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La generación que solo ha conocido al líder Putin
María R. Sahuquillo, El País A Ekaterina Vasilieva le encanta leer. La joven percusionista de 20 años, mirada lánguida y cabello color miel, cuenta que sus autores favoritos son Dostoyevski y Kafka. Devora las densas tramas del escritor ruso de la época zarista y los oscuros textos del checo. “Pero no por la filosofía; por la trama”, aclara con una sonrisa tímida. La joven, que se mudó a Nizhni Novgorod desde su pueblo a 300 kilómetros para estudiar en el conservatorio y que ahora toca la batería en una orquesta de la ciudad del Volga, no le interesa la política en absoluto. Este domingo podrá votar en las elecciones presidenciales por primera vez, pero todavía no sabe si acudirá a las urnas. Si lo hace, votará por Vladímir Putin. Es el único político que conoce. La baterista, con cierto aire romántico vintage, ha crecido con la presencia permanente del líder ruso, de 65 años, que lleva en el poder desde 2000 —con un periodo como primer ministro—. “Si hay que apostar, mejor hacerlo por la opción más segura”, dice. Ekaterina es una de los millones de jóvenes rusos que comenzaban a dar sus primeros pasos o que nacieron con la subida al poder del antiguo espía del KGB que, si gana este domingo —las encuestas le dan hasta un 70% de apoyos—, sumará otros seis años a los 18 que ya lleva al frente del país. Es por eso por lo que algunos denominan a esa parte de los millennial rusos “la generación Putin”. Es también la generación más conectada con el exterior de la historia de Rusia, explica la socióloga Elena Shinkarenko. Sus padres vivieron los años de las fronteras blindadas, pero ellos han crecido con la posibilidad de viajar y tienen más acceso que nunca a información y productos culturales extranjeros. Pero aunque no los han vivido, también tienen presentes lo que sus mayores les han contado sobre el socialismo y los turbulentos años posteriores. Podrían ser el engranaje del cambio de rumbo para el país, pero las encuestas apuntan a que son mayoría los que apoyan del líder ruso. “No hay una masa crítica de personas que exijan cambios radicales. Al contrario de las fantasías occidentales, los rusos menores de 25 años se encuentran entre los grupos más partidarios de Putin”, analizan los politólogos Ivan Krastev y Gleb Pavlovsky. Según uno de los últimos sondeos oficiales, entre el 60% y el 65% de quienes tienen entre 18 y 24 años son partidarios del líder ruso. Dentro de ese grupo está Mijaíl Seleznev. Ama a Rusia y cree que su país necesita un líder fuerte y experimentado. “Como Putin. Nadie critica que Angela Merkel siga al mando de Alemania, pero sí cuestionan lo que sucede aquí. Rusia es una nación muy rica y hay muchos intereses para desestabilizarla”, afirma. Tiene 24 años y se define como emprendedor. Está cursando un máster en gestión y se especializa en criptomonedas. También es rapero. No experimentó ni la era Gorbachov ni los convulsos tiempos de Boris Yeltsin, en los que el desempleo creció hasta el 13% en una Rusia que salía de un socialismo que garantizaba el casi pleno empleo, pero considera a Putin un antídoto a aquello. Bajo su batuta, Rusia ha pasado de nuevo a un 5% de desempleo y ha aumentado un 70% el PIB per cápita (en la UE en los mismos años, un 17%). Sin embargo, el país ha vivido un par de años de crisis y ahora padece una economía estancada en la que los sueldos ofrecen cada vez menos poder adquisitivo. La Rusia de hoy es también un lugar más desigual en el que ha proliferado la figura del milmillonario—96 frente a cero en el año 2000, según la lista Forbes—; también vive sus peores relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea desde la Guerra Fría. Mijaíl —alto, cabello y barba castaña— tiene cierta pinta de hipster. Un hipster un poco particular que cree que el mayor problema de Rusia es la baja natalidad. “Dentro de 50 años no habrá rusos y vendrán muchos musulmanes y gente de Asia. Los rusos vamos a perder nuestro territorio”, afirma. Rusia ha pasado de una tasa de natalidad de casi 2 hijos por mujer a 1,75 (datos del Banco Mundial), y como todos los países desarrollados experimenta el invierno demográfico. También por esto el legado de Putin no depende sólo de su victoria de este domingo sino más bien de lograr que los votantes más jóvenes se mantengan fieles a sus ideas. Con sus rastas color rubio oscuro y un par de piercings, Katya Kukushkina no puede estar más alejada de ese ideario. Esta estudiante de Filología de 22 años se define como feminista en un país en el que una mujer es asesinada cada 40 minutos, y donde no sólo no hay una ley específica contra la violencia de género sino que el año pasado se aligeró el castigo por estos delitos. La joven, de mirada cándida y hablar reposado, reconoce que Putin es el único líder de Rusia que ha conocido. “No puedo compararlo con nada más, pero pese a esto sé que no es bueno tener un presidente durante tanto tiempo”, afirma. Hija única de madre oficinista y padre camionero, sueña con viajar y vivir una temporada en China. En un futuro le gustaría ser intérprete. “Estas elecciones son una parodia. Un simple teatro para que se note que Putin no es el único”, dice tomando un té de menta en un restaurante alternativo pero de moda en Nizhni (como abrevian los lugareños a la quinta ciudad más poblada de Rusia, con casi 1,3 millones de habitantes, a unos 400 kilómetros de Moscú). Katya votará , pero se reserva la elección. En cambio, su amiga Izabel Kurygina, una chica seria a la que le gusta el punk, meterá en la urna un voto nulo. “No me siento representada por nadie en la política, y además no importa: votes a quien votes será Putin o alguien de Putin. Pero iré porque no quiero que falsifiquen mi voto”, dice. Tiene 24 años, es licenciada en Arquitectura , pero no ha encontrado un trabajo de lo suyo. Tampoco se siente representado Stas Malkov, un grandullón futuro programador informático de 23 años que come a toda prisa un bocadillo antes de volver a clase en uno de los centros de la ciudad de la que fue Gobernador tras la caída de la URSS Boris Nemtsov, opositor que fue asesinado en 2015 en plena calle en Moscú. Quizá sea por la brecha generacional. Porque aunque Putin ha tratado de revitalizar el partido con un poco de sabia joven, excepto dos, el resto de candidatos a la presidencia tienen más de 57 años. “No me interesa la política. Tengo mis propios problemas”, dice. Nada que ver con Denis Syaskov, de 18 años, que además se declara un consumidor compulsivo de información sobre ella en Internet para escapar de la maquinaria informativa del Kremlin. “La mayoría de los medios rusos están plagados de propaganda del Gobierno o están controlados. Así que en ellos solo existe Putin. Luego, en Internet conoces otras realidades”, afirma. Es un joven menudo y con un discurso muy formado, que estudia Historia para llegar a ser profesor de Secundaria. Considera que los mayores problemas de Rusia son la injusticia y la desigualdad. “La economía está estancada y los pobres se vuelven más pobres, pero los ricos son cada vez más ricos. Y mientras tanto cada uno vive en su burbuja y no se interesa por el otro”, dice. “El cambio es lento, vivimos en una sociedad muy acomodaticia, pero hay un sector de la juventud que está empezando a cuestionarse las cosas”, asegura. Aunque las encuestas muestran el apoyo a Putin entre los jóvenes, también son los miembros de la generación YouTube quienes más engrosan las filas de los partidarios del opositor Alexéi Navalni, popular por sus investigaciones sobre la corrupción en las élites rusas y vetado en los comicios. Como Xenia Selezneva, rubísima periodista de 23 años, que sorbe su capuchino en un café del centro de Nizhni y explica que habría votado por Navalni. “Tenía un buen programa electoral y de futuro para el país”, afirma. No puede dar su voto al opositor, así que apostará por Ksenia Sobchak, la única candidata entre siete varones, una presentadora de televisión que ha vivido durante la campaña el machismo todavía muy anclado en la sociedad rusa y a quien algunos consideran la ‘protegida’ de Putin. Xenia cree que Sobchak —a la que los sondeos dan menos del 2% de los sufragios— tal vez pueda serlo, pero también la considera la única opción si quiere votar. La joven periodista tiene claro que quiere salir de Rusia y viajar con su novio, con el que lleva tres años. También baraja instalarse una temporada en algún otro país, para vivir la experiencia. “Pero volveré. Me considero una patriota, y por eso soy consciente de que el país no está cambiando para mejor”, dice. Para ella, los mayores problemas de Rusia son la corrupción y las reminiscencias de la antigua Unión Soviética en el enorme sistema administrativo que, dice, lastran su avance y el desarrollo: “Hay que formar a una élite intelectual para cambiar las cosas. Ahora, la posibilidad del cambio es muy pequeña. Putin no es para siempre, el asunto es si la persona que le suceda estará bajo su batuta o no”. JMRS |
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