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La reforma educativa
Almte. Manuel Rodríguez Gordillo "La decadencia de las naciones se inicia con la pérdida de la identidad que cementa Actualmente se está dando mucha publicidad en los medios sobre la intención de las autoridades educativas del Gobierno Federal, de revisar los programas oficiales de estudio en las escuelas elementales y básicas, con el fin de “adecuarlos” a las necesidades de un mundo cada vez más globalizado y más dependiente de la tecnología. El argumento es válido desde todos los ángulos que se le examine, solo que en el proceso de aplicación para lograrlo se intenta disminuir la carga académica y la amplitud de cobertura en las asignaturas, cuyo contenido es ajeno al conocimiento tecnológico, especialmente el relacionado con el estudio de la historia del México precortesiano. Si bien es cierto que desde principios del Siglo pasado el desarrollo científico y tecnológico ha tenido un crecimiento muy acelerado, cuya consecuencia académica ha sido una acumulación de conocimientos científicos, y de nuevas disciplinas tecnológicas que los estudiantes tienen que aprender, para poder ser competitivos en el mercado laboral y estar en condiciones de coadyuvar en el desarrollo del país, impulsándolo para salir del subdesarrollo que conlleva el atraso científico-tecnológico, también es cierto que dicho conocimiento exige mayor esfuerzo educativo y tiempo en las aulas, esfuerzo y tiempo que no debe ser restado al estudio de los conocimientos humanísticos que son básicos en la formación del ciudadano útil a la sociedad que lo educa, ni en detrimento de los valores que le dan una identidad nacional, ya que entonces se perdería el objetivo esencial del proceso educativo, cuyo fin no solamente es proporcionar información técnico-científica al educando, sino también el formar ciudadanos identificados con los valores nacionales y solidarios con el grupo al que pertenecen, de modo que el conocimiento y la tecnología que se deriva del mismo no se convierta en una herramienta de dominio para una elite, sino en la base del desarrollo de la propia sociedad, esto es, que la aplicación del conocimiento científico y de la tecnología, sirvan a la sociedad en su conjunto y no que sea utilizado egoístamente por quien lo adquiere, para explotar a quienes tuvieron menores oportunidades escolares para prepararse. El conocimiento de las raíces históricas de la sociedad en la que se ha nacido y la introyección de sus valores, tiene como resultado que el individuo adquiera sentido de pertenencia a un grupo definido y singular ante las otras sociedades con las que se relaciona, lo que se traduce necesariamente en seguridad y autoestima de donde nace la dignidad y el patriotismo que se plasma en símbolos de identidad, necesarios para no ser arrollados por los sincretismos que (a nombre de una globalización avasallante y sesgada hacia la explotación del menos fuerte), tratan de imponer los intereses hegemónicos de la actualidad, y que históricamente solo han perseguido aprovecharse abusivamente de los recursos naturales ajenos y del trabajo de los demás pueblos, a través de la fuerza, de tratados comerciales inequitativos, y de préstamos usurarios y leoninos (ayuda económica acostumbran llamarle). Por otro lado, se hace necesario que las autoridades educativas que están a favor de mutilar los conocimientos históricos de una de nuestras raíces (quizá la que más nos identifica como nación independiente y singular ante los demás pueblos), entiendan que la formación de científicos y técnicos deshumanizados en los países de muy alto desarrollo científico, ha provocado la existencia de especialistas sin sensibilidad social que han puesto sus conocimientos al servicio de la destrucción del hombre, y están llevando a la humanidad a un estado de robotización en donde el hombre se ha convertido en un objeto más de consumo (y de desperdicio), en el mercado de una economía de cementerio que destruye todo a nombre de una visión financiera, esto es, para ellos el hombre es un bien desechable porque de acuerdo a sus intereses ha dejado de ser el motivo y fin de todo tipo de actividad, creando una sociedad alienada por la visión fundamentalista neoliberal impuesta por la globalización, que se guía por un orden pragmático-económico-financiero donde solo se privilegia la ganancia inmediata, que se erige sobre los escombros del medio ambiente, la destrucción de los menos favorecidos y que excluye considerar el derecho a la vida de las generaciones venideras. De la misma manera quienes abogan por reducir los conocimientos humanísticos (a los que su filosofía pragmática y ausente de valores consideran inservibles), olvidan que actualmente los tiempos necesarios para preparar, dentro de un proceso educativo lógico y coherente, a un ciudadano útil a la sociedad son cada vez mayores, debido al desarrollo explosivo del conocimiento científico y tecnológico de las últimas décadas, que ha acumulado una cantidad mayor que el conocimiento científico previo en toda la historia de la humanidad, por lo que cada vez son mayores las exigencias de información científico-tecnológicas que requiere el hombre, y mayores los esfuerzos educativos para que el ciudadano se mantenga actualizado y pueda sea capaz de enfrentarse y manejar sin riesgo los ingenios que la tecnología pone a su servicio, condición que difiere notoriamente del hombre medio que existía en el ámbito tecnológico de hace 150 años, quien lo conseguía efectuando los estudios elementales de la educación primaria, y que hoy en día, con la tecnología existente, ni siquiera se obtienen estos conocimientos completando los estudios de la educación media. Lo anterior nos lleva a considerar que la reforma educativa es urgente y necesaria, pero no recortando los conocimientos que necesita el futuro ciudadano, sino ampliando el tiempo de preparación, dado que esta capacidad no debe ser subordinada a los intereses económicos-financieros cortoplacistas, que solo nos llevarán a la implementación de un proceso educativo mediocre y desnacionalizado, cuyas consecuencias serían las de anclar al país en el subdesarrollo y en una dependencia permanente del extranjero, pues no debemos olvidar que la mayor riqueza de una nación son sus habitantes, que harán más rica y más poderosa a su patria en la medida en que estén mejor preparados e identificados con ella y con la sociedad que la conforma. JMRS |
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