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Hojarascas y ramillas


2012-10-17

Autor: Juan del Carmelo

Cualquier hombre de campo�, de los que cada día, desgraciadamente van quedando menos, sabe perfectamente como encender un fuego en el campo, aunque esté lloviendo. El secreto es muy sencillo, porque el fuego avanza siempre de poco a más. No se puede pretender, organizar un fuego, encendiendo un grueso tronco con cerillas, el fuego prende siempre en lo pequeño, en las hojarascas y en las pequeñas ramillas, y cuando ya ha prendido se le puede ir alimentando con ramas más gruesa y al final cuando está bien formado se podrán quemar los troncos.
 
Explico esto, a pesar de lo elemental que es, porque hay una gran similitud entre la oración y el fuego, sobretodo con la oración contemplativa. Veamos: La base de la oración es el amor, orar ya sabemos que es amar y el amor en nosotros, tiene siempre unos diferentes grados de intensidad, queremos más a unas personas que a otras, generalmente se quiere más a los familiares, a los padres, a los hijos, a los hermanos, que a los extraños, aunque hay que reconocer que toda regla tiene su excepción. Y estos grados de intensidad con los que amamos, podemos pensar que son grados de temperatura, pues el amor es calor, y se quiere más cuando se quiere con más calor, no se trata de un calor material sino de un calor espiritual, porque nadie le prende fuego material, a la persona que ama.
 
Y el amor que es un bien de carácter espiritual, la prueba es que nadie gana dinero ni pretende comprar con dinero el amor, salvo algún retrasado mental, que hábilmente manejado por el demonio, confunde el sexo con el amor. Desde luego que una de las características del amor es el contacto físico y a él hemos aludido en un par de glosas ya publicadas (Ver  relación al final de esta glosa), pero no se puede confundir con el deseo sexual simple. El amor como bien espiritual, puede ser medido en su intensidad por grados de calor. Y esto es así, porque el amor humano es un reflejo del amor divino. Dios es amor como reiteradamente nos manifiesta San Juan evangelista (1Jn 4,17). Dios creador de todo lo visible e invisible, tiene una esencia de amor, por consiguiente, Él es el único generador de amor que existe y lo que estimamos nosotros como amor natural humano, no es más que un reflejo del amor sobrenatural que el Señor genera.

Y es el caso que el amor sobrenatural del Señor, es un fuego de amor es el fuego que se materializó y lo vio Moisés en el Horeb cuando contempló la zarza ardiendo que nunca se consumía, porque el amor Dios es eterno, como eternos son todos los bienes espirituales, que nosotros los menospreciamos, buscando los bienes materiales, que todos ellos son caducos. Solo nuestros bienes espirituales, que hayamos sido capaces de adquirir, serán los que nos acompañen el día que seamos llamados al más allá.

Y en es fuego de amor de Dios, en esa zarza ardiendo, es donde hemos de sumergirnos si queremos amar intensamente al Señor. Decíamos antes que orar es amar, y amar es orar y si queremos amar intensamente, si queremos sumergirnos en ese fuegos de amor que es el Señor, hemos de luchar por llegar en la oración a la contemplación. Todos sabemos que la oración contemplativa, es algo muy distinto de la oración vocal o de la meditación, porque en la contemplación no se habla ni se medita, como su nombre indica se contempla, porque tal como decía San Agustín: "Dios no te pide palabras sino tu corazón".

Para orar contemplativamente, hay que encender en nuestro corazón el fuego del amor del amor de Dios. Y la pregunta que me viene a continuación es: ¿Y como se hace esto?, Primeramente hay que partir de la base de que la contemplación es un don divino, y el Señor lo da a quienes quiere, cuando quiere y como quiere, por ello, y teniendo en cuenta que estamos aspirando a la adquisición de un bien espiritual, es necesario tener, verdadero deseo de adquirirlo, paciencia, perseverancia y humildad, y si uno o una se inicia en esta aventura, que nunca tire la toalla, porque si al final no adquiere la contemplación, piense en lo que ante he escrito en esta glosa, acerca de la humillación de no conseguir el bien espiritual que se desea alcanzar.

Pero en todo caso, pensad siempre que en las cosas del Señor es también aplicable el dicho de que: el que la sigue la consigue. Necesitaremos más o menos tiempo, Santa Juana Chantal creo que estuvo cuarenta años sin recibir ni una pequeña consolación. Una de las formas de trabajar, en la adquisición de este deseo, es comenzar frente al Santísimo expuesto, frente a un sagrario, o simplemente en la soledad del campo o en la de nuestro cuarto, empezar a contemplar al Señor en el sagrario o en un crucifijo que los represente, ya que si estamos en gracia y amistad del Señor, la Santísima Trinidad inhabita en nuestra alma. Contemplar, mirándole a Él y diciéndole lentamente, alguna jaculatoria, o frase de amor que nos dicte nuestro corazón, dejar cada vez más espacio, entre jaculatoria  y jaculatoria, pues cada una de ellas son las hojarascas y ramillas que encenderán nuestro fuego de amor al Señor. El fuego, el Señor lo estima oportuna, se puede convertir en un incendio que abrase nuestro corazón en amor al Señor.
 
Escribe la doctora maestra de la oración Santa Teresa de Jesús, O.C.D. "Por mal que la haga, quien la ha comenzado, (la oración contemplativa), que no la deje; pues es el medio por donde puede tornarse a remediar, y sin ella será muy dificultoso�. Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo que no prescinda de tanto bien".   Y si uno se siente desalentado en la consecución de este fin, le ofrezco el testimonio de la Hna Mariana, carmelita descalza de Madrid, que permaneciendo largas horas de la noche, en esta oración de fe en aridez, desolación y prueba, dio una magnifica y sencilla definición, cuando la preguntaron que hacía tantas horas y respondió: "Estoy dejándome amar de Dios. ¡Es tan sencillo dejarse amar de Dios! ¿Quién no puede hacerlo?".  
 
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.



gilberto


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