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Paraíso ganado


2014-05-21

LEILA GUERRIERO, El País

En las últimas semanas, en la Argentina, las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia atravesaron momentos complicados. El 9 de mayo, cien obispos consensuaron un documento que señalaba que "los hechos delictivos no solamente han aumentado en cantidad, sino también en agresividad", y que "hay una violencia cada vez más feroz y despiadada". Al día siguiente, la presidenta Cristina Fernández dijo en un acto público que "cuando hablan de una Argentina violenta, quieren reeditar viejos enfrentamientos", y citó, para retrucar a los obispos locales, y a los dirigentes que acordaron con ellos, fragmentos de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, del papa Francisco, recomendando que se sacaran menos fotos con él y lo leyeran más. Después, todo se tranquilizó un poco. Pero a mí me preocupa que, de ahora en adelante, el referente de nuestra política local sea un líder religioso que, cuando este mismo Gobierno sancionó la ley de matrimonio igualitario, dijo que era un proyecto del demonio.

Me preocupa por varias cosas, entre otras ésta: con un Papa argentino transformado en referente central de algunos discursos presidenciales, la posibilidad de contar con una ley de despenalización del aborto (una diputada del Frente para la Victoria presentó en abril el quinto de esos proyectos)� parece remota.

Se calcula que más de medio millón de mujeres recurre, cada año, al aborto clandestino en la Argentina. Mueren entre 100 y 300 �es difícil tener estadísticas certeras acerca de una práctica ilegal� por complicaciones derivadas. ¿Será que parecen pocas; será que son un daño colateral razonable? Me digo que, al menos, no tendremos que hacer como España, que en breve volverá sobre sus pasos y repondrá una legislación tan retrógrada como la que tenemos de este lado del mundo: con no hacer nada, y dejar las cosas como están, ya nos habremos ganado el paraíso.



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