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Deuda: dos versiones


2016-10-27

Carlos Fernández-Vega, La Jornada

El secretario de Hacienda, José Antonio Meade, es fiel defensor de la tesis oficial, en el sentido de que la voluminosa deuda pública no sólo es administrable, sino que ni lejanamente pone en peligro a las finanzas públicas. De hecho, apenas el martes pasado celebró el refinanciamiento de pasivos en los mercados internacionales, el cual permitió suavizar el perfil de vencimientos que teníamos en 2017.

Bien, pero tal refinanciamiento fue en un tramo proporcionalmente muy reducido con respecto al saldo del débito público foráneo, que tal vez suavizaría los pagos para el próximo año, pero de cualquier suerte heredará la cuenta y los desembolsos a la siguiente administración y a las futuras generaciones de mexicanos, las cuales, de por sí, desde ahora están empeñadas.

El rosa se mantiene como color predilecto en el círculo gubernamental. Sin embargo, en otras latitudes no utilizan lentes de tal coloración y, en cambio, advierten sobre el aparatoso crecimiento del débito y la degradación crediticia del gobierno mexicano (Standard & Poor’s y Fitch, por ejemplo), que reflejan el menoscabo de las expectativas de crecimiento y estabilidad en el país en los próximos años, si el nivel de deuda del gobierno federal o los pagos por el servicio de la deuda se siguen deteriorando.

Tal es el caso del más reciente análisis (Momento económico: Panorama de la economía mexicana a 40 años de devaluaciones del peso, de Alicia Girón y Carlos Gachuz Ullrich) del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM (IIE), que dirige Verónica O. Villarespe Reyes. En él, los autores subrayan que tales predicciones sobre el futuro de la economía mexicana, “por desgracia no son exclusivas de las agencias calificadoras; analistas apuntan hacia un crecimiento sumamente acotado para lo que resta del año, desde que se anunció que durante el segundo trimestre de 2016 nuestra economía permanecería estancada por primera vez en tres años. Los indicadores para el país no han sido los deseados por parte de la actual gestión de Peña Nieto, cuando sólo hace tres años se hablaba del Moment of Mexico. El momento se ha desvanecido a partir del deterioro de las finanzas públicas del país, del bajo crecimiento y de la fuerte depreciación del peso en los últimos meses”.

De acuerdo con el citado análisis, las perspectivas tampoco son muy alentadoras en lo que al precio del petróleo se refieren. Históricamente el principal receptor de divisas del país, este hidrocarburo carga gran parte del peso del saneamiento de las finanzas públicas; sin embargo, las presiones a la baja sobre su precio han puesto en serios aprietos al gobierno federal, pues ha caído en picada. Dicho comportamiento impactó de inmediato al indicador del servicio de la deuda externa, donde las divisas que provienen del exterior no son capaces de responder al pago de la deuda externa o tienden a corto plazo a ser insuficientes, incluso para pagar las exportaciones necesarias como alimentos, gasolinas y mantener nuestra producción.

Los autores detallan que el servicio de la deuda externa pasó de 31 mil 790 millones de dólares en 2009 a 52 mil 240 millones en 2014, y la tendencia ha sido alcista. En ese periodo México multiplicó por dos su deuda externa, al pasar de 193 mil 340 millones de dólares a 432 mil 600 millones; es decir, un aumento de 224 por ciento. La relación deuda externa-PIB en porcentaje pasó en el mismo lapso de 21.64 a 33.41.

En el periodo de referencia, la relación deuda externa total-exportaciones pasó para el mismo periodo de 79.19 hasta 103.15 por ciento; para el caso de la deuda externa pública a exportaciones lo hizo desde 48.69 hasta 56.85 por ciento, y la deuda externa privada desde 18.20 hasta 23.59 por ciento. Además se espera que la deuda pública crezca a un ritmo de 4 por ciento del PIB anual. El crecimiento de la deuda pública está relacionado con varios fenómenos de orden político y económico que han ocurrido en varios países. Una crisis de la deuda puede ocurrir si un país con una economía estancada no es capaz de pagar su deuda externa, debido a la incapacidad de producir bienes y servicios con ingresos redituables.

Girón y Gachuz refieren que probablemente no nos podría interesar el incremento excesivo de la deuda pública en México porque estuvimos, hasta hace poco tiempo, en un contexto de reducciones de las tasas de interés internas e internacionales, entonces los pagos por el servicio de la deuda no se habían disparado. Pero el problema permanece latente y se pondrá peor, ya que el Banco de México anunció el 30 de junio pasado la subida agresiva en 50 puntos base de la tasa de interés de referencia, con el fin de reducir los efectos inflacionarios del tipo de cambio y amenguar la depreciación del peso. Y la volvió a elevar a finales de septiembre pasado.

El proceso de debilitamiento del peso frente al dólar acumula casi dos años corridos, y la mexicana ha sido una de las divisas más afectadas. En este contexto y contra varios pronósticos, el Banco de México elevó su tasa de interés con el fin de atraer inversión en cartera y frenar la caída sostenida de la moneda nacional.

Lo anterior, apunta el análisis del IIE, nos encajona en un dilema de política económica en un contexto de estancamiento: aumentar las tasas de interés para frenar la depreciación del peso, pero elevando la carga de los compromisos de pago del país con el exterior, cuando hay cada vez menos entradas de divisas por exportaciones petroleras, o bien; permanecer con tasas de interés bajas (como varios países) aminorando la carga de los compromisos con el exterior, pero continuando con la caída del peso y con el riesgo de que esto genere problemas inflacionarios en un futuro. Sin duda el panorama es complicado para los tomadores de decisiones de nuestra economía. Los acontecimientos de la economía mundial y sus repercusiones en los mercados financieros globales, junto con los desequilibrios de las finanzas públicas y la debilidad del crecimiento económico, son los factores más importantes que han contribuido notablemente a la difícil situación en la que se encuentra el país y de la que no se ve buen augurio para su salida.

Pero, asegura Hacienda, aquí no pasa nada.

Las rebanadas del pastel

De cereza, el Inegi informa que en agosto el indicador global de la actividad económica (Igae) disminuyó 0.1 por ciento en términos reales durante agosto, en comparación con julio. En términos anuales dicho parámetro reportó un incremento real de apenas 1.5 por ciento… Y el billete verde se vendió a 19.15 bilimbiques, como máximo.



JMRS


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