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Muere en libertad el expresidente peruano Alberto Fujimori, señalado y condenado por abusos a DDHH
LIMA (AP) — Alberto Fujimori, el expresidente que gobernó a Perú con mano durante 10 años y fue objeto de señalamientos de corrupción y abusos graves a los derechos humanos que lo llevaron a ser enjuiciado y a prisión, murió el miércoles a causa del cáncer en Lima, informó su hija, la política Keiko Fujimori. Tenía 86 años. “Después de una larga batalla contra el cáncer, nuestro padre, Alberto Fujimori acaba de partir al encuentro del Señor. Pedimos a quienes lo apreciaron nos acompañen con una oración por el eterno descanso de su alma”, publicó Keiko Fujimori en la red social X. “Gracias por tanto papá”, añadió junto a los nombres de los cuatro hijos a modo de firma. Kenji, el menor de los hijos, añadió en sus redes sociales “¡Estoy orgulloso de ti, daría mi vida una y mil veces por ti; te amo, no sabes cómo te extraño!”. Keiko, líder del partido Fuerza Popular, dijo que su padre será velado a partir del jueves y hasta el sábado en el Museo de la Nación e invitó “a todos quienes quieran despedirse de él personalmente”. Añadió que será sepultado en un cementerio privado de Lima. En la puerta de la casa donde falleció Fujimori, el oncólogo José Gutiérrez relató a la prensa que al expresidente se le había encontrado un cáncer en la lengua que no era operable, por lo que se le sometió a radioterapia y quimioterapia. En junio se fracturó la cadera y fue operado, pero luego se detectó que el cáncer se había trasladado hasta el pulmón. Por decisión de Fujimori se optó “por un tratamiento inmunológico”. “Comenzó a faltarle más el aire, se le puso más oxígeno, se comenzó a hinchar”, dijo el doctor, quien lo atendía desde febrero. Añadió que el martes por la noche “estuvo inconsciente” y alrededor de las seis de la tarde fue declarado muerto. Durante la jornada un sacerdote y enfermeros ingresaron a su domicilio y luego salieron sin declarar. El primer ministro Gustavo Adrianzén dijo a la prensa que coordinará con la familia de Fujimori para conocer su voluntad sobre el tipo de entierro que recibirá. Añadió que “las normas del protocolo oficial del Estado prevén los funerales para quienes han sido jefes de Estado”. Según la ley, cuando muere un expresidente se decreta duelo oficial el día de la inhumación y su cortejo fúnebre es encabezado por el presidente o su representante y los familiares del fallecido. La mandataria Dina Boluarte no se ha pronunciado, pero su oficina dijo en sus redes sociales que lamentaba “el sensible fallecimiento” y añadió que “Dios lo tenga en su gloria y que descanse en paz”. Durante un debate previo a las elecciones presidenciales en la que fue elegida como vicepresidenta en 2021, Boluarte describió a Fujimori como uno de los presidentes “más corruptos del mundo”. Un año después, Boluarte sucedió en el poder a Pedro Castillo, quien fue destituido de la presidencia por el parlamento. El primer hijo de japoneses en llegar a ser jefe de Estado de otro país por voluntad popular, fue elegido tres veces como presidente de Perú desde 1990 a 2000. Nació en Lima en 1938, pasó sus últimos meses de vida en libertad gracias a un indulto humanitario, el cual permitió su excarcelación en diciembre de 2023 luego de pasar 15 años en prisión con cargos por asesinato. Durante su gobierno —el último mandato de menos de un año de duración— aplicó duras medidas de ajuste económico, pero mantuvo altos niveles de popularidad. Sin embargo, huyó a Japón en 2000 en medio de fuertes cuestionamientos internacionales por abusos a los derechos humanos. Presentó su renuncia en un fax. Después, el exmandatario fue condenado a 25 años de prisión en 2009 por cargos por asesinato que lo señalaban como responsable de la creación y financiación durante su gobierno de un escuadrón militar clandestino que mató al menos a 25 personas —entre universitarios y vecinos de un barrio de la capital, incluido un niño— a quienes consideraron exguerrilleros de Sendero Luminoso. Su rápido ascenso al poder ocurrió en medio de la ruina económica en la que se encontraba Perú en julio de 1990, al término de los cinco años de gobierno de su antecesor Alan García. En agosto de ese año, la inflación mensual llegó a 397% y el país soportaba una década de sangriento conflicto armado interno entre las fuerzas de seguridad y los grupos terroristas Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. “Enfrentó al terrorismo, controló la hiperinflación y hasta el momento se sigue su línea económica para bien o para mal”, dijo a The Associated Press Yusuke Murakami, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Kyoto y experto en Fujimori. Decepcionados de los partidos políticos que no acabaron con el caos que se vivía, los peruanos eligieron como presidente en 1990 al ingeniero agrónomo Fujimori, quien entonces era un desconocido profesor de matemáticas en la Universidad Nacional Agraria de La Molina. Superó en una segunda vuelta al premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Le decían “el Chino” por sus ojos rasgados y su tez morena, que lo acercaban a la mayoritaria población de Perú: los mestizos e indígenas. Sus padres, nacidos en la provincia japonesa de Kumamoto, trabajaron como costureros, reparadores de neumáticos, repartidores de rosas y dueños de una granja avícola para mantener a los cinco hijos de la familia. Durante su campaña, pregonó con su voz aguda un gobierno de “los más capacitados y de conducta intachable”. En una ocasión, los diarios difundieron una fotografía suya vestido de karateca con cinturón negro y rompiendo un ladrillo con sus manos delgadas. Días después —en abril de 1990— ante el New York Times confesó que nunca aprendió karate y que el ladrillo ya estaba roto. Doce días después de llegar al poder, a los 52 años, aplicó las drásticas medidas, que durante su campaña había prometido no usar, para combatir la hiperinflación más alta en la historia de Latinoamérica, con 397% mensual, de acuerdo a cálculos de Steve H. Hanke, un profesor de economía aplicada de la Universidad Johns Hopkins, experto de inflación en el mundo. En un mensaje televisivo, su ministro de Economía anunció que el precio de la gasolina subiría 32 veces junto al resto de productos básicos. El costo se triplicó de un día para otro. Las filas en busca de alimentos se dispararon y ese fin de semana la policía detuvo a unos 10,000 peruanos por saquear tiendas. Según el analista Murakami —quien fue funcionario de la embajada de Japón en Lima y estuvo encargado del análisis político sobre Perú en la primera mitad de su gobierno— sus veloces decisiones “le sirvieron de algo para responder en el corto plazo a las emergencias, pero no para el mediano y largo plazo”. El 5 de abril de 1992, Fujimori anunció en un mensaje televisivo el cierre del Parlamento, la reorganización del sistema judicial y el inicio de un “gobierno de emergencia” que tendría entre sus objetivos redactar una nueva Constitución para reemplazar a la de 1979, que prohibía la reelección inmediata. “Disolver, disolver”, fue la frase con la que Fujimori anunció el llamado “autogolpe” y quedó por muchos años en el recuerdo de los peruanos. Su popularidad aumentó luego que un grupo de investigadores policiales —que recibía más apoyo de la embajada de Estados Unidos— capturó una noche de sábado de septiembre al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, y a miembros clave de su cúpula responsables de más de 12,000 asesinatos entre 1980 y 2000. Años más tarde, Fujimori sacó provecho del rescate de la residencia del embajador japonés en Lima que había sido tomada por rebeldes del Movimiento Túpac Amaru. Ese día, soldados del ejército rescataron vivos a 72 de 73 rehenes y ejecutaron extrajudicialmente a los rebeldes. Una imagen de Fujimori en chaleco antibalas y botas militares, paseando victorioso por la residencia liberada, recorrió el mundo. De acuerdo con diversos estudiosos, Fujimori inauguró un nuevo tipo de autoritarismo en la región: gobernó con un régimen autoritario de fachada democrática y gran respaldo popular. Desde las sombras, su jefe de espías Vladimiro Montesinos —exabogado de narcos y oficial expulsado del ejército— dirigió un sistema de inteligencia que, usando dinero público, favoreció a Fujimori y le allanó cualquier tipo de oposición sobornando a legisladores, jueces, fiscales y dueños de medios de comunicación. Su ambición por el poder le hizo reelegirse en 1995, cuando ganó por abrumadora mayoría. Volvió a hacerlo en 2000 a pesar de las acusaciones de fraude, pero su tercer gobierno duró poco. A finales de ese año se difundió un video en el que mostraba cómo Montesinos sobornaba a un legislador de la oposición, imágenes que desataron una ola de protestas y su eventual caída. Casi una década después de haber finalizado su gobierno, Human Rights Watch calificó su gestión como “un régimen mafioso” que se sostuvo en el poder mediante la corrupción y la manipulación de las instituciones democráticas. La prensa independiente descubrió que, durante su gobierno, un escuadrón militar clandestino financiado con dinero público asesinó a 15 vecinos durante una fiesta —entre ellos un niño de 8 años—, a nueve universitarios y a un catedrático a quienes consideraban miembros de Sendero Luminoso. En 1994 se divorció de su esposa Susana Higuchi después que ésta denunció a sus cuñados por enriquecerse con ropa donada de Japón. Fujimori le quitó el título de primera dama y se lo dio a su hija Keiko, de 19 años. Tras la separación, sus hijos se quedaron con él y Keiko se dedicó a la política, postulándose a la presidencia en 2011 y 2016. A mediados de julio, Keiko Fujimori anunció por redes sociales que su padre sería candidato presidencial en 2026, pese a que a inicios de ese mes fue operado de una fractura de cadera y se sometía a sesiones de inmunoterapia y radioterapia para tratar un tumor canceroso en la lengua que le fue detectado en mayo de 2024. Transparencia Internacional calculó en 2004 que se malversaron 600 millones de dólares durante su gobierno, y lo colocó entre los diez presidentes más corruptos del mundo. En 2005 Fujimori viajó a Chile y una corte de ese país autorizó su extradición a Perú dos años después. A su regreso se inició un histórico juicio de 15 meses que polarizó al país. Fujimori fue el primer presidente peruano en ser elegido democráticamente y procesado por violación de derechos humanos. Y aunque se defendió diciendo que era una venganza política, fue señalado como autor mediato de 25 asesinatos.Se le sentenció a 25 años de prisión. Asimismo, fue condenado por corrupción debido a un pago ilegal de 15 millones de dólares a Montesinos para sobornos en los últimos días de su gobierno. En enero de 2015, recibió una sentencia adicional por usar recursos del Estado para financiar diarios que apoyaron su segunda reelección. Esta condena se le anuló posteriormente después de que el juez señaló que no había encontrado pruebas contundentes. Fujimori debía salir libre en 2032 a los 95 años pero , pocas horas antes de la Navidad de 2017, el expresidente Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) le concedió un indulto humanitario por cuestiones de salud. Miles protestaron porque Fujimori, quien entonces tenía 79 años, era considerado un preso privilegiado: era el único reo en una cárcel de 800 metros cuadrados, podía pintar, recibir visitas, cultivar flores y escuchar óperas de María Callas, según dijo a la AP su médico personal, Alejandro Aguinaga. Los familiares de las víctimas pidieron a la Corte Interamericana de Derechos Humanos anular el indulto pero el organismo dejó el caso en manos de la Corte Suprema peruana. Tuvo que asistir a un nuevo juicio en el que se le acusaba de ser el autor mediato de la masacre de otros seis campesinos torturados, asesinados y quemados durante su gobierno. El fiscal pidió una nueva sentencia de 25 años de prisión por la masacre. Finalmente, el Tribunal Constitucional revivió en diciembre de 2023 el indulto de 2017 debido a que el exmandatario sufría de hipertensión, frecuencia cardiaca irregular y riesgo de cáncer de lengua, pór lo que ordenó su excarcelación. Se fue a vivir con su hija Keiko Fujimori, se compró un celular, renovó su documento de identidad y hace una semana, a las afueras de un hospital privado, se le preguntó si mantenía su intención de ser candidato presidencial en 2026. “Vamos a ver, vamos a ver”, respondió sonriendo. aranza |
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