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Despeje de putería


2014-06-26

JORGE F. HERNÁNDEZ, El País

Es inevitable. A alguien, cualquiera, uno o varios aficionados mexicanos se les ocurrió quién sabe cuándo azuzar o ensalzar los despejes que realiza el portero de cualesquier equipo que sea rival de ellos, de ése o de aquél, con un Eeeeeé que acompaña los pasos previos a su despeje en el área chica y rematar �en el instante exacto en que el portero en cuestión patea el balón a la estratósfera�con un grito a coro: ¡Puto!, con signos de admiración en la saliva, estupor entre las damas y recatados funcionarios y casi la total incomprensión en jugadores y públicos de otros idiomas, hasta el día de hoy en que la FIFA y la afición brasileña se han encargado de globalizarlo. Empezó como los chistes y chismes, volviéndose grito o rito pegajoso, esencialmente ofensivo y denigratorio, pero que por abuso ya se volvió inofensivo, usual, insulso y hasta pendejo, diría yo a riesgo de que me multen.

Según la Real Academia Española, puto viene de puta (apócope y sinónimo de prostituta) y en su acepción como adjetivo se considera "calificación denigratoria" (como cuando un madrileño dice que "me he quedao sin un puto duro"), aunque como antífrasis se convierte en algo que ensalza o encarece (como cuándo alguien dice en no pocos países de Hispanoamérica �y en variados acentos�"... se volvió a ganar la lotería. ¡Qué puta suerte!"). La Academia de la Lengua también considera puto como sinónimo de necio o tonto y, efectivamente, en cuarto lugar de sus acepciones, puto es "Hombre que tiene concúbito con persona de su sexo".

Hace poco más de una década el grupo de rock mexicano Molotov realizó una gira por España y recuerdo los enredos y retruécanos en los que tuvieron que enmarañarse ante la prensa por las acusaciones y exhortaciones en pro de lo políticamente correcto que se le lanzaron en contra por el rítmico éxito de su canción "Puto" (cuyo coro repetía en síncopa: "Matarili al maricón"). Tanto jodieron los progres a Molotov que se pasaba por alto que la letra de esa canción tenía destinatario específico, que se libró del escarnio precisamente porque la atención se centraba en la palabrita de marras. Hasta la fecha, si alguien compra esa canción en iTunes se encuentra con la sorpresa de que el título aparece como "P**o" con ese ánimo tan gringo (tan de la moral majority, tan de los necios del Tea Party) que dizque rigen nuestras conciencias con advertencias.

Imaginemos a Miguel de Cervantes presentando hoy mismo su Quijote en la FNAC de Callao o a un tal Quevedo en entrevista de radio sobre su hilarante tratado Gracias y desgracias del ojo del culo (dedicado a una fulana, "gorda por arrobas, la del camisón cagado"). No faltaría el trasnochado o persignado o progre-políticamente-correcto que exigiría al otrora célebre Manco de Lepanto que advirtiera al público lector que su novela contiene groserías, blasfemias insinuadas, insinuaciones sexuales, elogios a la locura, abiertas críticas a la desigualdad social, etc. y al tal Quevedo lo relegarían a un horario de madrugada, lejos de los oídos píos de las santurronas y de los niños.

Entre las muchas manchas que empañan a los diferentes rostros de la FIFA se confirma su pretenciosa y autoritaria facilidad para distraer la atención del mundo. Justo cuando reaparecen indicios de corrupción y compra de árbitros, justo al tiempo en que ningún matemático ha sido capaz de descifrar el cubo de Rubik con el que realizan el cochupo de los sorteos, los sobornos para el otorgamiento de sedes para futuros torneos, justamente cuando crece el número de aficionados que preferiríamos impecable transparencia y absoluta pluralidad democrática en las formas y en el fondo de ese monstruo omnímodo con más miembros afiliados bajo sus siglas que los países representados en la Organización de las Naciones Unidas... pues, justo entonces se les ocurre la imbecilidad de insinuar la amenaza de sancionar a la Federación Mexicana de Fútbol con multas, o bien esgrimir el reglamento donde consta que la FIFA se abroga el derecho de expulsar de los estadios y multar en francos suizos (no pocos) a todo aquel que profiera insultos a los jugadores en la cancha, todo ello con el recién develado atributo de considerarse lingüistas, amén de políglotas.

Efectivamente, es patético que se haya popularizado en México el grito de ¡Puto! como broma convertida en cántico y es también patético que los medios de comunicación mexicanos insinúen sustituir el ya más que trillado grito que ya ni es insulto, por un cursi ¡Juntos!, o peor aún, ¡México!, al tiempo que parecen murmurar ¡ay, nanita, qué medio! ¡no nos vaya a excomulgar la FIFA! Desconozco en qué estadio y en cuál de los muchos insulsos partidos de la liga mexicana de fútbol nació el rito, pero supongo que así de aburrido e insulso estaría el juego (o así de odioso y siniestro era el portero que suscitó la puntada), pero consta que la babosada anónima se volvió tan litúrgica como la Ola, esa marea de supuesto entusiasmo forzoso colectivo que en ocasiones llega distraernos incluso de las mejores jugadas o nos llega a ahogar con la salada espuma de las cervezas que se desparraman en el oleaje justo en el instante de un gol. Es como si de pronto, en medio de la peor pesadilla, uno sueña que se encuentra vestido de tuno (mallas negras, zapatones con hebilla, capa de alguacillo, listones de colores y mandolina al pecho) y ya como miembro obligado de la peor estudiantina cantar a güevo "Clavelito".

Bien dice el poeta Julián Herbert que "puto no es necesariamente una palabra homofóbica, así como chingar no significa sólo fornicar y cabrón no significa nada más cornudo". Si la FIFA se quiere enredar en etimologías (y más aún, inmiscuirse en el peso cultural de las palabras en español) ha de ponderar que si un árbitro colombiano le dice a un jugador tico que no sea pendejo, el sentido de la frase no tiene nada que ver con lo que eso significa en México y si Messi espetara una alusión a la cajeta de la madre del Chicharito, la afición mexicana y del Manchester United lo entendería como el elogio de un postre.

En realidad, la FIFA mete los botines en su propio hocico y como oprobioso elefante omnímodo quiere poner en boca de todos una discusión necia en torno a una palabra que en realidad es plural: en el español de México muchas palabras se multiplican afortunadamente según el clima, el ánimo y la entonación con las que se profieren y en la inabarcable geografía de la Mancha, la lengua de Don Quijote se engrandece con todas las versiones y reversiones, giros labiales y expresiones caleidoscópicas que cada una de nuestras palabras del español adquiere en cada uno de los países, provincias, pueblos y personas de Hispanoamérica. Aceptemos que Puto no es solamente apodo denigratorio de Homosexual, tanto como debemos aceptar hasta dónde puede crecer la estulticia de una ocurrencia imbécil, tal como el irracional y etílico hombre al agua que decidió lanzarse al mar desde el treceavo piso de un crucero convertido en inmensa sala de fiestas no debería provocar el cierre de los puertos marítimos, la prohibición del consumo de alcohol en altamar o el registro en confesionario de todos y cada uno de los viajeros que declaren viajar con ánimo de fiesta. Que diga la FIFA su postura ante la posible estupidez de quien entienda que un puto peso es moneda que acostumbra follar sin tipo de cambio sólo con pesos de su misma denominación de origen y que explique la FIFA si alguien interpreta que el partido de México con Croacia será un encuentro muy cabrón porque se trata de ponerle los cuernos a la hermana de Modric o que nos explique la FIFA si todas las chingaderas que hace Josep Blatter son alusiones a sus posibles infidelidades.

Si la FIFA quiere volverse gramática sería aconsejable que definan de una vez su postura ante palabras como Robo, Engaño, Mentira, Impunidad, Despilfarro, Autarquía o Oligarquía. La FIFA proyecta obtener 4,000 millones de dólares de ingreso con el Mundial Brasil 2014 y deslinda toda responsabilidad de despilfarro en la construcción de estadios e infraestructura en el gobierno incauto que se embarcó en el crucero de su fiesta. La FIFA promete gastar sólo 400 millones de esos 4,000 millones de dólares en los premios que otorgará a las federaciones de los países participantes y a nadie tiene que informar sobre los viáticos, dispendios y privilegios que fardan sus directivos encorbatados, trasnochados y nada deportivos. Bien visto, los de la FIFA metidos en discusiones bizantinas son sinónimos de metiches sin saber bien a bien en lo que se meten, son jueces de línea que no saben ondear el banderín cuando son ellos mismos los que caen en el fuera de lugar. Es decir, son una bola de putos.



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