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Los muertos no volverán 


2018-02-24

GINA MONTANER | El Mundo

Han sido días espesos que parecían no avanzar. Después de la matanza en el colegio Marjory Stoneman Douglas, en Parkland, Florida, la nación entera sufrió una catarsis: ¿cuántas víctimas inocentes hacen falta para que en los Estados Unidos haya un mayor control de tenencia de armas que ponga freno a la riada de muertos?

Por muy terrible que parezca, seguramente seremos testigos de más masacres porque no hay manera de que gran parte de la clase política --no es casualidad que la falta de columna vertebral de muchos de ellos tenga que ver con el apoyo por medio de generosas contribuciones que les hace la Asociación Nacional del Rifle- tome partido cuando padres y familiares de las víctimas que murieron acribilladas el pasado 14 de febrero les piden que se pronuncien claramente: ¿están dispuestos a respaldar que se prohíba la venta de fusiles semiautomáticos como el AR-15 que portaba el asesino que segó las vidas de 17 personas en Stoneman Douglas? Se trata de la misma arma que se ha empleado en otras matanzas cometidas en los últimos años.

Sencillamente los políticos que de modo mefistofélico han unido sus destinos a los intereses del NRA están condenados a irse por la tangente con falacias, medias verdades o vaguedades para evitar poner el dedo sobre las llagas de quienes cayeron por las ráfagas de armas fabricadas para guerras y no para civiles con fantasías de Rambo. El engañoso discurso ofende a estas alturas: prohibamos los eficaces dispositivos (bump stocks) que aceleran la capacidad letal de fusiles semiautomáticos. Aumentemos a 21 años la edad para comprar una de estas potentes armas. Asegurémonos de que los vendedores de armas hagan una revisión más rigurosa de los antecedentes de los compradores. Son algunos de los ofrecimientos cuando los supervivientes y familiares de las víctimas de esta última masacre exigen que de una vez se acabe el asesino despropósito (siempre invocando la Segunda Enmienda) de permitir la venta y libre circulación de unas armas diseñadas para una orgía de sangre.

Antes de reconocer que el gran elefante blanco es la libre circulación de toda clase de armas en una primera potencia que, en lo concerniente a masacres de esta índole, queda en muy mal lugar, los políticos prefieren dar rodeos: el problema no son las armas, sino quienes las disparan. Lo que hay que atajar es que los enfermos mentales las puedan obtener legalmente. Si se restringe su compra hasta los 21 años se evita que muchachos trastornados las porten. El origen del mal está en los videojuegos violentos y no en las armas. El derecho a tener armas de fuego es inalienable. Un guión bien aprendido.

Lo que se callan es que las armas no tienen otro cometido que el de herir o matar, y lo que varía es la magnitud del daño según su capacidad; no todas las masacres que se cometen son producto de una mente enajenada, como en el caso de la discoteca Pulse, cuyo autor lo hizo por una cruzada religiosa; las matanzas con AR-15 las han protagonizado jóvenes de 19 años como la más reciente en Parkland, o individuos rondando los sesenta como el responsable del tiroteo masivo en el hotel de Las Vegas. En cuanto a los videojuegos, son los mismos que ven los chicos en otras partes del mundo, donde las matanzas con fusiles AR-15 son infrecuentes o inexistentes.

Es incuestionable que el problema de las armas en los Estados Unidos radica en la obscena facilidad con que cualquiera (cuerdo, iracundo, loco, radical o cauteloso indistintamente) puede comprar los artefactos más destructores. El resto de los argumentos sólo sirve para poner parches a un mal endémico que se maneja como un derecho absoluto y no como un derecho constitucional modificable.

Recordemos que el compromiso último del NRA es con la millonaria industria de la venta de armas Los políticos son el vehículo que carga la munición de tan poderoso lobby. Conviene recordar lo que el presidente Donald Trump les dijo a los miembros de esta asociación el 28 de abril de 2017: "Los ocho años de asalto a sus libertades bajo la Segunda Enmienda han acabado fulminantemente. Tienen a un amigo y a un defensor en la Casa Blanca."

Los días avanzan espesos con los supervivientes escupiendo verdades que los políticos ya no pueden esquivar. Lo hacen por los muertos que no volverán.
 



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