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Estado laico y salvaje


2016-11-04

Por Antonio Borda

Laicismo es un invento liberal contrario a la naturaleza de los pueblos. La palabra tiene un remoto origen etimológico griego y su significado se aproxima curiosamente a "populismo y demagogia" (RAE). Fue impuesto a bayoneta calada y chispazos de fusil durante la revolución francesa en el régimen del terror, cuyo mentor Robespierre -el autodenominado "Incorruptible", lo impulsó a golpes de guillotina sin calcular a tiempo que ella también se le llevaría la cabeza un poco más tarde. ¡Y de qué horrorosa manera!

Es contrario a la naturaleza humana y nunca antes en ninguna civilización anterior se había dado semejante experimento socio-político: gobernar sin religión. ¿Dónde se había visto algo así? Ni los romanos tan pragmáticos y aguerridos llegaron a concebir semejante idea. Los más brillantes de sus oradores políticos sacrificaban pichones a sus dioses domésticos antes de una intervención en el Senado. Lo mismo hacían sus mejores generales antes de un combate. Hoy que está tan de moda admirar y respetar los supuestos valores culturales de los pobres silvícolas amazónicos, se ha verificado también que en su primitiva organización socio-política subsiste una carga religiosa chamánica intensa que en cambio de tender a desaparecer aumenta y supera el instinto de supervivencia. Y por eso precisamente es que sorprende cuando se ve que algunos gobernantes "cristianos" -que apoyan furibundamente el laicismo del Estado, terminan participando en misteriosas ceremonias aborígenes pidiendo la unción de brujos y chamanes para el éxito de su gestión gubernamental. Del propio presidente Reagan se decía que tenía su astrólogo de cabecera. Y del asesino del Cristerito San Luis José Sánchez del Río, -el laico Presidente Plutarco Elías Calles, se sabía que era espiritista. Paradójico que en eso haya terminado el laicismo que tanto ha perseguido al Cristianismo, especialmente en la América republicana desde el siglo XIX, modelo de secularización política desde que se independizó de Europa.

Pero lo grave del asunto va más allá. Las nuevas generaciones tienden irresistiblemente a lo mágico y esotérico. Gustan de lo misterioso y de lo horrendo, producto de tanta acción criminal a la que asisten diariamente por unos Medios que en aras de la libertad de expresión, más parecen solazarse en lo asqueroso y brutal de este valle de lágrimas desde el Pecado Original. Del mundo de los niños, ha desaparecido ya lo maravilloso y encantador para ser sustituido por el de los dinosaurios y los monstruos más asquerosos que la imaginación humana haya podido crear. ¿Cómo piensan gobernar a estas gentes los políticos? ¿Con el mito de los extraterrestres, que entre otras cosas nos los pintan horribles?

La naturaleza humana necesita lo espiritual como el oxígeno y siempre lo buscará aunque sea en los antros más oscuros de la superstición y la hechicería. ¿Lo sabían esto los mentores ideológicos del laicismo del siglo XVIII?

No nos engañemos más: Cuando jefes de Estados latinoamericanos decide tomar posesión de su cargo ante los chamanes de una comunidad indígena, "ungirse" con sus rituales y posteriormente llevar adelante un plan político con la participación de sacerdotes de santería, es obvio que están sustituyendo el laicismo por creencias espiritistas, y esto paradójicamente después de que sus radicales antecesores liberales persiguieron con odio la religión católica durante el siglo XIX, bajo el farisaico argumento de que el Estado debería ser laico y científico. Entonces, todo parece indicar que la idea no pretendía de verdad un Estado aconfesional sino preparado para el chamanismo, la brujería y otras supersticiones que la Iglesia había logrado hacer superar con su sufrido y paciente apostolado de siglos completos y misioneros mártires.



JMRS


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