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Si trabajas para Trump, "quedas como un mentiroso o un tonto"


2017-05-15

Glenn Thrush y Maggie Haberman, The New York Times


NUEVA YORK – El presidente Donald Trump nunca ha tenido ningún problema en sacrificar a un sustituto en pos de alguna necesidad política de corto plazo. Y parece que no lo pensó dos veces la semana pasada al exponer a varios integrantes de su personal a que fueran ridiculizados por cambiar repetidamente sus explicaciones sobre por qué despidió a James Comey como director del FBI.

Trump, aparentemente obsesionado con la investigación del FBI sobre el posible involucramiento ruso en la elección de 2016 y frustrado con el escrutinio por parte de los medios en Washington, necesita ahora más que nunca un portavoz efectivo, y sus asesores dicen que considera cambiar a su equipo.

Después del escándalo por la grabación de Access Hollywood en el que se escucha al ahora presidente presumir de que puede tocar a mujeres sin su permiso, Trump ventiló sus desacuerdos con el exalcalde neoyorquino Rudy Giuliani por aparecer en televisión y defenderlo; Trump quería atacar a Hillary Clinton, no quedar como que estaba a la defensiva por la cinta. Corey Lewandowski, quien fue director de la campaña de Trump hasta que este lo despidió, le comentó varias veces a sus amigos que tuvo que asumir todas las críticas por la decisión de acorralar a la prensa durante los mítines. Trump le ordenó hacerlo, según dijo, pero culpó enteramente a Lewandowski cuando los reporteros se quejaron.

La tormenta mediática que se desató por el despido de Comey solo ha dejado en claro la lección que Trump parece haber aprendido tras crisis anteriores: que solo una persona puede defenderlo, y ese es el mismo Trump. El presidente dijo a Fox News que sería una “buena idea” poner fin a las conferencias de prensa diarias, y sugirió que él podría presentarse en el podio cada dos semanas.

“Trump ha puesto mucho peso sobre los hombros de sus voceros, y simultáneamente les ha puesto una zancadilla”, dijo Alex Conant, estratega político republicano y exasesor del senador Marco Rubio. “No hay nada más desalentador ni penoso como portavoz que tu propio jefe te contradiga. En la comunicación política solo eres tan bueno como tu reputación”.

Esa opinión es compartida por los demócratas. “La responsabilidad más azarosa en Washington durante estos días es ser un representante de Trump, porque el presidente socava a cada rato las declaraciones de su propio equipo”, dijo David Axelrod, exasesor del presidente Barack Obama. “Quedas como un mentiroso o un tonto, y ninguna de esas posibilidades es muy atractiva”.

Después del despido de Comey, Trump puso a sus principales asesores en comunicación —el portavoz Sean Spicer y la subdirectora de Prensa Sarah Huckabee Sanders— a hacer declaraciones que fueron dudosas o falsas sobre cómo se tomó la decisión.

Le pidió al subprocurador general Rod Rosenstein que redactara una carta para documentar los fallos de Comey, lo que hizo parecer que el juicio acerca de despedir al director del FBI fue de Rosenstein y no de Trump; esa idea fue reforzada por el vicepresidente Mike Pence, uno de los integrantes de un equipo pequeño que planeó la destitución de Comey.

Y luego Trump mismo tiró por la borda esas versiones sobre el despido de Comey que los defensores del presidente, incluido Pence, habían presentado. “Yo iba a despedir a Comey: mi decisión. No hay buen momento para hacerlo, por cierto”, dijo Trump al conductor de NBC Nightly News, Lester Holt. “Lo iba a despedir sin importar la recomendación” de Rosenstein, añadió.

Horas antes había publicado varias mensajes belicosos en Twitter. Entre ellos, dijo que “como un presidente muy activo y con muchas cosas sucediendo, no es posible que mis representantes se paren frente a un podio y tengan una precisión perfecta”, en referencia a las críticas sobre las contradicciones en los dichos sobre el despido de Comey. Sin embargo, en privado resaltó varias veces que sí culpaba al equipo de comunicaciones, que ha estado asediado y saturado de trabajo.

Sus declaraciones generaron resentimientos profundos entre su personal, de acuerdo con algunos de ellos. Y el furor alrededor de la decisión de despedir a Comey y sobre cómo se llevó a cabo solo ha disparado las discusiones sobre posibles cambios en el personal de la Casa Blanca.

El problema es que no queda claro qué tipo de cambios Trump está preparado para hacer, o a quién puede elegir como remplazo. En el corto plazo, el equipo del presidente se ha enfocado en detener las filtraciones desde la Casa Blanca, las cuales han sido bastante frecuentes.

Según Newt Gingrich, expresidente de la cámara baja, Trump “se asemeja a un mariscal de campo que no llama a su equipo a planear la jugada y se adelanta a su línea ofensiva para que nadie lo bloquee ni lo defienda, porque nadie sabe cuál es la jugada”.

Esa manera de hacerlo solo “le funcionó muy bien como empresario, y bastante bien” como candidato, añadió Gingrich. “Pero ha minimizado la capacidad del entorno presidencial de protegerlo de cometer errores y de maximizar sus fortalezas”.

“En algún momento espero que aprenda a tomarse un día para alinear a todo el equipo. No creo que se esté ayudando a sí mismo; un diez por ciento menos Trump sería cien por ciento más efectivo”, dijo.

Trump está cada vez más insatisfecho con su jefe de gabinete, Reince Priebus; con el director de comunicaciones, Michael Dubke, y con Spicer, aliado de Priebus, de acuerdo con media decena de funcionarios del ala occidental de la Casa Blanca que dijeron que Trump prepara los cambios más grandes que ha hecho hasta ahora a su equipo.

Mientras, aquellos que se las han arreglado para mantenerse dentro de la órbita preferida de Trump durante más tiempo han desarrollado capacidades de adaptación únicas.

Varios consejeros sostienen que Trump, durante su carrera de cuatro décadas en bienes raíces, en el negocio de casinos y del entretenimiento, ha tenido la impresión de que existe un acuerdo tácito entre él y quienes trabajan para él: a cambio del dinero, fama y poder que les otorga, ellos están dispuestos a absorber los disparos dirigidas a él.

“Con Trump, es muy simple: cuando decide algo, así queda”, dijo Sam Nunberg, exasesor político de Trump quien sigue siendo cercano al equipo actual del presidente.

“O trabajas para él o renuncias”, añadió.



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