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El Trump empresario se impone en la economía


2018-01-19

Amanda Mars, El País

En la economía, como en casi todo lo demás, el candidato Donald Trump fue pura heterodoxia: republicano de libro en materia de impuestos y en la vocación antirregulación, entonó discursos muy críticos contra la globalización comercial, se erigió en defensor de la clase obrera y llegó a lanzar mensajes de tono muy intervencionistas. “Vamos a hacer que Apple fabrique sus malditos ordenadores y cosas en este país, en lugar de en otros”, afirmó el magnate en campaña. Pero en su primer año en la Casa Blanca, la impronta neoliberal se ha impuesto a los otros ángulos del Trumpeconomics.

Nada más llegar al Gobierno, el neoyorquino firmó una orden ejecutiva en la que instaba a todas las agencias federales a identificar dos normativas que se pudieran eliminar por cada una que se quisiera aprobar y, en paralelo, puso en marcha el proceso para rebajar la regulación bancaria creada tras la gran crisis financiera de 2008. Ahora hay un grupo de republicanos y demócratas en el Senado trabajando en un nuevo marco que, entre otros cambios, eleva el tamaño por el cual una entidad se considera sistémica y, por tanto, sujeta a mayores controles.

Dentro del capítulo desregulatorio, Trump ha sido especialmente activo a la hora de revocar la política medioambiental de Barack Obama: ha anunciado luz verde a la extracción de petróleo en el 90% de las aguas de EE UU, ha liquidado el plan para reducir la emisión de gases de efecto invernadero en las centrales eléctricas y, en siete meses, ha eliminado o derogado seis leyes a petición del lobby del petróleo y gas.

Además, el presidente aprobó en diciembre la mayor rebaja de impuestos desde los años ochenta, con Ronald Reagan en al Casa Blanca, un paquete de medidas por valor 1,5 billones de dólares [1,2 billones de euros] en 10 años y que resulta de gran trascendencia para las empresas: recorta su gravamen del 35% al 21%. Las críticas sobre sus efectos en la deuda y el déficit estadounidense —el estímulo económico no compensa el bocado a los ingresos fiscales— han arreciado, así como la progresividad: beneficia especialmente a los más ricos.

Y, como gran seña de la preeminencia del mercado sobre lo público, en 2017 anunció el fin de la llamada neutralidad en la Red: unas medidas impuestas en 2015 que consideraban Internet un bien público y vetaban que los proveedores ofrecieran diferentes velocidades en función del pago y los intereses de las empresas.

Philip A. Wallach, experto del R Street Institute, ha estado trabajando en el seguimiento de la agenda desreguladora de la Administración de Trump para la Brookings Institution, un think tank que ha elaborado una minuciosa base de datos de cada medida, que acaba conformando un cambio drástico respecto a la era de Obama, pero que no dejan de inquietar a muchos republicanos que temen un giro proteccionista.

En su opinón, en lo que respecta a la reforma fiscal, el cambio es mucho menos drástico que el llevado a cabo por Reagan en los ochenta del siglo pasado y, pese a las críticas, menos favorable a los ricos que el de hace 30 años. “Hasta ahora parece estar gobernando como un republicano típico, pero aún no veo razonable decir que es un agente del neoliberalismo; de hecho, suele ser muy odiado por los que se consideran neoliberal”, apunta Philip A. Wallach.

Reforma fiscal

Es muy crítico con su política, por ejemplo, Stan A. Veuger, del American Enterprise Institute, un think tank eminentemente conservador. “Por ahora, el mayor giro político que hemos visto es un impuesto de sociedades que básicamente deja el tipo en los niveles típicos de la OCDE. Ha habido una cierta actividad desregulatoria, pero los grandes cambios requerirán una actividad legislativa (improbable)”.

Además, existe un temor más que razonable a que Trump acabe por cumplir su promesa de liquidar el acuerdo del NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en sus siglas en inglés), advertencia que ha repetido esta misma semana. Para Veuger, como para la mayor parte de economistas, el adiós a ese marco vigente durante casi tres décadas “sería muy contraproducente”, pero “la mera amenaza de medidas proteccionistas distorsiona las cadenas de distribución y las decisiones de ubicación”.

La economía, de momento, se ha convertido en la gran baza del empresario neoyorquino: las grandes cifras macroeconómicas han marchado bien, los salarios han mejorado y Wall Street parece inmerso en una fiesta continua. Trump ha tenido la fortuna de llegar al poder en un momento alcista —mundialmente, vive el mayor tirón desde 2010—, aunque hay algo de su sello en el balance del año: sus medidas no han estropeado las inercias y las expectativas de menos impuestos estimularon la confianza. Los temores proteccionistas, de momento, no se han cumplido (aunque 2018 será crucial), y el bocado que la extraordinaria rebaja de impuestos suponga para las arcas públicas es uno de esos problemas que se encuentran las Administraciones de varios años después.

Cumple su primer aniversario, además, con un fenomenal golpe de efecto: Apple acaba de anunciar que acepta pagar 38,000 millones de dólares en EE UU tras la reforma fiscal de Trump y espera crear hasta 20,000 nuevos empleos en los próximos cinco años.



yoselin


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