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Voces de Venezuela


2018-05-21

The New York Times


El domingo se celebró en Venezuela una elección presidencial en medio de una profunda crisis económica. El país con una de las mayores reservas comprobadas de petróleo en el mundo está padeciendo cortes de agua y energía, y los ciudadanos están teniendo problemas para pagar por comida y medicinas. Muchas personas han emigrado a países vecinos.

Al margen de esta situación, pocos esperan que el presidente Nicolás Maduro pierda la elección. A diversos líderes de la oposición se les prohibió participar en la contienda y la Mesa de Unidad Democrática (MUD), la principal coalición de fuerzas opositoras, hizo un llamado a boicotear las elecciones y no votar.

Desde hace unos días les pedimos a nuestros lectores que describieran sus vidas cotidianas, cómo lidian con la escasez y lo que planean, o esperan, para el futuro. Estas son algunas de las respuestas, editadas por su extensión y claridad. Las conversiones en dólares también se añadieron.

‘Es el éxodo de una generación y el abandono de otra’

Estamos viviendo una división familiar: los jóvenes se van buscando futuro y en Venezuela quedamos los mayores. Los que tenemos negocios familiares, que se hicieron con mucho esfuerzo, debemos quedarnos a cuidarlos hasta que se pueda. Se ha convertido en un ir y venir, tratando de ver a los hijos y nietos que están regados por el mundo. Es el éxodo de una generación y el abandono de otra.

Para conseguir lo que está regulado, uno termina recorriendo la ciudad por varios supermercados. Los estantes están llenos de productos no primordiales, pero el aceite, harinas, café y arroz son escasos. Los precios suben semanalmente y, como no hay efectivo, se paga todo con transferencia bancaria.

El transporte público prácticamente ha desaparecido. No hay agua, pero sí apagones diarios de electricidad. Todos los días debemos rogar que cualquier enfermedad tenga remedio. Es un calvario buscar medicinas y, si se consiguen, están a precio de dólar. Muchos centros comerciales no tienen luz en los estacionamientos. Solo se prenden las escaleras automáticas de subida para ahorrar electricidad y repuestos.

Una pierde la vida esperando un cambio y se vive el día a día sin ver a futuro. Uno se ajusta y se amolda. Se hacen planes para estar dispuestos a salir cuando ya no haya qué defender ni qué cuidar. El plan B está en el exterior. No hay una esperanza de cambio en el país. No está en nuestras manos lograrlo.

— Nora Morrison

‘La mayoría de la gente prácticamente paga para ir a trabajar’

Tengo una pequeña empresa y voy todos los días a ver cómo el tiempo, el trabajo y el esfuerzo de mis empleados no valen nada. Lamentablemente, al día de hoy, la canasta básica está en 100,000,000 bolívares (unos mil dólares) y el salario mínimo integral en 2.555,000 bolívares (alrededor de 25 dólares). La mayoría de la gente prácticamente paga para ir a trabajar.

— Luis Bersani

‘Espero que mis hijas puedan vivir sin miedo’

Mi esposo emigró a Brasil, pero no ha podido tener estabilidad laboral. Espero a que la consiga para poder irme con mis dos hijas. No quiero que ellas pasen más trabajo del que pasan aquí, que por lo menos tienen un techo donde vivir.

No voy al supermercado ya que allí no se consiguen los productos de primera necesidad, solo salgo a comprar en los buhoneros o bachaqueros, cuando consigo efectivo. Compro en las bodegas que quedan cerca de la casa, en donde venden mercancía un mil por ciento más costosa, pero se consigue arroz, harina, azúcar, café y margarina. Compro alimentos prácticamente diario, cuando mi esposo logra transferirme dinero. Compro poco a poco porque, si comprara para cinco días, gastaría de una sola vez todo el dinero y me quedaría sin nada si se llegara a presentar alguna emergencia, como, por ejemplo, un medicamento.

Planeo irme del país cuando mi esposo logre tener algún trabajo más o menos estable con el que se pueda alquilar un lugar en donde vivir con mis hijas. Espero que fuera del país mis hijas puedan vivir sin miedo por la inseguridad y puedan pasar un día sin que tengan que preguntar: “¿Conseguiste comprar algo para comer?”. También espero que este gobierno salga, para así regresar a nuestro hogar con nuestra familia.

— Kelis Cardoso

‘No entendamos el poder que tenemos como ciudadanos’

Venezuela es mi país y no me veo haciendo vida en ninguna otra parte. Aquí nací, aquí están mis padres y gran parte de mi familia. Aquí están mis muertos. Mi país me ha dado todo: educación, cultura, pertenencia. Quiero ser parte de la reconstrucción y me parece muy ingrato que la única salida sea irse, que la decisión sea individual y no colectiva. No entendamos el poder que tenemos como ciudadanos y la posibilidad que ese poder nos da para tener el país que queremos.

— Marcela Gil

‘Hemos costeado nuestros alimentos con tarjetas de crédito’

Salgo de casa alrededor de las 5:30 a. m. y camino hacia la avenida principal para tomar el transporte (en camiones con baranda o camionetas semiprotegidas) para llevar a mi hijas al colegio y a la bebé de 1 año con mi mamá para luego ir a trabajar. Trabajo en un supermercado, donde paseo por los pasillos y veo cada día cómo se incrementan los precios. Yo no puedo comprar casi nada. Hoy percibí la primera quincena de un nuevo aumento y con el salario no puedo comprar ni un kilo de carne. Alcancé a comprar solo 0,250 gramos, que tengo que servir sin arroz, pasta o arepas. Desde hace tres meses exactamente hemos costeado nuestros alimentos con el aumento de algunas tarjetas de crédito, las cuales he tenido que darles uso pensando en lo difícil que será pagar las cuotas mínimas.

Padezco de hipertensión, la cual ahora mismo no estoy controlando, pues los fármacos son inaccesibles. Solo quince pastillas pueden costar unos 2,000,000 bolívares (cerca de 20 dólares). No los puedo comprar.

— Miranyeli Gomes

El 3 de mayo de 2018, algunas personas viajan en una camioneta privada en Maracaibo. Federico Parra/Agence France-Presse — Getty Images

‘La quincena no me dura ni 24 horas’

Mi vida cotidiana empieza a las 6:00 a. m., cuando me levanto para ir al trabajo. Voy a pie, porque tengo aproximadamente dos meses que no toco un billete en efectivo. Por fortuna, el trabajo queda cerca, pero cuando necesito ir a otros lugares a hacer diligencias no puedo porque no consigo efectivo. La quincena no me dura ni 24 horas, la ultima que cobré, 1,100,000 bolívares (alrededor de 11 dólares), se fue. Ni mi hijo, quien vive con su mamá, ni yo teníamos nada para comer entonces. Compré dos tortas de casabe, dos plátanos y dos cambures, mitad para él y mitad para mi casa, en donde vivo con mi hermana, mi mamá y mi tía. Al día siguiente fui a un supermercado en donde trabaja mi hermano, quien me consiguió dos docenas de huevos reguladas baratas (en 371,000 bolívares cada una, que son aproximadamente 4 dólares). Con lo que me quedaba compré dos y mi hermano me completó para el resto. En eso se fue mi quincena: 2 casabes, 2 plátanos, 2 cambures y 2 docenas de huevos. Y, otra vez, sin un solo bolívar en el bolsillo a trabajar todos los días.

— Luis Hernández

‘Quedarse implica morir, ya sea luchando o de hambre’

La única razón que tenía para quedarme en Venezuela era culminar mi carrera universitaria. Pero, en vista del alto costo de la supervivencia, la he congelado. No me he podido ir por falta de mi pasaporte, que hace meses pagué. No me han entregado el pasaporte ni otros documentos esenciales para migrar por la maldad, ineficiencia e incompetencia del presidente y su gabinete de ministros. Estos son estratagemas que usan para seguir disimulando la crisis humanitaria y frenar el éxodo masivo de los venezolanos.

Lo que es más doloroso e indignante es que en las escuelas y secundarias solo les enseñan a los estudiantes la ideología política que el gobierno predica para envenenar las mente de los jóvenes, quienes son el futuro de un país ya en ruinas.

A corto plazo espero salir del país para trabajar y ayudar a mi familia, madre y abuelos. Quedarse en Venezuela implica morir, ya sea luchando o de hambre. Nadie quiere ser el peón de este juego, donde la ventaja es casi nula para la mayoría. A largo plazo, quiero ayudar a reconstruir el país que, todos prometen, puede llegar a ser Venezuela.

— Jhon Martínez



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