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Ucranianos de las zonas ocupadas: la odisea de ir a Ucrania


2024-11-22

Por Anna Sokolova-Stekh | DW

Todavía hay un paso fronterizo entre Ucrania y Bielorrusia. Es el único que los ucranianos de las zonas ocupadas pueden usar para llegar al territorio controlado por Kiev.

Ljubov tiene 70 años y es de un pueblo cercano a Mariúpol que está bajo control ruso. Sus hijos y nietos viven en Odesa. Antes de la invasión, los visitaba varias veces al año.

"Tomaba un bus y a la mañana siguiente estaba allá”, cuenta. Cuando Rusia invadió partes del este y el sur de Ucrania, la familia quedó separada. Desde entonces, para ir a Odesa, debe hacer un rodeo y pasar por Rusia y Bielorrusia.

Además, están cerrados todos los puntos de control hacia Crimea, anexionada por Rusia, y hacia las autoproclamadas "Repúblicas de Donetsk y Lugansk”, al igual que los pasos hacia Rusia y Bielorrusia. Atravesar la frontera ucraniano-bielorrusa es la única posibilidad que tienen los ucranianos de las zonas ocupadas de llegar a territorio controlado por Kiev.

Invasión rusa: "Pensé que iba a acabar pronto”

Ljubov abandona por primera vez la zona ocupada. "Pensé que todo iba a acabar pronto, pero no ha sido así”, dice. Extraña a sus hijos y nietos, a los que no ve desde hace tres años.

300 euros cuesta el viaje de dos días en bus, con pernoctación, que llevó a Ljubov a través de Rusia y Bielorrusia hasta la frontera con Ucrania. Los últimos kilómetros tuvo que recorrerlos a pie.

En el puesto fronterizo, la controla un funcionario ucraniano. Ella reconoce abiertamente tener pasaporte ruso. Solo así pudo obtener una pensión. "Recibo 16,000 rublos (unos 160 euros), pero el carbón para la calefacción cuesta 40,000 rublos. Por eso, tuve que ahorrar casi tres meses y pasar hambre, para pagar también la leña y la electricidad”, lamenta.

"Expulsada de su propia casa"

En el puesto de control espera Irina, que fue a recibir a su suegra, de 83 años, procedente de Lugansk. "Ella fue expulsada de su propia casa”, que fue confiscada por las fuerzas de ocupación, cuenta indignada.

Cuando finalmente llega, la jubilada busca en sus bolsas su pasaporte y cae en pánico. La nuera y ayudantes voluntarios intentan calmarla. Finalmente encuentra el documento. Muchos vienen a este lugar porque los dejan pasar también sin papeles.

"¿Por qué no quiere quedarse en Rusia?"

Tras cruzar la frontera, continúa el viaje, muchas veces cientos de kilómetros, a lugares donde la gente tiene familiares o amigos.

Alina, de 23 años, dejó Mariúpol y quiere ir a Odesa. Se mudó allí antes del inicio de la invasión rusa. Este verano visitó por primera vez a sus padres en Mariúpol. A la pregunta de cómo viven allí, responde: "Sobreviven”. Su madre trabaja en una peluquería, su padre en la construcción, porque "no hay otros trabajos”.

Para ir a Mariúpol, Alina viajó por Ucrania, Polonia, Bielorrusia y Rusia. Ese viaje de cinco días le costó cerca de 700 euros. Pudo entrar a Rusia y a las zonas ocupadas sin problema, porque tiene un registro local. "La Mariúpol que yo conocí ya no existe”, cuenta. Cuando salió de allí, el funcionario fronterizo ruso le preguntó: "¿Por qué no quiere quedarse en Rusia?” Moscú anexionó esos territorios en septiembre de 2022.

"Esperanza en Ucrania"

Todos los que llegan reciben un comprobante de entrada. Hay voluntarios que les entregan una suma de dinero, proporcionado por el Consejo de Refugiados de Noruega, y un paquete básico de un proveedor de telefonía móvil.

La gente llama de inmediato a sus familiares. "¡Ya estoy en Ucrania!”, le dice entre lágrimas el jubilado Oleksandr a su mujer, que había llegado unos días antes a Kiev.

El matrimonio salió de una localidad de la autoproclamada "República de Lugansk”. En la frontera de Estonia no dejaron pasar a Oleksandr, debido a que no tenía pasaporte ucraniano, y por eso tuvo que hacer el camino por Bielorrusia. "Algunos nos consideran traidores, pero nadie puede ver al interior del alma”, dice el hombre, y subraya: "Le puedo asegurar que mucho allí tienen esperanza en Ucrania”.

"No es nuestra culpa"

Desde la frontera, cuatro buses llevan 44 pasajeros a la localidad de Kowel. Allí, la gente llega a un albergue de una iglesia evangélica, donde recibe alimentos y ayuda para comprar pasajes de bus o tren. También puede pasar la noche en ese lugar.

Ljubov descansa, para proseguir viaje a Odesa. Quiere regresar en la primavera a su pueblo, cercano a Mariúpol. Pero en el paso que acaba de atravesar en la frontera ucraniano-bielorrusa solo se puede cruzar hacia Ucrania, y no en dirección contraria. Por eso, en su camino de regreso tendrá que pasar por territorio de la UE. Eso alarga y encarece el viaje.

La mujer teme perder su casa si se queda en Odesa, porque los funcionarios de ocupación rusos confiscan las viviendas deshabitadas. Ese es uno de los motivos por los que los ucranianos regresan a las zonas ocupadas. "No nos pueden reprochar habernos quedado”, dice Ljubov. "No quiero que me quiten mi casa, todas mis cosas, mis fotos. No quiero que nadie hurgue en ellas".


 



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