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Hojarascas y ramillas
Autor: Juan del Carmelo Cualquier hombre de campo�, de los que cada día, desgraciadamente van quedando menos, sabe perfectamente como encender un fuego en el campo, aunque esté lloviendo. El secreto es muy sencillo, porque el fuego avanza siempre de poco a más. No se puede pretender, organizar un fuego, encendiendo un grueso tronco con cerillas, el fuego prende siempre en lo pequeño, en las hojarascas y en las pequeñas ramillas, y cuando ya ha prendido se le puede ir alimentando con ramas más gruesa y al final cuando está bien formado se podrán quemar los troncos. Y es el caso que el amor sobrenatural del Señor, es un fuego de amor es el fuego que se materializó y lo vio Moisés en el Horeb cuando contempló la zarza ardiendo que nunca se consumía, porque el amor Dios es eterno, como eternos son todos los bienes espirituales, que nosotros los menospreciamos, buscando los bienes materiales, que todos ellos son caducos. Solo nuestros bienes espirituales, que hayamos sido capaces de adquirir, serán los que nos acompañen el día que seamos llamados al más allá. Y en es fuego de amor de Dios, en esa zarza ardiendo, es donde hemos de sumergirnos si queremos amar intensamente al Señor. Decíamos antes que orar es amar, y amar es orar y si queremos amar intensamente, si queremos sumergirnos en ese fuegos de amor que es el Señor, hemos de luchar por llegar en la oración a la contemplación. Todos sabemos que la oración contemplativa, es algo muy distinto de la oración vocal o de la meditación, porque en la contemplación no se habla ni se medita, como su nombre indica se contempla, porque tal como decía San Agustín: "Dios no te pide palabras sino tu corazón". Para orar contemplativamente, hay que encender en nuestro corazón el fuego del amor del amor de Dios. Y la pregunta que me viene a continuación es: ¿Y como se hace esto?, Primeramente hay que partir de la base de que la contemplación es un don divino, y el Señor lo da a quienes quiere, cuando quiere y como quiere, por ello, y teniendo en cuenta que estamos aspirando a la adquisición de un bien espiritual, es necesario tener, verdadero deseo de adquirirlo, paciencia, perseverancia y humildad, y si uno o una se inicia en esta aventura, que nunca tire la toalla, porque si al final no adquiere la contemplación, piense en lo que ante he escrito en esta glosa, acerca de la humillación de no conseguir el bien espiritual que se desea alcanzar. Pero en todo caso, pensad siempre que en las cosas del Señor es también aplicable el dicho de que: el que la sigue la consigue. Necesitaremos más o menos tiempo, Santa Juana Chantal creo que estuvo cuarenta años sin recibir ni una pequeña consolación. Una de las formas de trabajar, en la adquisición de este deseo, es comenzar frente al Santísimo expuesto, frente a un sagrario, o simplemente en la soledad del campo o en la de nuestro cuarto, empezar a contemplar al Señor en el sagrario o en un crucifijo que los represente, ya que si estamos en gracia y amistad del Señor, la Santísima Trinidad inhabita en nuestra alma. Contemplar, mirándole a Él y diciéndole lentamente, alguna jaculatoria, o frase de amor que nos dicte nuestro corazón, dejar cada vez más espacio, entre jaculatoria y jaculatoria, pues cada una de ellas son las hojarascas y ramillas que encenderán nuestro fuego de amor al Señor. El fuego, el Señor lo estima oportuna, se puede convertir en un incendio que abrase nuestro corazón en amor al Señor. gilberto |
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