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Como pudrir a un país
Los paraísos de la corrupción Nos acostumbramos a todo, menos a no comer ya que somos animales de costumbres como la historia lo certifica, Parafraseando con términos clínicos, se puede decir que la corrupción de un país es la osteoporosis de sus instituciones gubernamentales. Cuando observamos el deterioro educativo, la inseguridad ciudadana, la proliferación del crimen organizado y su vesania asociada al narcotráfico, la degradación profunda en que ha caído el quehacer político, el culto al caciquismo sindical como norma, la impunidad de los criminales asociada a la corrupción profunda del sistema judicial y policiaco, el peculado como arquetipo y ejemplo a seguir, así como el deterioro de los valores que le dan sentido y coherencia al tejido social, cuando vemos todos estos indicadores de descomposición social y decadencia que se convierten en algo cotidiano, y que además lo empezamos a considerar como una "normalidad" inevitable, necesariamente surgen la preguntas sobre las causas, circunstancias que les dieron origen y el momento histórico en que éstas se iniciaron, como si fuera una mancha de aceite que ya alcanzó a ensuciar a gran parte de nuestra sociedad en sus estructuras, y por ende, a sus instituciones de manera generalizada. Las causas que nos han llevado a alcanzar los niveles descritos en el párrafo anterior, se remontan a la conquista y período colonial en donde tuvo su origen la corrupción, nacida de la costumbre autoritaria en el ejercicio del poder gubernamental, ya que del absolutismo real con su paradigma de que "los vasallos nacieron para obedecer" a sus majestades (no existían ciudadanos libres sino súbditos), se derivó la discrecionalidad de las autoridades en el ejercicio del gobierno, misma que generalmente se orientaba para favorecer sus privilegios personales y conveniencias familiares, que además se facilitaba por tratarse de tierra de conquista y por la impunidad que daba la lejanía de la metrópoli, y por ende del poder del soberano, independientemente de que durante la colonia los cargos administrativos gubernamentales, las mercedes reales, los fueros, y hasta los grados militares eran fácilmente comprados u obtenidos a cambio de favores y complicidades, dando lugar a la frase de que "se obedece pero no se cumple", tradición cínica que parece haber perdurado hasta nuestros días. Una vez consumada la independencia de México persistió la costumbre de gobernar como si se tratara de súbditos cuyos derechos quedaban al arbitrio y voluntad de los funcionarios, y no a ciudadanos a los que habían de servir, pues parece que los 300 años de coloniaje lo habían convertido en una tradición que se transmutó en la idiosincracia del poder para la naciente república, solo que la corrupción existente, ya institucionalizada, tuvo el agravante del caos y de la falta de coherencia política, del analfabetismo generalizado, y de una ausencia de educación ciudadana en las grandes masas de población, así como a la circunstancia de que al consumarse la independencia el territorio que había constituido el virreinato de la Nueva España dejó de ser propiedad de la corona española, por lo que muchos de los caudillos que surgieron del movimiento independentista, supusieron que el territorio nacional pasaba a sus manos como patrimonio personal, convirtiéndolo en feudos, de hecho, a los que gobernaron discrecionalmente, esto es, a base componendas y conveniencias en donde el pueblo "liberado" no participaba en los asuntos de gobierno y los gobiernos tampoco se preocupaban de su bienestar, anarquía y corrupción que debilitó a la nación, amén de que la diferencia de castas diluyó la muy poca identidad nacional, escenario que facilitó la existencia de frecuentes revueltas y cuartelazos, en una rebatinga entre los caudillos que se sentían con el derecho de apropiarse del gobierno; Esta ingobernabilidad facilitó el desmembramiento de más de la mitad de nuestro territorio por nuestros codiciosos vecinos del norte, quienes desde siempre tuvieron entre sus planes expansionistas el apropiarse de los territorios mexicanos que bañan las aguas del Océano Pacífico, según nos lo recuerda el historiador ecuatoriano Manuel Medina Castro, en su libro "El gran despojo". La corrupción generalizada y la inequidad existente fue creando una necesidad de redención entre las masas populares para tener acceso a una vida mejor, pero sin que cambiara la mentalidad de la mayoría de quienes se incorporaron a la "bola", como se llamó en su tiempo el movimiento armado de 1910 que recordamos como la revolución mexicana, que finalmente fue secuestrada por los caudillos triunfadores, quienes continuaron la tradición (ya convertida en idiosincrasia de la clase política y gobernante), dividiendo al país en feudos y cacicazgos en donde imponían su voluntad y ejercían el poder de manera discrecional. Fue en esa época, durante la presidencia del general Plutarco Elías Calles, uno de los caudillos triunfantes del movimiento armado, quien decidió unificar en un solo grupo coherente e institucionalizado a los demás caudillos revolucionarios, ante el peligro de que el país se fracturara y cayera en la ingobernabilidad, organizándolos en un partido político que se llamó Partido Nacional Revolucionario (PNR), en donde se le reconocía como jefe único (jefe máximo se le llamó), quien de manera mafiosa les repartió al país y distribuyó los principales puestos de la administración pública entre dicho grupo "revolucionario", lo que sirvió para que se perpetuaran ininterrumpidamente en el poder hasta finalizar el Siglo XX, sin que les cambiara su visión de gobernar al país como satrapías al servicio del presidente en turno, manejando los recursos del erario como patrimonio personal, cuyas consecuencias fueron el monopolio de la política en todas sus formas y controles, que se derivaron en la institucionalización y afianzamiento de la corrupción, que se fue generalizando hasta alcanzar las dimensiones que hoy tenemos, y que hemos aceptado como idiosincracia y parte de "nuestra normalidad" cotidiana, permeando desde entonces a todas las actividades de la sociedad, especialmente al sistema policiaco y judicial, a la forma en que desarrolla sus "negocios" con la administración pública la mal llamada iniciativa privada (hija de la política y capitaneada por políticos), a las agrupaciones obreras, campesinas y sindicales, mismas que fueron creadas y corporativizadas en estructuras verticales, como entidades de control social al servicio del sistema, con líderes mafiosos y sempiternos que rigen a sus agremiados con métodos cavernarios, aunque en apariencia simulan y dicen ser organizaciones democráticas. El panorama de corrupción amplió su escenario durante la segunda mitad del Siglo XX, cuando se inicia la industrialización del país, con la irrupción del capital trasnacional que inmediatamente se amolda a las circunstancias y se asocia al monopolio político, convirtiendo al país en botín del agio internacional, y de los grandes negocios de la clase política asociada con ellos, quienes complacientes y corruptos se convirtieron en socios y/o cómplices de ellos, en tanto que la sociedad empieza a dejar de ser mayormente rural, para convertirse en urbana que bajo la corrupción imperante y la improvisación permitió el crecimiento explosivo de las ciudades, en un caos generador de cinturones de miseria de donde surgía la clientela preferida las organizaciones sociales corporativas al servicio del partido en el poder, y manejadas por políticos demagogos disfrazados de redentores sociales en busca de votos; Fue la época en que se afianzó aún mas la corrupción como sistema y su generalización institucionalizada, así como la simulación y la demagogia como formas inmanentes de hacer política y negocios en México. Poco tiempo después de finalizada la guerra de Vietnam, todavía en pleno auge de la guerra fría entre los EE.UU. y la URSS, época en que se dispara el consumo de drogas en la sociedad estadounidense, es cuando irrumpe los negocios ilícitos del narcotráfico, organizados y administrados como empresas trasnacionales que aprovechan el caos de la corrupción existente para florecer, convirtiéndose en poco tiempo en poderes fácticos que compiten con el poder del Estado Mexicano, creando islas regionales de ingobernabilidad criminal que buscan extender su influencia y aceleran la decadencia del sistema político, que deja espacios que son ocupados inmediatamente por arribistas y demagogos, que no dudan en aprovechar el caos y la debilidad del gobierno ante este fenómeno, para asociarse con el crimen organizado en busca de financiamiento para sus campañas. A todo lo anterior se suma, a esta pendiente de degradación institucional y de inseguridad ciudadana, la negligencia criminal (por omisión o contubernio), que se dio en el período 2000-2006, durante la administración de la "pareja presidencial", formada por Vicente Fox Quesada y Martha Sahún, en donde la frivolidad se sumó a la incapacidad para gobernar, lo que dejó libre el camino para que el crimen organizado, así como la oposición política que se esconde bajo dogmas trasnochados de una izquierda delirante, florecieran y se afianzaran en diversos territorios de la república, creando crisis de criminalidad e ingobernabilidad cada vez más recurrentes, que se han dado hasta casi el extremo ruptura institucional, tanto federal como en los ámbitos municipales y estatales. Uno de los ejemplos más recientes que evidencian la degradación a la que se ha llegado en la forma de gobernar, que se desprenden de estas crisis políticas y de ingobernabilidad, nos la muestra el contubernio tácito y oportunista de las autoridades, como la que ha asumido el jefe de gobierno del D.F. Sr. Marcelo Ebrard Casaubon ante la flagrante violación de la ley que hicieron los miembros del sindicato disidente (CNTE), formado por hampones disfrazados de maestros, cuando declara (sic.) "Aunque me lo pidan, no voy a reprimir" (Milenio Diario, Jueves 7 de Junio de 2007), siendo que nadie le había pedido que se convirtiera en represor de nadie, sino que como jefe de gobierno del Distrito Federal, cumpliera e hiciese cumplir la ley como es la obligación de todo gobernante ante un delito en flagrancia descarada y oportunismo faccioso de una minoría violenta, para hacer valer sus exigencias ante la blandenguez de las autoridades. Las declaraciones del jefe de gobierno del D.F. fueron un acto de cinismo cobarde en las que él mismo se inhabilita como gobernante al evadir sus obligaciones primarias, que son el cumplir y hacer cumplir las leyes, tal y como lo protestó al asumir el cargo de jefe de gobierno del D.F. para el cual fue electo por la ciudadanía, y no la forma como lo ha interpretado el funcionario de marras cuando dice que (sic.) "la política consiste en saber negociar y ponerse de acuerdo", sin aclarar si esto incluye la obligación de cumplir y hacer cumplir las leyes vigentes, en lo que parece en los hechos y actuaciones recientes su dominio y patrimonio personal, pues� ¿Acaso el derecho constitucional a "manifestarse", en el estilo de los delirantes que se disfrazan de "luchadores sociales", pasa por encima de los derechos y libertades constitucionales del resto de la ciudadanía?... ¿De acuerdo a lo establecido por las normas que nos rigen, el uso legítimo de la fuerza pública para hacer cumplir las leyes de la República, es represión?... ¿Acaso su declaración para eludir su responsabilidad como gobernante, no debe ser interpretada como un acto de cobardía ante una minoría violenta que lo amedrentó, de irresponsabilidad en el ejercicio de su cargo, de oportunismo político electorero hacia el futuro, y de una perversión del lenguaje para esconder su incapacidad de gobernar? En la actualidad México se ha convertido en un país de simulaciones en donde unos actúan como que hacen algo y los demás hacen como que les creen...... todos, convencidos del autoengaño, aplauden y festejan aquello que aparentemente se hizo....... es por eso que la corrupción ha podido alcanzar las dimensiones monstruosas de un Leviatán, que se ha revertido contra de la misma sociedad que lo creó, aplastándola y ahogándola en un laberinto de ineficiencia y criminalidad, que a fuerza de ser cotidianas en la vida política, administrativa, comercial y financiera de México, ya se han vuelto costumbres y convertido en una normalidad que pasa desapercibida, y lo que es peor, se han convertido en actos que ya perdieron los calificativos de inmorales o delictivos. Analizando la breve y muy rápida descripción histórica, se puede inferir que el origen del problema que actualmente empantana e impide el desarrollo armónico y sustentable del país, es la corrupción que como camaleón se infiltra y mimetiza en todos los órdenes de la sociedad e instituciones nacionales, razón de más para estudiarla de manera tal que seamos capaces de identificarla sin importar la máscara que lleve, para poder extirparla y estar en condiciones de despegar hacia un desarrollo equilibrado, sustentable y armónico, que nos permita alcanzar una mejor calidad de vida, dado que la corrupción es la degradación de los valores que impiden construir y sostener las instituciones que hacen posible la convivencia armónica de cualquier cuerpo social. Abundando en el término y como exploración filológica, podemos añadir que de acuerdo con el diccionario de la "Real Academia de la Lengua Española", la palabra "corrupción" se define como << Acción y efecto de corromper o corromperse.- Degeneración de la moral y las costumbres >>..... al revisar en el mismo libro el significado de "corromper" encontramos que tiene un enfoque figurado que se aplica a la conducta humana como sinónimo de pervertir, sobornar, alterar, estropear, seducir, cohechar, dañar, extraviar, de donde se infiere que el significado sociológico de "corrupción" se refiere a todo acto que pervierte las normas que rigen la armonía en las relaciones sociales, alejándolas de su espíritu y de la finalidad para las que fueron hechas, que no puede ser otro que el bienestar...... por ese motivo es que la corrupción desarticula a las sociedades haciendo que la convivencia sea penosa y difícil. Cuando la corrupción permea todos los niveles de las instituciones y del gobierno, establece como norma de relación la ley del más tramposo y los abusos del poder se convierten en el pan de cada día, hasta que su tamaño alcanza una magnitud crítica en el que se confunden y mezclan autoridades con delincuentes, cayéndose entonces en la ingobernabilidad y la descomposición política. La corrupción elude la realidad y vive de la simulación pudriendo todo lo que toca y haciendo inviable cualquier proyecto, ya que descansa en una visión egoísta y de corto plazo, que impide visualizar un futuro socialmente compartido, y que cuando toca a las autoridades e instituciones de un país, las pudre y destruye, así como a cualquier proyecto de nación, actitud que encajarían perfectamente dentro de los términos egoístas descritos alegóricamente en el viejo refrán popular que dice� "Después de mí� el diluvio"� que declara cínicamente que más allá de mi conveniencia y tiempo de vida, no me importa ir dejando una estela de destrucción en mi paso por el mundo, y menos aún lo que pueda pasarle a nuestra descendencia o a las generaciones del futuro. Estando conscientes del daño que provoca la corrupción y dispuestos a contribuir en el esfuerzo para erradicarla, además de entender que la solución no solamente puede descansar en el esfuerzo individual, sino que requiere de la mayor participación ciudadana posible, vale la pena meditar sobre la gravedad del problema y contestar con honestidad las siguientes preguntas� ¿Cuál es precio que estamos dispuestos a pagar?.- ¿Qué país queremos tener y heredarle a nuestros descendientes?.- ¿Es posible gobernar a un pueblo degradado por la ignorancia, sin valores cívicos, y atrapado por los vicios?.- ¿Qué clase de políticos y dirigentes sociales pueden esperarse que surjan de dicho ámbito?.- ¿Estadistas acaso?.- ¿U oportunistas ambiciosos sin arraigo ni responsabilidad social?; Con las respuestas a las preguntas anteriores podremos medir la cantidad de esfuerzo que estemos dispuestos a realizar para erradicar el problema que impide el progreso de nuestro país. 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