de ese debate, Trump trató de hacer que Clinton pareciera débil. La atacó por hacer una pausa en su campaña con el fin de prepararse para el debate. Los ataques que arrasan con todo Un par de semanas después de ese debate, Trump se reunió con Clinton para su segundo debate, en el punto más bajo de su candidatura. La grabación de “Access Hollywood”, en la que Trump se jactaba de agredir sexualmente a mujeres, se había filtrado apenas un par de días antes. Clinton decidió de antemano que no lo legitimaría dándole la mano en el escenario. Trump usó esa oportunidad para lanzar los peores ataques en contra de Clinton. “A él le encanta humillar a las mujeres, le encanta hablar sobre lo repugnantes que somos”, escribió Clinton en un libro que salió a la venta después. “Esperaba ponerme nerviosa”. En un contraataque que escandalizó a algunos de los colaboradores de Clinton, Trump invitó a las mujeres que habían acusado a Bill Clinton de insinuaciones sexuales no deseadas a sentarse entre el público del debate y trató de desviar la atención sobre la cinta de “Access Hollywood” dirigiendo su propio ataque a Hillary Clinton. “Bill Clinton abusaba de las mujeres”, declaró Trump. “Hillary Clinton atacó a esas mismas mujeres y no se tentó el corazón”. También recurrió a otra estrategia para hacer que Hillary Clinton se sintiera incómoda en el escenario. Trump se paseó por el escenario mientras ella hablaba, colocándose detrás de ella en los momentos clave. Clinton a menudo permanecía sentada cuando él hablaba, y a veces él se acercaba a ella, elevándose sobre ella y señalando en su dirección. aranza |
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