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El demonio se viste de Arcángel
José María Zavala Escalofriante. No hallo otro calificativo para glosar la mezcla de estupor y repugnancia que he sentido mientras leía este domingo, en El Mundo, la presunta doble vida del fraile Felipe Guerrero, responsable de una comunidad de cinco hermanos en el Centro Asistencial San Juan de Dios, en Málaga, y para colmo consejero provincial de la orden. Similar estremecimiento al que experimenté ya en su día al destaparse la vida disipada de Marcial Maciel Degollado, fundador de la Legión de Cristo, retirado del ministerio sacerdotal por el Vaticano en 2006 a raíz del escándalo por abusos sexuales en el que se vio envuelto. Admirado también por todos, el hermano Felipe en este caso, de 48 años, colmaba de atenciones a enfermos y familiares en aquel prestigioso instituto médico de Málaga. Hasta que el 28 de junio lo detuvo allí mismo la Policía, acusado de delitos sexuales, corrupción de menores y tenencia de pornografía infantil. Un auténtico demonio, como Maciel Degollado, si el juez considera probadas finalmente semejantes imputaciones. Los indicios de culpabilidad son evidentes: durante el registro de su habitación, la Policía se incautó de relatos eróticos y pornografía infantil. El hermano Felipe pasó la noche entera en el calabozo y declaró luego ante el Juzgado número 3 de Aranjuez, donde se lleva la causa, para ser puesto en libertad a continuación con cargos por carecer de antecedentes penales. Los sabuesos policiales interceptaron durante meses sus conversaciones con el otro presunto cerebro de la banda de pedófilos llamado Arcángel, para colmo: Arcángel de Torres, de 45 años, un modisto coruñés de alta costura que permanece en prisión. El excelente trabajo de investigación de los periodistas Luis F. Durán e Iván Ruiz sale a relucir en estos dos terribles párrafos: "Cuando la policía les cayó encima, el fraile y Arcángel definían a la víctima ideal: un niño menor de cinco años. "Tiernillos", "sin vello", que valoraban como un "tesoro". Niñitos "de una mano", en referencia a cinco años, tantos como dedos. KC |
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