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Nuestro camino espiritual 


2024-09-16

Por | Juan del Carmelo

Es evidente que todos somos distintos uso de otros. No tenemos más que vernos y mirar a los demás, aunque en determinados casos, podamos pensar que los hermanos gemelos son iguales, es seguro que su madre los distingue perfectamente uno de otro, es más no existen dos seres humanos con el mismo ADN ni las mismas huellas dactilares, ni el mismo iris de los ojos, elementos identificadores muy utilizados. Pero resulta que de la misma forma que nuestro Creador ha querido hacernos distintos unos de otros, es que también nuestras almas son distintas y Dios ha querido que cada uno de nosotros desenvolvamos nuestras  vida en un entorno social y económico distinto y hayamos recibido, los que la hayan recibido, una distinta educación. En resumen, todo esto le hace a uno pensar que a Dios le encanta la diversidad y le gusta porque al ser omnipotente y omnisciente, no tiene ningún problema en dominar y atender absolutamente todo lo creado, desde el más pequeño de los virus hasta el más grande de los elefantes o de las ballenas, pasando naturalmente por el hombre.

A nosotros lo que nos va es la uniformidad, en todo lo que realizamos, y ello es así porque nuestra capacidad e inteligencia, aunque algunos crean que es extraordinaria, es limitada y pobrísima. Pero volviendo a la diversidad y disparidad en cuanto a seres creados y sus peculiaridades así como la de  los elementos materiales por Él creados; sol, astros, planetas, galaxias, etc. Él todo lo domina. Y no acaba aquí en el orden material, su ilimitada omnisciencia y omnipotencia, sino que se extiende, al orden espiritual, y quizás puedan existir otros órdenes distintos, que nosotros lerdas criaturas, a las que nuestro orgullo nos hace pensar que sabemos algo, y todo lo ignoramos. Pues bien de la misma forma que en el mundo corporal visible vemos lo diferente que somos unos de otros, en el mundo espiritual invisible a los ojos de nuestra cara, también tenemos unas almas distintas unas de otras, no hay dos iguales como ocurre con nuestros cuerpos, y de esta desigualdad de nuestras almas, algo se traduce, pues ya desde niños podemos observar que algunos de estos tienen una bondad natural que les emana de su interior, mientras que en otros lo que les emana son solo malas ideas. Y lo peor de todo esto es que de un lado la bondad y de otro la mala uva perduran durante años, en sus respectivos titulares, claro que el que nace con malas ideas si logra controlarlas  y se auto domina, tendrá un gran mérito ante el Señor.

Pues bien, esta desigualdad corpórea y espiritual, nos lleva a una primera conclusión, es la de que cada uno de nosotros tenemos un distinto camino para llegar a Dios, pero todos estos distintos caminos que tenemos cada uno de nosotros, han de recorrerse debidamente con arreglo a unas reglas generales, establecidas por el mismo Dios, en los Evangelios y demás textos correlativos a este y que se agrupan en un libro que llamamos Biblia.

Dios nos tiene aquí convocados a una prueba de amor. ¿Y porqué una prueba de amor? Pues porque el amor, es la esencia de Dios y nosotros a pesar de nuestras desigualdades todos hemos sido creados, por razón de amor. Creados por el Amor supremo, en el amor y para el amor, para un Amor que no conocemos y  cuya contemplación constituirá la base de nuestra eterna felicidad. Y para alcanzar esta hemos de superar la prueba a la que estamos convocados. ¿Y en que consiste esta prueba? Consiste en recorrer un camino, pero no se trata de un camino material, aunque este término de camino, se tome de referencia metafórica. Es un camino espiritual para llegar a nuestro destino que es Dios.

Su Hijo nuestro Señor  Jesucristo, a su paso por este mundo ya nos hablo y no dejo, muchas recomendaciones y normas para caminar por este camino, pero quizás la más fundamental nos la puso de manifiesto, cuando nos dijo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mi".  (Jn 14,6). Esta aseveración del Señor, es desde luego la síntesis, de cual ha de ser nuestra conducta para llegar a Dios, para que la condición de hijos de Él, que adquirimos en el bautismo, se consolide debidamente integrándonos en la gloria que Él nos ofrece. Y para ello, lo primero que nos dice es: No busquéis atajos ni otros caminos, porque yo soy el único que tiene la Verdad, fuera de mí todo es mentira, todo lo que hay en este mundo, sino es la verdad que os ofrezco, es la mentira auspiciada por vuestro enemigo el demonio que tal como os dice San Pedro: "Sed sobrios y vigilad, que vuestro enemigo el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quien devorar, resistidles firmes en la fe". (2Pdr 5,8). Por otro lado, mi camino, el que os ofrezco es el único que os conduce a la Vida eterna, que os llevará a esa clase de felicidad, que desconocéis, y para la que habéis sido creados. Por ello vivís siempre inquietos porque anheláis, es felicidad que no conocéis, y que buscáis en este mundo donde nunca la encontraréis. Esta felicidad se halla en la contemplación del rostro de mi Padre, en la contemplación de esa maravillosa Luz de amor que de Él emana, y a mi Padre nadie puede llegar sino por Mí.

El camino hacia Dios, es desde luego un camino espiritual, no es un camino material, porque de nada valdrá en los cielos, el haber sido rey, príncipe, ministro o primer ministro, haber pasado a la historia y haber sido condecorado, hasta los bajos del pantalón. De nada vale arriba, haber sido de los hombres más ricos de la tierra y haber salido reiteradamente el la revista Forbes. De nada le valdrá a nadie haber sido un gran banquero o industrial y haber levantado una gran fortuna, incluso haber donado con fines benéficos, gran parte de la fortuna levantada y ser un gran filántropo, con bustos en metopas y pedestales, si lo donado no lo fue desinteresadamente y en función del amor a Dios, y no por propia conveniencia y vanidad, que es lo más corriente que suele ocurrir. El camino hacia Dios es un camino de humildad, de tratar de pasar desapercibido, de no explicar a nadie cuales son sus intimidades con el Señor, pues los enamorados a nadie le cuentan sus intimidades, es más lo conveniente es pasar desapercibido hasta donde esto sea posible.

Son otras varias las aseveraciones y normas, las que el Señor nos dejó reseñadas, para recorrer el camino espiritual como aquello que nos dejó dicho: "Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz y sígame". (Mt 16,24). O aquel otro de: "Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas, pues mi yugo es blando y mi carga ligera". (Mt 11, 29). Ambos versículos evangélicos complementarios del primero que hemos comentado, merecen que le dediquemos su debida atención en otra glosa. 



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