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La agotadora gira del papa por Asia augura una Iglesia menos occidental
Por Emma Bubola | NYT En las últimas dos semanas, el papa Francisco se levantó con las piernas adoloridas decenas de veces. En su recorrido por áreas enormes de la región Asia-Pacífico, arrastró los pies desde varios autos hasta su silla de ruedas y de la silla de ruedas a tronos papales improvisados, además de subir y bajar de muchos aviones con vientos tropicales calurosos en la pista. Este viaje fue el de mayor duración y alcance que ha realizado Francisco y, a sus 87 años, algunos de sus partidarios temen que podría ser uno de los últimos. Pero el hecho de que haya viajado miles de kilómetros hasta países asiáticos con poblaciones católicas relativamente pequeñas, enfrentando temperaturas agobiantes y altos niveles de humedad y contaminación, subrayó el compromiso de Francisco con construir una Iglesia con un futuro menos eurocéntrico. “La larga distancia, la fatiga, los retos”, comentó el cardenal Michael Czerny, asistente cercano de Francisco. “Todo es parte del mensaje”. El propósito, que el papa ha dejado claro desde hace tiempo, es enfatizar el acercamiento y la inclusión. En su paso por aldeas remotas y tropicales en Papúa Nueva Guinea, puso en práctica su promesa de acoger a las que llama las “periferias” de la Iglesia, los católicos más pobres, de minorías o que habitan en áreas lejanas. Pero con este viaje, el líder religioso completó una gira que abarcó gran parte de la región circundante, ya que visitó once países alrededor de China. Este viernes, Francisco partirá de su última parada, Singapur, para volver al Vaticano. También tuvo momentos en los que parecía cansado o menos motivado. Durante un discurso ante líderes en la capital, Puerto Moresby, en el que elogió a una tierra “tan lejana de Roma, pero tan cercana al corazón de la Iglesia católica”, hizo varias pausas para toser. El papa Francisco saluda a la multitud a su salida de la misa celebrada en la Esplanade de Tasitolu en Dili, Timor Oriental, el martes 10 de septiembre de 2024. (Ulet Ifansasti/The New York Times). En 1984, a los 63 años, el papa Juan Pablo II visitó Papúa Nueva Guinea, pero Francisco, como señaló Ain Soongie, “asumió el riesgo de venir, sobre todo a esta edad y en silla de ruedas”. Añadió que, al viajar tan lejos, “encarna lo que predica”. En Timor Oriental, más o menos la mitad de los habitantes del país asistieron a una misa presidida por Francisco y la gente se subió a techos para alcanzar a verlo. Aparecieron espectaculares gigantes con el rostro de Francisco entre las chozas de láminas metálicas de los suburbios empobrecidos y en los frondosos jardines de Singapur. En toda la región, devotos ataviados con trajes, playeras desteñidas o faldas de paja ondearon banderas del Vaticano. En Papúa Nueva Guinea, atribulada por rivalidades locales, las personas se unieron para ver al papa, algunas tras caminar por el bosque durante días. Si bien el número de católicos en Asia crece a un ritmo más lento que en África, la Iglesia es vibrante en ese continente. Países como Indonesia, a donde fueron los europeos durante siglos para evangelizar, ahora exportan misioneros. “Si la Iglesia católica quiere existir en el futuro, no puede excluirse de Asia”, sentenció Andrea Riccardi, el fundador de la Comunidad de Sant'Egidio, un grupo católico cercano a Francisco. Indonesia, el destino principal de la gira, encapsuló esta realidad. Es el país con la población musulmana más grande del mundo, pero también es hogar de millones de cristianos. La convivencia es la base de su identidad, aunque persisten episodios de intolerancia en contra de los cristianos. Ahí, Francisco firmó un acuerdo con Nasaruddin Umar, líder de la mezquita más grande del Sudeste Asiático, y ambos intercambiaron saludos afectuosos. “Ahora que el papa vino aquí, otros países verán cómo vivimos juntos y en paz”, comentó Catur Rini, una mujer musulmana de 63 años que acudió al evento en la mezquita Istiqlal en Yakarta con su amiga de la preparatoria católica. “Él se lo compartirá al mundo”. En la última parada de su viaje en Singapur, una potencia financiera con una población católica pequeña, Francisco agotó las localidades del estadio nacional de la ciudad-Estado, que se llenó de feligreses que asistieron a misa. aranza |
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