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Mis amigos, ¿realmente lo son? 


2018-05-15

Teddy Wayne, The New York Times

“Ya tienes suficientes amigos, uno más te hará daño”, asegura un petulante personaje llamado Max en Kicking and Screaming, la película de culto de Noah Baumbach, de 1995, cuando un miembro de su grupo de amigos intenta incluir a un quinto individuo. “Empiezas a repartir el cariño y comienza a desgastarse, créeme”.

Esta referencia de hace veinte años podría parecer pasada de moda, pero ten en cuenta el periodo en el que se ambientó la cinta y cómo interactúan los personajes. Suena lejano y evocador en comparación con la manera en que la juventud socializa en la actualidad. Las llamadas por teléfono fijo, los largos mensajes en la contestadora, el correo postal y quizá hasta los correos electrónicos largos son cosa del pasado. Las salidas nocturnas con los amigos son interrumpidas por las publicaciones inmediatas de las fotografías tomadas y otras aplicaciones que distraen la atención.

Las redes sociales y los teléfonos reparten el cariño con mayor facilidad; las amistades pueden desgastarse.

De 1985 a 2004 en Estados Unidos, la cantidad de amigos confidentes que las personas afirmaban tener se redujo de 2,94 a 2,08, y el porcentaje de quienes no tenían ninguno pasó de una décima parte a casi una cuarta parte, según la encuesta General Social Survey.

No obstante, en 2011, investigadores de la Universidad de Pensilvania, dirigidos por Keith N. Hampton, encontraron evidencia de que “las relaciones sociales cercanas no se ven afectadas por el uso del internet y sus usuarios suelen tener redes personales más extensas”, además de que el aislamiento social era menor en 2008 que en 1985.

Los investigadores también comprobaron que la extensión de la red de “confidentes centrales” se asocia con más fuerza a dos actividades populares en las redes sociales: la mensajería instantánea y la publicación de fotografías. Quienes tienen un móvil y realizan estas actividades tienen una red un 34 por ciento más amplia que quienes carecen de uno.

Otros ensayos de Hampton arguyen que el internet y las redes sociales pueden facilitar la conexión social fuera de línea. Uno de ellos afirma que “el uso del internet podría asociarse con mayores niveles de participación en entornos tradicionales que fomentan la formación de distintas redes”, como visitar espacios públicos o conocer a más gente en el vecindario.

Otro tipo de amistades

Estos descubrimientos corresponden con la investigación de Robin Dunbar, un profesor de Psicología Evolutiva en Oxford. La teoría de Dunbar señala que el “tamaño de los grupos”, tanto en primates humanos como no humanos (la cantidad de individuos, o de chimpancés, con los que uno puede mantener una cohesión social) se correlaciona con el “volumen neocortical relativo”, o la proporción del neocórtex con el resto del cerebro.

La “cifra de Dunbar”, citada muy a menudo, es un promedio de 150 amigos casuales (en realidad, un rango de entre 100 y 200). Esa es la cifra promedio de personas que podrían asistir a tu boda o a tu funeral.

Dentro de este listado hay niveles de intimidad: cincuenta de estas personas solo son compañeras, unas quince son buenas amigas, cinco son confidentes dentro de nuestro círculo de confianza y, por último, tenemos un promedio de 1,5 personas a quienes consideramos nuestras amigas más cercanas. Por el contrario, podemos seguir la pista de aproximadamente 500 conocidos y 1500 rostros que podemos asociar con un nombre.

Las redes sociales “te permiten mantener las relaciones que de otro modo se perderían”, afirmó Dunbar. “Nuestra información demuestra que si no te reúnes con las personas con la frecuencia requerida, irás bajando de nivel hasta salir de ese círculo de los 150 y te convertirás en ‘alguien que alguna vez conocí’. Creemos que lo que sucede es que, si no nos reunimos con alguien cara a cara, las redes sociales disminuyen la velocidad de deterioro de las relaciones”.

De este modo, el resultado puede ser una saturación de viejos conocidos que suprimen el desarrollo de nuevas amistades en persona.

“El tiempo disponible para socializar es limitado y puedes pasarlo frente a frente o en internet”, explicó Dunbar. Si lo pasas con gente que se encuentra lejos, ya sea geográficamente o solo porque están representados digitalmente, “no tienes tiempo para cultivar las nuevas relaciones en el lugar donde te encuentras”.

Además, los encuentros en persona tienen beneficios fisiológicos que no se comparan con las interacciones digitales o por teléfono. “Tu presión sanguínea disminuye, hay sincronía, imitas la postura de tu amigo inconscientemente”, dijo Carlin Flora, autora de Friendfluence: The Surprising Ways Friends Make Us Who We Are. “Se trata de una compenetración que han desarrollado los seres humanos a lo largo de miles de años y no es posible hacerlo cuando solo sigues a alguien en redes sociales”.

“Si hay un grupo de personas en un bar y todas ponen atención a su teléfono”, dijo Dunbar, “no están haciendo gran cosa para secretar las endorfinas que genera la sensación de compenetración”.



regina


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