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Trump ha dejado clara su opinión sobre los inmigrantes. ¿Impedirá que sigan viajando hacia Estados Unidos?
Por Julie Turkewitz, Emiliano Rodríguez Mega and Genevieve Glatsky | NYT Este domingo era el día en que Daniel García, repartidor venezolano residente de la capital de Colombia, había planeado iniciar un arduo viaje por tierra hacia Estados Unidos. Entonces Donald Trump se convirtió en presidente electo, y todo cambió. Inseguro de si podría llegar a la frontera antes de la toma de posesión de Trump, y temeroso de que lo regresaran una vez que Trump estuviera en el poder, García, de 31 años, ha decidido quedarse. “Es una inversión muy alta”, dijo sobre el viaje al norte, que calculó que le costaría 2500 dólares, más o menos los ahorros de un año. “Prefiero no arriesgarme”, añadió. Ahora que Trump se dirige de nuevo a la Casa Blanca, muchos migrantes potenciales se están replanteando sus planes, mientras que los funcionarios de fronteras se esfuerzan por comprender lo que una presidencia de Trump significará para las personas que intentan llegar a Estados Unidos. La postura dura contra la inmigración fue uno de los pilares de su campaña, un mensaje que se extendió por todo el mundo. En México, grupos humanitarios y funcionarios de migración se preparan para una posible avalancha de migrantes hacia Estados Unidos antes de que Trump asuma la presidencia en enero. Migrantes en un muro fronterizo entre Estados Unidos y México en junio. (Paul Ratje/The New York Times) Pero es demasiado pronto para saber si esa oleada se materializará realmente. En internet, en los grupos de Facebook y WhatsApp donde los migrantes potenciales comparten información, los contrabandistas están utilizando la elección de Trump para instar a la gente a utilizar sus servicios lo más pronto posible. “Hay tiempo”, dijo un contrabandista en un grupo de WhatsApp para posibles migrantes que cuenta con más de 400 miembros. Una persona con buena salud, con algunos ahorros y suerte, puede llegar desde Sudamérica hasta la frontera con EE. UU. en unos dos meses. Si la persona es secuestrada, robada o asaltada —experiencias habituales de los migrantes, sobre todo cuando atraviesan México—, puede tardar más. Y, por supuesto, muchos migrantes ni siquiera llegan a acercarse a la frontera entre EE. UU. y México. Son deportados, detenidos por las autoridades mexicanas o se convierten en víctimas de lesiones, o algo peor. Sin embargo, algunas personas que se habían planteado el viaje dijeron que ya han decidido que la elección de Trump significa que no intentarán llegar a Estados Unidos, por medios ilegales o legales. Algunos dijeron que temían la deportación, o simplemente un clima poco acogedor. Trump ha culpado a los inmigrantes de muchos problemas de Estados Unidos, como la delincuencia y el aumento del coste de la vivienda, y ha prometido llevar a cabo la mayor campaña de deportación masiva de la historia del país. En Maracaibo, la segunda ciudad más grande de Venezuela, Josefina Quintero, de 59 años, dijo que su hija se había marchado a Estados Unidos hace años y la había instado a considerar la posibilidad de solicitar un programa de entrada legal conocido como libertad condicional humanitaria para que la familia pudiera reunirse. Quintero, quien gana unos 20 dólares a la semana haciendo trabajos de limpieza, nunca presentó su solicitud. Le preocupaba dejar a su padre de 90 años, quien padece demencia, y ahora cree que Trump pondrá fin al programa. “Ya ese sueño se esfumó. Me toca conformarme con quedarme”, dijo. “Me duele no conocer a mis nietos en persona, ni abrazarlos. Seguiré hablando con ellos por videollamada hasta que haya una nueva oportunidad”. La migración en la frontera sur de EE. UU. alcanzó niveles récord bajo el gobierno de Biden, impulsada por la pobreza y los conflictos en países como Venezuela y Ecuador. Otro factor ha sido la creciente popularidad de una ruta a través del Tapón del Darién, la selva entre América del Sur y América del Norte que antaño constituía una formidable barrera física para quienes pretendían llegar a Estados Unidos. Trump arremetió contra las políticas fronterizas y migratorias del gobierno de Biden, calificándolas de demasiado laxas. En la ruta hacia Estados Unidos durante los dos últimos años, muchos venezolanos han declarado a los periodistas del New York Times que parte de su decisión de emprender el viaje tuvo que ver con la creencia de que Biden había creado una política especial de entrada en la frontera para las personas procedentes de su país. En 2022, las detenciones de migrantes en la frontera sur se dispararon hasta alcanzar los 2,2 millones, alimentando el descontento en Estados Unidos y convirtiéndose en uno de los temas centrales de las elecciones presidenciales de noviembre. Los cruces en la frontera sur de EE. UU. se han ralentizado en los últimos meses, a medida que el gobierno de Biden tomaba medidas enérgicas, reduciendo las opciones para solicitar asilo y animando a los países de la ruta a dificultar el paso. El gobierno también ha ampliado los programas de entrada legal. El gobierno mexicano ha dificultado especialmente la travesía de la nación, devolviendo a los migrantes que llegan al norte del país a regiones distantes del sur, y creando lo que un investigador denominó un “carrusel migratorio”. En este bucle, los migrantes tienen que cruzar México una y otra vez para llegar a la frontera con EE. UU., desgastados en cada intento por grupos criminales que utilizan la violencia para extraer dinero. En algunos casos, se han convertido en víctimas de los funcionarios de migración e incluso de las fuerzas armadas. Algunas personas que habían considerado la posibilidad de emigrar en los últimos meses dijeron que el creciente conocimiento de los riesgos de la ruta —y no la elección de Trump— les hizo desistir de emprender el viaje. Berky Silva, de 49 años, que vive en una zona de clase trabajadora de Caracas, la capital venezolana, dijo que dos familiares, padre e hijo, se habían marchado recientemente a Estados Unidos, huyendo de una oleada de represión dentro del país. La última vez que supo de ellos, a principios de noviembre, habían sido secuestrados en México y necesitaban 4000 dólares para ser liberados. Enfrentarse a este tipo de violencia en la ruta, solo para enfrentarse a la “xenofobia o estar ilegal” una vez que llegara a Estados Unidos, dijo, “no es algo que quiero vivir”. Algunos aspirantes a emigrantes dijeron que estaban contemplando la posibilidad de quedarse por un motivo distinto: varios venezolanos dijeron que consideraban la elección de Trump potencialmente positiva para su país. Pensaban que el presidente entrante podría derrocar al autócrata de su nación, Nicolás Maduro, eliminando la necesidad de marcharse. (Los analistas afirman que es poco probable que esto ocurra). Pedro Ron, un repartidor venezolano de 28 años que vive en Bogotá, la capital colombiana, dijo que su barrio estaba lleno de venezolanos celebrando el 6 de noviembre, el día después de la victoria de Trump. “Todos lloramos cuando escuchamos el resultado”, dijo. Y añadió que todo mundo dijo que ojalá Trump “meta su mano de ayuda”. Puede que hayan disminuido las detenciones en la frontera de Estados Unidos, pero sigue habiendo miles de personas que ya se dirigen a EE. UU. y muchas otras que afirman tener planes migratorios firmemente establecidos, independientemente de quién sea el presidente. En Ecuador, Javier Olivo, de 50 años, trabajador del sector construcción de Guayaquil, una ciudad de la costa del Pacífico del país, dijo que, debido a los problemas de seguridad de su país —una industria del narcotráfico en expansión ha desatado una oleada de violencia—, llevaba años pensando en dirigirse a Estados Unidos. Ahora, los frecuentes cortes de electricidad —causados por una sequía histórica que ha empeorado por el cambio climático— han aumentado su deseo de marcharse. Aunque había oído que Trump planeaba tratar a los migrantes con “mano dura”, dijo que la decisión de irse a Estados Unidos con su esposa “ya está tomada”. “Con la ayuda de Dios, esperemos que nos vaya bien por allá”, dijo. Su viaje está previsto para mayo. Actualmente hay tres caravanas de migrantes en el sur de México que se dirigen al norte; la mayor de ellas tiene unas 1600 personas, según la Agencia de la ONU para los Refugiados. Se espera que en los próximos días se unan más caravanas, a las que los migrantes suelen unirse para protegerse de los grupos delictivos, dijo Luis Rey García Villagrán, defensor de los migrantes que ha ayudado a organizarlas durante años. En un refugio de la ciudad fronteriza mexicana de Tijuana, Rosalba Magallón, de 45 años, dijo que solía vender quesadillas en el estado mexicano de Michoacán, hasta que los miembros de un cártel quemaron su casa cuando se negó a pagar las extorsiones. No importaba que Trump estuviera a punto de convertirse en presidente, dijo. Teme que los pistoleros del cártel la hayan seguido hasta Tijuana, y piensa que Estados Unidos es el único lugar donde podría encontrar seguridad. “Salí huyendo y ahora vivo en la incertidumbre”, dijo. “Obviamente, con la llegada de Trump, nos preocupa, pero tampoco puedo regresar”.
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