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¡Israel fuera de la ley!


2010-06-06

Guillermo Almeyra

El ataque pirata de la marina y la aviación israelíes en aguas internacionales contra una flotilla humanitaria que llevaba alimentos a la población de la franja de Gaza, sitiada por hambre, bombardeada y agredida continuamente por el gobierno colonialista y racista de Tel Aviv, exige de todos aquellos que dicen defender la democracia una respuesta enérgica e inmediata, que no quede limitada a la mera protesta diplomática verbal.

El asesinato a sangre fría de civiles desarmados de varias nacionalidades y el brutal asalto a la flotilla nos retrotraen a los años 30, poco antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Italia fascista ocupó Etiopía, con desprecio total por la comunidad internacional organizada, bombardeando con gases a guerreros que resistían con lanzas, en el momento en que la Alemania nazi ocupaba, también ilegalmente, Austria y Checoslovaquia o intervenía en la Guerra Civil española inaugurando el bombardeo de ciudades abiertas, como Guernika, y el imperio japonés cometía atrocidades en China.

El brutal desprecio de tipo nazifascista por la legalidad internacional pisoteada, la matanza de pacifistas desarmados porque éstos, al responder a puñetazos la agresión de los piratas, "habrían puesto en peligro" la vida de los israelíes, el secuestro violento de cientos de personas (mujeres, ancianos, religiosos, periodistas y novelistas, y hasta una diputada árabe al parlamento �la Knesset� de Israel y un ex embajador de Estados Unidos) y la violencia, los insultos y las agresiones con que en la propia Knesset se impidió a una diputada repudiar la detención ilegal, muestran claramente que la derecha que gobierna Israel se cree superior a los principios y las leyes reconocidos por la comunidad internacional y plasmados en las resoluciones de Naciones Unidas, que Israel viola reiteradamente.

En el pasado reciente, el régimen del apartheid sudafricano, racista y criminal, fue puesto fuera de la ley por el resto del mundo, que rompió relaciones con el gobierno fascista de Pretoria. Israel es igual de colonialista y racista que el gobierno del apartheid, ocupa con colonos judíos, pese a las resoluciones internacionales, territorios usurpados a los palestinos, les roba el agua, impide el acceso a Gaza, bombardea sus territorios cuando le place, detiene o asesina a quienes Tel Aviv considera peligrosos simplemente porque ellos defienden su país, destruye instalaciones de Naciones Unidas en Gaza o Cisjordania y todos los servicios indispensables para una vida moderna en las zonas palestinas donde decide actuar unilateralmente.

Como la Alemania nazi, la Italia fascista o el Japón del Mikado, Israel se ha armado hasta los dientes y posee decenas de bombas nucleares que incluso se jacta de tener desplegadas en submarinos frente a Irán, país que, como Siria o Líbano, Tel Aviv tiene en la mira. Por agresor, belicista, racista y partidario de un nuevo y peor apartheid, Israel debe ser expulsado de la ONU, y todos los gobiernos democráticos deben romper de inmediato relaciones con el gobierno de los piratas racistas encabezado por Netanyahu, además de suspender todos los tratados y acuerdos de cualquier tipo con un régimen que es una amenaza permanente para la paz en Medio Oriente y un peligroso delincuente internacional.

Israel no podría mantener su economía, su armamentismo y su política agresiva sin el apoyo del capital financiero internacional, que lo necesita para presionar a los países petroleros de la zona, como lo necesitó para robar el petróleo iraquí y destruir al Estado árabe más avanzado de la región con una guerra de ocupación y destrucción de la economía y la cultura que ha costado a Irak más de un millón de muertos y otro millón de desplazados.

La audacia del perro feroz Netanyahu le viene sólo del apoyo del amo estadunidense, que se limita a deplorar verbalmente todas las acciones y posturas delictivas del gobierno de Tel Aviv, que conoce y aprueba de antemano. La hipocresía de Washington y su complicidad con la derecha israelí y el colonialismo sionista no tienen límites.

El Departamento de Estado, en su intento por proteger al régimen infame de Benjamín Netanyahu, es apoyado sólo por corruptos y fascistas confesos, como el italiano Silvio Berlusconi, o por gente servil de la misma calaña. Nicaragua y Turquía ya han llamado a sus embajadores en Israel. Su ejemplo debe ser seguido por todos los gobiernos que quieran mantener una credibilidad democrática formal. Hay que romper el criminal bloqueo a Gaza, dar alimentos y agua a sus habitantes y exigir la libertad de los palestinos que llenan las prisiones de Israel. Para ello no bastan las declaraciones. Si la historia nos enseña algo, es que los fascistas �y el gobierno de Netanyahu, en el pasado y ahora mismo, ha demostrado que lo es� sólo ceden ante la fuerza.

La alternativa a una operación quirúrgica de la comunidad internacional sólo podría ser, tarde o temprano, una guerra en la región por todos los medios, incluso nucleares, provocada por Israel con el pretexto de rechazar una presunta amenaza de Irán, Siria, Hezbollah y Hamas. Barack Obama hasta ahora ha mantenido en la región la política de George W. Bush que como senador decía rechazar. La tergiversación y la hipocresía de su política exterior no pueden ser mantenidas cuando por una región tan crítica un gobierno racista, que se cree guiado por un dios propio y está armado hasta los dientes, se mueve como un perro rabioso, sin consideración por nada o por nadie. Israel debe ser radiado de la ONU y condenado como fueron condenados los mucho menos peligrosos delincuentes de Pretoria.



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