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El brazalete mágico
Fuente: Catholic.net En esta época es importante recordar que los tesoros del espíritu no se compran con dinero Casi me quedo ciego al contemplarlo. Un poco más y lo recorto para ponérmelo en la muñeca. Ahí tienes la solución para las jaquecas, los disgustos en casa, los exámenes, las tristezas y desastres. ¡Qué fácil! Sólo hay que tomar el teléfono y encargar uno bien sea en una joyería, bien en una farmacia. Si con este brazalete se pudiera dar jaque mate a las fricciones familiares, a los odios, al vacío interior no habría terrestre que no llevara uno en la muñeca. En vez de ponerle el chupete al niño, le metemos un brazalete y todo arreglado. Ya, ya... ¡Cómo nos gusta soñar! ¿Acaso quienes van por la vida con colguijes, tatuajes y brazaletes son más felices que los demás? Sería una enorme equivocación confundir la felicidad con la posesión de objetos materiales. Pero hay que reconocer que es más fácil tener que ser. Te encontrarás por ahí con muchos "hombres percha" como solía llamarles nuestro querido Martín Descalzo. Son eso, una percha. Unos días llena hasta doblarse: riquezas, lujos, honores, premios, cargos y responsabilidades. Y cuando pierden esto. ¡Qué ridículo! Pero si son.... No, no y no. A mí no me engañan. Como decía Descalzo: "Ninguna felicidad es barata. Y hay que desconfiar de las que nos ofrecen a bajo precio, como nos alertamos cuando en el mercado nos ofrecen fruta o pescado casi regalados: seguro que están podridos o pasados". En esta época navideña es importante recordar que los tesoros del espíritu no se compran con dinero. Se ganan a pulso con el trabajo constante, con la vida interior y la búsqueda de la fuente de felicidad: Dios. Mientras seamos peregrinos, la felicidad será simplemente una dirección, nunca una meta. El hombre más feliz es el que conserva más tiempo la felicidad, el que es feliz eternamente. EEM |
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