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El TLC con Colombia desata pasiones desproporcionadas en Estados Unidos
John Bussey, Dow Jones Newswires En materia de ganancias empresariales y de crecimiento del mercado laboral de Estados Unidos, un acuerdo de libre comercio con Colombia no es un negocio trascedente. Puede que aumente las exportaciones del país norteamericano fraccionariamente y podría crear �según cálculos de la Casa Blanca� miles de puestos de trabajo en EU, no decenas de miles. A Caterpillar le gusta porque la compañía vende mucha de su maquinaria pesada en Colombia. Igualmente, hay una expectativa normal en otros sectores empresariales. ¿Por qué, entonces, el TLC propuesto está generando una pasión desproporcionada? Y ¿por qué desencadenó esta semana otra controversia en Washington? En este debate, Colombia es: o un territorio sanguinario, donde los sindicalistas aún están en mayor riesgo que en cualquier otra parte del mundo, un país que aún no está listo para un pacto comercial; o bien un estado semifallido que se está recuperando rápidamente, no solo merecedor de un acuerdo comercial sino de una mayor inversión por parte de compañías de EU que buscan un mercado emergente brillante. La diferencia de posturas entre las empresas y los trabajadores estadounidenses no podía ser mayor. Y si bien la principal queja es acerca de sindicalistas no estadounidenses, enmascara el debate más verdadero, sobre los acuerdos comerciales en sí, y la conclusión automática de que perjudican a los empleos en EU Colombia se está recuperando de años de guerra entre guerrillas izquierdistas, grupos paramilitares y las fuerzas armadas del país. En el conflicto han muerto miles de personas, entre ellos sindicalistas. Un programa de ayuda antidroga, mayormente financiado por EU y dirigido a apuntalar la seguridad y las instituciones cívicas de Colombia, comenzó a transformar el país al final de la década de los 90. Una mayor estabilidad trajo expansión económica, fortaleció el poder judicial y redujo significativamente los asesinatos. La afiliación a los sindicatos ha subido. La mejora fue tanta, que la Organización Internacional del Trabajo sacó a Colombia de su lista negra el año pasado. Y suficiente para que el gobierno del presidente de EU, Barack Obama, que ha elogiado la expansión de la protección de los derechos humanos en el país andino, presione por el TLC. El pacto eliminaría una banda de aranceles colombianos. El país es el décimo tercer mercado más grande para las exportaciones de bienes estadounidenses, si la Unión Europea se considerara un bloque único. John Murphy, de la Cámara de Comercio de EU, dice que las exportaciones estadounidenses a Sudamérica crecieron al doble del ritmo que las exportaciones a Asia del este en la última década, y el TLC con Colombia "encajará en y afirmará ese éxito". "Colombia ha acogido iniciativas cívicas", dice William Lane, contratado por Caterpillar para hacer lobby a favor del TLC. El país es uno de los diez mayores mercados de exportación de Caterpillar para máquinas fabricadas en lugares como East Peoria, Illinois. "Es una notable historia de éxito". Human Rights Watch está en desacuerdo, y le dijo al Congreso estadounidense en marzo que los ataques contra sindicalistas "siguen siendo alarmantemente demasiados", frecuentemente perpetrados por grupos sucesores a los paramilitares. El grupo pidió que el Congreso no ratifique el TLC hasta que Colombia solucione el problema. Esta semana, Sander Levin, el demócrata de mayor rango en la Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes de EU, declaró que no respaldaría el pacto si no se incluye una referencia a la protección de los derechos de los trabajadores. El Congreso aún tiene que ratificar el TLC con Colombia, así como los de Corea del Sur y Panamá. Los asesinatos de sindicalistas en Colombia han caído significativamente en 2010, a unos 50 o menos, dependiendo de la fuente, desde alrededor de 200 en 2001. "Es claramente mejor de lo que era", dice Thea Lee, subdirectora de la AFL-CIO, la federación de sindicatos en EU "¿Pero es aceptable? Absolutamente no. Hay un clima de terror en Colombia". El mes pasado (junio), el sindicato llevó a cabo una campaña con una foto de un funeral de un sindicalista colombiano. El aviso decía que 2,850 sindicalistas habían muerto en Colombia desde 1986, y exhortó a un voto de "no" contra el TLC. Los partidarios del TLC dicen que este es el pensamiento de ayer, y que la vasta mayoría de los asesinatos ocurrió años atrás. La Cámara de Comercio de EU dijo en su blog que ubicó al fotógrafo que tomó la foto del anuncio, y éste reconoció que la había tomada 13 años atrás. "Eso es insignificante", dice Lee. "Podríamos haber usado una foto de ayer porque ayer hubo otro asesinato". Un sumario de la oposición de la AFL-CIO al TLC en su sitio web rápidamente deriva a las críticas de los acuerdos comerciales en general: el colombiano es "otro en una serie de pactos comerciales malos" que han contribuido a una "masiva pérdida de empleos y salarios menguantes" en EU, dice. Es un "modelo comercial" sospechoso. Este parece ser el argumento más esencial de la AFL-CIO, que se opone a los tres tratados de libre comercio en el Congreso. Refleja un mayor sentimiento entre un público estadounidense nervioso por el aumento de la competencia extranjera y la pérdida de empleos en EU En una encuesta de The Wall Street Journal/NBC News en octubre, más de la mitad de los participantes dijeron que los acuerdos de libre comercio han perjudicado a EU. Lee, de AFL-CIO, dice que la vehemencia y la pasión con la que su grupo se opone al TLC con Colombia no es acerca de los modelos de comercio. "Es acerca de lo que está bien y lo que está mal". Según Lee, el presidente de la organización, Richard Trumka, tiene una conexión personal con los padecimientos de sindicalistas en Colombia. Un líder gremial colombiano, Darío Hoyos, se hospedó en la casa de Trumka durante un viaje a EU A su regreso a Colombia, fue asesinado. "Mataron a Darío de un balazo en la cabeza", dijo Trumka en una reunión pública en marzo. La fecha del asesinato: 3 de marzo de 2001. TRO |
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