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López Obrador, ¿fin a la corrupción y el capitalismo de amigos?
Javier Buenrostro | RT
Desde la primera candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en 2006 sus adversarios realizaron campañas contra él enfocadas en dos puntos centrales: el posible autoritarismo en caso de ganar las elecciones y el manejo irresponsable de las finanzas nacionales por el carácter populista –según ellos– de varias de sus propuestas. En un ejemplo de lo que significan las noticias falsas ('fake news'), dieron información tergiversada o mentirosa sobre el endeudamiento de la Ciudad de México en su periodo de gobierno y por debajo de la mesa financiaron propaganda negra que hablaba de expropiaciones a los empresarios, que iba a espantar las inversiones privadas y con ello el país se iba a sumir en el caos, llegaría el desempleo o que los derechos sociales que pretendía instaurar quebrarían a la hacienda pública. La semilla de la duda se enquistó en muchos ciudadanos y se desvaneció la ventaja para terminar en un resultado controversial y polémico el día de las elecciones. Doce años después y en su tercera candidatura con todo para ganar se vuelve a especular que López Obrador ahuyentaría inversiones o que está en disputa con la clase empresarial. ¿Esto es así? Las pruebas empíricas no sostienen estas versiones. Si bien existe una relación ríspida con un puñado de grandes empresarios que han obtenido grandes beneficios al amparo del poder (importantes concesiones de materias primas, obra pública o exenciones fiscales), lo cierto es que la mayoría de las empresas en México son pequeñas y medianas (Pymes) y muchas de ellas han manifestado su apoyo al proyecto de López Obrador. "López Obrador tiene intenciones de dialogar con el capital privado tanto de las pequeñas y medianas industrias como con los grandes capitales internacionales. El adversario en todo caso parecería ser el capitalismo de cuates, de amigos, que tanto daña el crecimiento económico de los países". Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University. Los grandes empresarios dicen que sus intereses son los de todos ya que ellos proporcionan trabajo, sin embargo, la planta laboral de estas grandes empresas es de solamente el 1% del total. En cambio las empresas pequeñas y medianas son las que generan 70% de los puestos laborales. Alejandro Salcedo, presidente de la Asociación Latinoamericana de Micros, Pequeños y Medianos Empresarios (Alampyme) sostuvo que no están representados por las cúpulas empresariales y que el modelo de desarrollo económico que necesita el país es el que propone López Obrador. También es mentira que el posible triunfo de López Obrador atemorice por sí mismo a los capitales foráneos. El grupo de banca de inversión y de valores Goldman Sachs, prevé el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y afirma que hay estabilidad de los precios en los mercados ya que estos han decidido darle al tres veces candidato presidencial "el beneficio de la duda". Por su parte, BMI Research (del grupo de la calificadora internacional Fitch Ratings) va más lejos y considera que con AMLO se revigorizará el consumo interno y se acelerará el crecimiento económico de México. Los detractores de López Obrador también hablan del miedo a un nacionalismo trasnochado y que la economía no mire al mercado global y se encapsule. Igualmente falso. Hace apenas unos días Larry Fink, presidente ejecutivo de BlackRock (la mayor gestora de fondos de inversiones en el mundo), tuvo un encuentro con López Obrador y con Carlos Urzúa, quien ha sido nominado como su secretario de Hacienda en caso de ganar la elección presidencial. El encuentro fue calificado como afable y donde se generó una empatía debido a cuestiones no solamente empresariales sino sociales. BlackRock tenía en 2015 una inversión aproximada de 26,000 millones de dólares en activos de distintas empresas en México y han afirmado que ellos establecen relaciones con gobiernos independientemente de las afiliaciones partidarias. Según se desprende de los ejemplos anteriores, López Obrador tiene intenciones de dialogar con el capital privado tanto de las pequeñas y medianas industrias como con los grandes capitales internacionales. El adversario en todo caso parecería ser el capitalismo de cuates, de amigos ('crony capitalism'), que tanto daña el crecimiento económico de los países y que está anclado en la corrupción política e institucional. Ese tipo de capitalismo tiene sus orígenes en México con la fundación del PRI en 1946 y el gobierno de Miguel Alemán, quien ayudó en política a instaurar el régimen autoritario priista y a la "dictadura perfecta" que reinó por décadas. En materia económica consolidó a una nueva clase empresarial pero lo hizo con una enorme corrupción, de tal magnitud que él y su gabinete fueron retratados en la prensa popular y en la conversación cotidiana como "Alí Baba y los cuarenta ladrones". Era vox populi los negocios del presidente en las nuevas ciudades turísticas como Acapulco y Cuernavaca o en la creación de los fraccionamientos más lujosos en la capital mexicana, las concesiones a los amigos en telecomunicaciones, en obra pública, el nacimiento de una nueva clase terrateniente, los (auto)pagos a la compañía de petróleo El Águila y un largo etcétera. Parte de la ética de esta nueva clase empresarial quedó retratada en "La muerte de Artemio Cruz" de Carlos Fuentes. Desconocimiento de sus propuestas económicas El oficialismo y las cúpulas empresariales nos dicen que debemos tener miedo a que López Obrador nos lleve de regreso al fracasado populismo nacionalista de los años setentas, nos piden que tengamos memoria. Pero cuando nos ponemos a recordar vemos que no hemos salido de 1950, donde el político se volvía empresario y el empresario se enriquecía gracias a las arcas públicas, donde la corrupción era la principal moneda de cambio. El diagnóstico de la corrupción gubernamental y el capitalismo de cuates era tan evidente que el sucesor de Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, llegó a la presidencia con el lema de 'Austeridad y trabajo', curiosamente lo mismo que ahora reivindica López Obrador. "Cuando nos ponemos a recordar vemos que no hemos salido de 1950, donde el político se volvía empresario y el empresario se enriquecía gracias a las arcas públicas, donde la corrupción era la principal moneda de cambio". Javier Buenrostro, historiador por la Universidad Nacional Autónoma de México y McGill University. Los principales ejes de la política económica de López Obrador son de conocimiento público y la realidad es que estos son parte de la ortodoxia económica y financiera: Francamente no hay nada en estos lineamientos que debiera preocupar a los mercados, a los inversionistas, a los pequeños y medianos empresarios ni tampoco a las clases medias. No hay elementos que salgan del libro de texto o cuestiones que no se apliquen en la actualidad. Entonces ¿qué es lo preocupante en la propuesta de López Obrador que a muchos inquieta? Hay, seguramente en una gran parte del electorado, desconocimiento de las propuestas económicas concretas y que posiblemente hayan sido influenciados por la abundante propaganda negra. Comprensible. Por esa razón, simpatizantes de López Obrador produjeron Pejenomics, un texto que pretende explicar "las líneas generales del programa económico y despejar las inquietudes sembradas por las campañas de desprestigio". Si la macroeconomía se ejercerá en similares términos a los actuales, ¿de dónde saldrá el dinero para los programas sociales o la inversión del Estado en infraestructura? López Obrador propone separar el poder político del poder económico. Refiere que es una reforma del mismo calado a cuando Benito Juárez separó a la Iglesia del Estado. Tal vez sin ir tan atrás, de lograrse esta disociación sería el cambio de régimen propuesto al transitar de un capitalismo de cuates lleno de corrupción y tráfico de influencias a una economía mixta donde se pueda empezar a garantizar los derechos laborales y sociales de la ciudadanía. Hay muchos que hablan de no querer regresar a los setentas y a ese tipo de economía aunque las bases macroeconómicas que propone López Obrador sean bastantes similares a las actuales. A otros, nos da pavor seguir viviendo en un régimen fundado en 1946 por Miguel Alemán y el PRI más autoritario, donde la democracia era una utopía prescindible y la corrupción de las cúpulas políticas y económicas eran la normalidad y la legalidad imperantes. Jamileth |
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