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Un reglamento para evitar la siguiente crisis financiera


2017-12-14

Jack Ewing, The New York Times

Recientemente, el mundo dio un paso significativo hacia la prevención de futuras crisis financieras, justo cuando Estados Unidos, bajo el mandato del presidente Trump, empieza a relajar las restricciones a los comportamientos riesgosos de los bancos.

En una reunión en Fráncfort, Alemania, un grupo de gobernadores de bancos centrales y reguladores bancarios de todo el mundo firmaron el último capítulo de un marco regulador internacional que empezaron a escribir después de que empezó la crisis financiera en 2008. Las reglas tienen la intención de prevenir el tipo de conductas perjudiciales que cometieron los bancos y que detonaron la última crisis, la cual provocó que millones de personas perdieran sus casas y sus empleos.

Estas reglas son el toque final de años de un trabajo extremadamente minucioso que realizó el Comité de Basilea. Conocido como Basilea III, el reglamento solicita a los bancos que reduzcan su dependencia de los préstamos monetarios para que sean menos susceptibles a pérdidas por préstamos incobrables, inestabilidad del mercado u otros problemas.

“Es un gran día”, comentó en una conferencia de prensa Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo. Sin embargo, reconoció que el acuerdo no era perfecto. “Es un compromiso”, aseguró Draghi. Las reglas provocarán que el sistema bancario sea más fuerte, agregó, pero “nada es a prueba de crisis”.

Los negociadores, por ejemplo, no fueron capaces de llegar a un acuerdo sobre la manera en que se debe abordar uno de los orígenes de la crisis de deuda gubernamental que casi destruye la eurozona hace algunos años.

Además, el acuerdo sobre las nuevas reglas tan solo es un paso provisional. Los países que participaron en las negociaciones se comprometieron a incorporar las reglas en las legislaciones nacionales. Algunos, incluida la Unión Europea, tienen antecedentes irregulares al momento de hacerlo. En cualquier caso, las reglas más recientes no entrarían en efecto sino hasta 2022.

“Estaremos en una mejor situación cuando esto se implemente”, afirmó Stefan Ingves, el presidente del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea y gobernador de Sveriges Riksbank, el banco central de Suecia. “Al mismo tiempo, es imposible saber qué nos depara el futuro”, comentó.

El Grupo de Gobernadores de Bancos Centrales y Jefes de Supervisión debatió las reglas. Esta agrupación consta de representantes de veintiséis países, entre ellos Estados Unidos, más la Unión Europea y Hong Kong. Estados Unidos accedió al conjunto más reciente de reglas a pesar de la iniciativa del gobierno de Trump para reducir las regulaciones bancarias.

Después de la crisis de 2008, Estados Unidos estuvo por delante de Europa en cuanto a obligar a los bancos a mejorar su capacidad de absorber pérdidas. Los bancos estadounidenses podrían beneficiarse porque sus competidores europeos ahora estarán obligados a adherirse a estándares más altos.

“No hay una gran diferencia para los bancos de Estados Unidos”, señaló Nicolas Véron, un asociado principal de Bruegel, una organización de investigación con sede en Bruselas. “Hay una gran diferencia para algunos bancos europeos”. Comentó, por ejemplo, que las reglas iban a exigir que los bancos europeos especializados en préstamos hipotecarios tengan más capital.

Véron mencionó que el acuerdo “demuestra que hay una fracción de cooperación internacional en materia de regulación que progresa bajo el mandato de Trump”.

“La infraestructura mundial para atender los problemas comunes no está completamente rota”, agregó.

Steven Mnuchin, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, mencionó en un comunicado que las reglas “ayudarán a nivelar el campo de juego para las firmas y negocios estadounidenses que operan internacionalmente”.

Una de las principales lecciones que dejó la última crisis financiera fue que muchos bancos que parecían saludables en teoría eran muy vulnerables a disrupciones en el flujo de dinero entre las instituciones financieras. Eso fue lo que pasó en septiembre de 2008 en la atmósfera de miedo y desconfianza que prevaleció después del colapso del banco de inversiones Lehman Bros.

Los bancos dejaron de hacerse préstamos entre sí, el sistema financiero internacional se congeló y muchos prestamistas se quedaron rápidamente con una cantidad demasiado baja de dinero en efectivo, por lo que se tuvo que recurrir a los rescates pagados por los contribuyentes para sobrevivir.

Las reglas del Basilea III les solicitan a los bancos que tengan más capital: otra forma de decir que deben depender menos del dinero prestado para que puedan absorber las pérdidas sin colapsar. Las regulaciones también demandan que los bancos demuestren que tienen suficientes activos líquidos para sobrevivir una crisis de liquidez.

La mayoría de esas reglas se negociaron hace años y muchas ya han entrado en vigor.

El último capítulo de las negociaciones giró en torno a la manera en que los bancos calculan los riesgos de los diferentes tipos de negocios. Mientras más riesgoso sea un activo, más capital debe tener un banco.

Las reglas anteriores daban a los bancos una discreción sustancial para determinar, por ejemplo, qué tan riesgoso podía ser un préstamo hipotecario comercial, la hipoteca de una casa o el préstamo a un negocio, y cuánto capital se requería. El compromiso que se aprobó recientemente establece los límites de la libertad de los bancos sin eliminarla por completo.

Sin embargo, los negociadores no fueron capaces de coincidir en reglas que habrían reducido la vulnerabilidad de los bancos por sus participaciones de bonos gubernamentales, una de las causas que provocó la crisis por la deuda en la eurozona.

Muchos bancos en países como Grecia, España e Italia tenían grandes carteras de su propia deuda de gobierno. En 2010, una serie de declives intensos en el valor de los bonos gubernamentales de Grecia, Italia, España y Portugal amenazó a los bancos de esos países y creó un círculo vicioso.

Al estar heridos por las pérdidas de los bonos, los bancos dejaron de prestar a los consumidores y los negocios. La economía se desplomó, las recaudaciones impositivas de los gobiernos se desmoronaron y los gobiernos se metieron aún en más problemas.

No obstante, la mayoría de los países representados en las negociaciones se opusieron a las reglas que habrían desanimado a los bancos a invertir en la deuda gubernamental y habrían hecho que fuera más difícil financiar la deuda pública.

“En este punto, era imposible obtener un consenso sobre este tema particular”, mencionó Ingves. “Las cosas se quedan como están”.



yoselin


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