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Tercera Guerra Mundial


2016-04-08

Maciek Wisniewski, La Jornada

Hasta hace poco, sólo de vez en cuando llegaba a escuchar esta expresión.

Entonces, delante de los ojos aparecían imágenes de grupúsculos de partisanos polacos de extrema derecha (NSZ/NZW) –nacionalistas y anticomunistas– que después de la Segunda Guerra siguieron en la clandestinidad (algunos hasta los años 50), apostando que pronto entre Occidente y la URSS estallaría la Tercera Guerra Mundial, el nuevo invasor (Moscú) quedaría derrotado y la patria finalmente libre.

Esperándola se entretenían asesinando a judíos sobrevivientes del Holocausto, campesinos que se vendían con los comunistas y a todos los que se conformaban con el nuevo orden o simplemente querían empezar a reconstruir el país.

Ahora la escucho casi a cada rato.

Abro los ojos y veo políticos de todo el mundo moviendo los labios.

Slavoj Zizek captó bien el momento en que el espectro de la Tercera Guerra Mundial por venir y/o en curso reapareció y empezó su carrera en los medios: fue en 2014, el año del centenario del estallido de la Primera.

Algo, sin embargo, había en todo esto.

Hablando de Obama y del (autoimpuesto) papel de Estados Unidos como policía global, Zizek apuntaba a semejanzas entre los principios de los siglos XX y XXI:

• igual que ayer, presenciamos una lucha geopolítica en medio de transición hegemónica con un imperio en declive (entonces el británico, ahora el estadunidense), nuevos pretendientes (entonces Alemania, ahora Rusia y China) y un foco de disputa (entonces los Balcanes, ahora el Medio Oriente).

• igual que ayer, observamos una licitación quién provoca más a quién –Rusia a la OTAN con sus ambiciones y amenazas a sus vecinos, o la OTAN a Rusia conteniéndola y cercando sus fronteras– que sólo agudiza la tensión.

• igual que ayer, está en obra el mismo mecanismo supersticioso que nos hace creer que estar conscientes de la amenaza y hablar de ella hará que no se materialice, pero es justamente al revés: es exactamente por eso que puede ocurrir (¡sic!).

Una bulla en medio de la cual se pierde lo verdaderamente alarmante: el escenario de la Tercera Guerra está en la mesa del Pentágono desde hace más de 10 años; la guerra contra Rusia entró en fase operacional y el uso selectivo/limitado de armas nucleares –a diferencia de la guerra fría– ya dejó de ser un tabú (In These Times, 10/12/14).

Es más: quizás estamos ya en un punto en que decir que uno no quiere la guerra significa lo opuesto.

Es la impresión que dejaba David Cameron, el premier británico, cuando aseguraba que no empezaría la Tercera Guerra Mundial por Ucrania, echando gasolina al fuego con comparaciones de actitud rusa con la alemana antes de la Primera (en caso de Bélgica) y la Segunda Guerra (en caso de Checoslovaquia y Polonia) y llamados a mejorar la respuesta a la agresión rusa (The Telegraph, 30/7/14).

Todo dicho seguramente sin quitar el dedo del renglón del sistema nuclear Trident (hoya y base del poder británico).

John Pilger, el veterano periodista y documentalista australiano –“un faro en estos ‘tiempos oscuros’” (Noam Chomsky dixit)–, asegura que la guerra mundial ya había empezado.

Por el momento es sólo guerra de propaganda, mentiras y distracción, pero esto puede cambiar con la primera orden errónea y el primer cohete.

Según él, todo esto es un secreto y hay que romper el silencio.

¡¿Un secreto?! ¡¿Un silencio?!

De diestra y siniestra todos hablan de la guerra, hasta el Papa, que desde 2014 (sic) viene asegurando que vivimos una Tercera Guerra Mundial en fragmentos, así que no es ningún secreto (y tal vez ninguna unidad de análisis radical...).

Aun así, lo demás del análisis de Pilger no tiene desperdicio:

• la propaganda que distorsiona el papel de la OTAN en Ucrania, el cerco a Rusia, alimenta la histeria en los países bálticos (y Polonia) o tapa los preparativos para la guerra con China; es la misma que llevó a la desastrosa guerra en Irak.

• la perspectiva de una guerra nuclear después de que Obama autorizara una nueva minibomba atómica (B-61/12) –el mismo que prometió un mundo sin armas nucleares en un famoso discurso en Praga (2009), tras el cual fue galardonado con el Nobel de la Paz (¡sic!)– es mucho más pensable que antes.

• la amenaza que representaría Trump (en caso de ganar), figura odiosa, pero también alguien cuyas opiniones sobre migración no son más grotescas que las de Cameron (sic) y objeto favorito de vapuleo mediático, lo que debería despertar nuestro escepticismo, es –o puede ser...– menor a la que representaría Hillary Clinton.

Trump –subraya Pilger–, un outsider, al contrario de ella, que “encarna la violencia del sistema y del stablishment estadunidense”, no quiere ir a la guerra con Rusia ni China (Counterpunch, 23/3/16).

O al menos es lo que dice por el momento, porque dice muchas cosas: quiere que Estados Unidos deje de ser policía global y de meterse en las guerras, pero también que... autorizaría un ataque nuclear a Europa (The Guardian, 1/4/16).

No obstante, también para Diana Johnston –autora de The queen of chaos (2015), que habla del sendero de sangre detrás de Clinton y sus políticas– es ella, y no Trump, quien sería más capaz de iniciar la Tercera Guerra Mundial.

En la situación actual, que se asemeja a la que precedía a la Primera Guerra cuando faltaba sólo un incidente, Clinton es más peligrosa: no tiene límites para empujar al adversario, incluso si es la Rusia nuclear (Counterpunch, 10/3/16).

¿Entonces? Pienso que hay que denunciar y hablar de esta amenaza, pero también pienso que denunciar y hablar demasiado de ella tiende a convertirla en una profecía autocumplida.

Además: es un tipo de narrativa que encaja perfectamente con la agenda de extrema derecha en auge, sirviendo de excusa para más medidas extraordinarias y otras restricciones.

Hoy, Polonia está en manos de políticos –de un partido nacionalista y anticomunista (PiS)– que se dicen herederos de aquellos partisanos reaccionarios que soñaban con la Tercera Guerra Mundial.

Como ellos, también irían a la guerra con Rusia.

Esperándola se entretienen destruyendo instituciones democráticas, organizando campañas de odio contra refugiados y musulmanes y contra todos los que se atreven a criticarlos o simplemente resultan ser no lo suficiente patriotas.



KC


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