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Planeta manicomizado


2012-08-27

Hernán González G., La Jornada

Entre sus perversas ingenuidades, todo sistema político se siente más sano que la ciudadanía, o en todo caso confunde el ejercicio del poder con su salud, de ahí su obsesión por perseguir, confinar o de plano asesinar a aquellos que no se ciñan a las reglas que imponen sus hipócritas afanes por la consecución del "bien común".

Manía significa locura, que a su vez quiere decir privación del juicio o del uso de la razón, acción anómala o gran desacierto. El término manicomio, cuyo uso data del tercer tercio del siglo XIX, se forma con el sufijo griego koméo, yo cuido, e indica el lugar donde se cuida �es un decir� a las personas que han perdido la razón, sea para su recuperación o para su encierro indefinido.

Pero la demencia se saltó la barda de los manicomios, a pesar de manguerazos de agua helada, lobotomías, electroshocks, drogas y otros maltratos, y en años recientes la insensatez, la irracionalidad y las aberraciones no a nivel individual, sino colectivo, han hecho presa del grueso de la ciudadanía, hasta convertirla en dócil cómplice de quienes la manipulan. Conciencia, libertad, justicia, derecho y otros ideales de la raza humana se han ido alejando de los mínimos de cordura para alcanzar, con atolondrado dinamismo, unos preocupantes niveles de locura disfrazada de falso progreso.

¿Qué ha convertido a la Tierra en un auténtico manicomio? Desde luego no "la pérdida de valores", como les encanta diagnosticar a fundamentalistas, a los del Jesús en la boca y a la moralina emergente, sino la reiterada incapacidad del individuo, en todas las épocas, para suscribir unos cuantos valores auténticamente humanos, con los cuales procurar su evolución como persona y un desarrollo propio sin menoscabo del comunitario.

Pero si desde siempre en este plano "los valores" han sido la inconciencia, la ambición, el afán de dominio y la explotación sin límite de los recursos naturales y humanos del planeta, no es de extrañar que éste sólo sea escenario de inequidad, codicia, egoísmo y posesión de seres y de cosas, independientemente de las consecuencias que traiga.

Entender la procreación como deber inalterable, la televisión como educación, el consumo como sentido de vida, el automóvil como sustento del desarrollo, la violencia como diversión, la tecnología como droga legal y la acumulación como inmortalidad, garantizan que el planeta seguirá manicomizado hasta el día de su autodestrucción.

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