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Claroscuros: Calderón, 45 días


2007-01-15

Jorge Zepeda Patterson, El Universal
 
A lo largo de mes y medio Calderón ha mostrado una amplia gama de claroscuros en la Presidencia. Una mezcla de decisiones afortunadas y actitudes cuestionables que dan cuenta de las fortalezas y debilidades que tendrá como mandatario.

Lo mejor hasta ahora ha sido su disposición para actuar. "Leyó" rápidamente la irritación de la sociedad por la parálisis que caracterizó al gobierno anterior. Fox prefirió abstenerse de buena parte de los temas polémicos, con el propósito de no poner en riesgo sus índices de aprobación. Calderón, por el contrario, ha mostrado estar decidido a arriesgarse y tomar posición en asuntos delicados como Oaxaca, el narcotráfico o la crisis de la tortilla. Podemos coincidir o diferir de la estrategia seguida en estos temas, pero es indudable que el panista no está dispuesto a quedarse de brazos cruzados frente a la agenda nacional.

El "presidente electo" no ha escatimado esfuerzos para pasar el mensaje al país de que ya hay piloto en la nave. Eso era importante porque Fox terminó convertido en un jugador más en la disputa del poder. Con él, la Presidencia perdió su papel de árbitro general y dejó de ser garante de los acuerdos pactados por las fuerzas nacionales. No dudo que el éxito o fracaso del gobierno de Calderón dependerán de su capacidad para realizar un pacto decisivo con el empresariado del país. Necesita arrancarles concesiones para lograr un crecimiento más acelerado, pero sobre todo más equilibrado. Sólo de esa forma conseguirá que México no termine incendiado por sus rezagos y por la desigualdad. Para eso requiere que los empresarios cedan algunos privilegios y se comprometan con objetivos de largo plazo en beneficio de la sociedad en su conjunto. Pero la iniciativa privada no hará ninguna concesión mientras no perciba que existe un líder capaz de garantizar acuerdos y compromisos.

En ese sentido, hay una estrategia escalonada en dos etapas por parte de Los Pinos: primero, ganar legitimidad como árbitro general y como garante de la gobernabilidad. Una vez obtenido un mínimo de credibilidad, la segunda etapa consistiría en convocar a las fuerzas sociales para realizar los acuerdos de reforma que el país necesita. La estrategia es correcta, pero la manera de instrumentarla, a mi juicio, no ha sido la más afortunada.

Antes de pasar a los negros del arroz, un acierto adicional: Calderón parece haber abandonado el papel que impulsó Fox y que lo llevó a convertirse en alcahuete de los intereses estadounidenses ante América Latina. La disposición para limar asperezas con Venezuela y Cuba, al margen de la declaracionitis de estos gobiernos, permite abrigar esperanzas de que México pueda recuperar su liderazgo político en el continente.

Por lo que toca a los desaciertos, el más visible es el espaldarazo que dio al góber precioso, Mario Marín, al visitarlo esta semana, en vísperas de su segundo informe de gobierno. En febrero, durante la campaña, Calderón había encabezado a los diputados panistas poblanos para exigir la destitución y el juicio político contra Marín. En aquella ocasión no ahorró epítetos para denunciar al gobernante corrupto. Si bien es cierto que como Presidente debe recorrer todo el país, escoger a Puebla como una de las primeras entidades para tomarse la foto con su gobernador hace de Calderón un político acomodaticio y poco confiable. Sólo puede significar dos cosas: que es un funcionario dispuesto a sacrificar principios y ética a cambio de ventajas políticas, o que está maniatado por los grupos de poder que lo rodean.

Una segunda pifia es la intervención parcial en Oaxaca. Es importante que Calderón sea percibido como Presidente de todos los mexicanos y no sólo de sus aliados. La detención de los líderes de la APPO con lujo de fuerza y con reiteradas violaciones de derechos humanos es una medida facciosa si no va acompañada de la investigación de los crímenes cometidos por el bando de Ulises Ruiz. La reinstalación del "orden público" mediante la fuerza, sin la impartición de una verdadera justicia, ofrece ganancias inmediatas, pero siembra futuras tempestades.

Respecto de los sectores sociales desprotegidos y el riesgo de inestabilidad que representan, Calderón parece moverse en una estrategia en tres direcciones. Con relación al PRD y la izquierda, ha preferido mantener una cautelosa distancia, en espera de que las aguas postelectorales se tranquilicen. Por otra parte, ha anunciado algunas acciones (seguro médico, primer empleo) que a largo plazo podrían tener algún beneficio. Sin embargo, la parte sustancial (presupuesto y políticas públicas) deja muy mal sabor. La mano de la derecha panista se observa en la cancelación de todo lo que esté relacionado con las ONG y la participación de la sociedad. Hay un desmantelamiento de las políticas públicas que fueron impulsadas en Sedesol y Salud por Josefina Vázquez Mota y Julio Frenk. Calderón dejó en manos de la derecha radical la atención del sector social, justamente el flanco donde habría necesitado mayor sensibilidad y compromiso con los necesitados.

A mes y medio de gobierno, Calderón ofrece un balance de claroscuros. Su mayor acierto es que está dispuesto a convertirse en un Presidente dinámico y activo. Su mayor desacierto es que todavía no demuestra que su Presidencia será para todos y no sólo para los que lo colocaron allí. Frente a ese panorama, su suerte parece estar declinando. La caída del precio del petróleo, el precio internacional del maíz y la desaceleración de la economía estadounidense son malas noticias para México y peores aún para su Presidente, pues verá restringidos sus márgenes de maniobra. Calderón tendrá que depurar errores y acelerar la estrategia para establecer su liderazgo: las tormentas llegarán antes de lo que se había pronosticado.

www.jorgezepeda.net

Economista y sociólogo



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